El huracán Otis y el enfoque de salud pública como estrategia para proteger a la población
Desastres meteorológicos como los huracanes suelen ser causados por condiciones climáticas extremas. Este tipo de contingencias son particularmente destructivas para el medio ambiente y pueden causar enormes estragos en las poblaciones.
Como ya se sabe, el martes 24 de octubre, en un muy breve tiempo, la tormenta tropical Otis se convirtió en un huracán categoría 5 en la escala Saffir-Simpson; es decir, en tan sólo 12 horas pasó de ser una tormenta tropical con vientos sostenidos de 64 km/h a un huracán cuyos vientos alcanzaron los 270 km/h. La violencia de los ventarrones y las lluvias torrenciales desencadenaron una devastación sin precedentes y causaron una enorme destrucción en la ciudad de Acapulco y otras zonas del estado de Guerrero. Consecuentemente, un alto porcentaje de viviendas acabó destruida al quedarse sin techo y presentar derrumbes; además, la infraestructura de servicios quedó inhabilitada. Se trata del huracán más potente del que haya registro en la costa del Pacífico mexicano.
Cabe señalar que, durante los últimos 50 años, los peligros meteorológicos, climáticos e hídricos en el mundo representaron 50% de todos los desastres, 45% de todas las muertes reportadas y 74% de todas las pérdidas económicas registradas.
Para enfrentar este tipo de emergencias debe haber una coordinación única y centralizada. Por tal motivo, y con el fin de restablecer los servicios públicos y atender a la población afectada por el paso del huracán Otis, se instaló un centro de mando liderado por las autoridades federales, cuya sede está en la ciudad de Acapulco. Asimismo, la Secretaria de Salud, a través del Sistema de Gestión de Incidentes en Salud Pública, ha activado un equipo de respuesta de emergencia que involucra al Sistema Nacional de Salud, incluyendo la Dirección General de Epidemiología, el IMSS-Bienestar, el Centro Regulador de Urgencias Médicas federal y el Centro Nacional de Programas Preventivos y Control de Enfermedades. Ante esta situación elevadamente compleja, la prioridad reside en llevar a cabo acciones sistematizadas en función de un objetivo común: la protección de la población.
Ahora bien, lo que en este momento corresponde hacer, en función de la emergencia y la situación de desastre que se presenta en la costa de Guerrero, es aplicar un enfoque de salud pública como estrategia a seguir. Esto es: en primera instancia, garantizar el acceso a un refugio para quienes perdieron sus viviendas, así como proporcionar agua de buena calidad y en cantidad suficiente para toda la población; fomentar buenas condiciones de higiene; brindar seguridad alimentaria; implementar actividades encaminadas a prevenir las enfermedades transmisibles, y llevar a cabo otras actividades de promoción de la salud. Por lo tanto, las autoridades están privilegiando, en primera instancia, que las personas pernocten en lugares seguros, para lo cual están abriendo refugios temporales; también están coordinándose para garantizar una seguridad alimentaria a la población afectada por esta situación catastrófica.
Para brindar una completa protección a los damnificados, la prioridad es asimismo cubrir los requerimientos mínimos de agua. El agua y el ambiente desempeñan una función importante en la diseminación de varias enfermedades, por lo que, además de garantizar el abastecimiento del líquido, es importante poner en operación las plantas de tratamiento, estar monitorizando la calidad bacteriológica del suministro y realizar acciones de cloración. El enfoque de salud pública promueve las acciones de saneamiento básico e higiene, y éstas deben llevarse a cabo mediante la gestión de excretas, aguas negras y desechos sólidos. El entorno de desastre es, ya de por sí, de enorme complejidad, y las condiciones de hacinamiento lo hacen susceptible al desarrollo de mosquitos y otros vectores transmisores de enfermedades infecciosas, por lo que, a la par, se deben aplicar medidas de control y mitigación para atenuar una posible epidemia de dengue y de otros padecimientos infectocontagiosos.
Desde la perspectiva de la vigilancia epidemiológica, las autoridades deben obtener información útil cuyo análisis se realice en el terreno, con la intención de tomar decisiones que se transformen en acciones. Asimismo, en este caso de enorme urgencia, la organización de los sistemas de salud se orienta a apoyar los servicios de salud existentes y a crear sistemas paralelos temporales, por el aumento de la demanda de atención primaria y hospitalaria. A este respecto, la Coordinación de los Institutos Nacionales de Salud y otros organismos involucrados son un ejemplo de enorme empatía y solidaridad, y en una maniobra de intervención de profesionales de la salud del más alto nivel, han creado diversas brigadas de salud que otorgan atención médica in situ, en el ámbito clínico y el quirúrgico. En este momento, la coordinación central tiene como prioridad reforzar y ampliar la capacidad de los servicios de salud para brindar una atención adecuada a la población afectada. En el futuro inmediato se deben implementar también acciones de asistencia psicosocial, porque uno de los objetivos de la mitigación de riesgos será reducir con equidad la vulnerabilidad de las personas ante los riesgos sanitarios y sociales que se mantengan presentes.
La salud pública debe prepararse de manera creciente para intervenir en casos de desastre, enfrentar nuevas pandemias, incidir en el cambio climático ‒que constituye la mayor amenaza de la salud mundial‒ y contribuir a mejorar la cada vez más deteriorada salud planetaria.
* Especialista en salud pública.