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Pasión por descubrir es una palabra que define el carácter y el destino de Juan Antonio Siller Camacho, nacido en Ciudad Juárez, Chihuahua, hombre generoso pero exigente e incluso polémico, comprometido en la investigación y defensa del patrimonio cultural de México. Claro, conocimiento y prudencia, pero también carácter, son fundamentales para asumir una postura de lo que se cree se es en la vida. La vocación es una pasión puesta al servicio de los demás.

Siller estudió la licenciatura en arquitectura y su doctorado en arquitectura prehispánica en la Facultad de Arquitectura de la UNAM, e hizo las maestrías en arqueología y museología en la ENAH y la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía «Manuel del Castillo Negrete» (Encrym-INAH).

Conocí a Juan Antonio Siller en diciembre de 2006, cuando realizaba recorridos por diversos sitios históricos de Yautepec con sus alumnos de las facultades de arquitectura de la UNAM y la UAEM. Quien esto escribe y el cronista César Ortiz le acompañamos y apoyamos para la investigación histórica y hasta para el levantamiento arquitectónico de diversos inmuebles, entre ellos el Teatro Aurora y el Acueducto del siglo XVIII que atraviesa el Río Yautepec, entre los barrios de San Juan y de Yautepec. Escribo de memoria, pero recuerdo que el resultado fue una basta producción de tesis de arquitectura especializadas para la puesta en valor del patrimonio industrial y religioso local: haciendas, sistemas hidráulicos, conventos, edificios civiles, caminos, arquitectura vernácula, etcétera. Algunas de esas investigaciones fueron merecedoras de reconocimientos internacionales, especialmente sobre el Río Yautepec y la hacienda de Apanquetzalco.

Gracias a su apoyo técnico en 2012 logramos restaurar la ex-estación del Ferrocarril Interoceánico de Yautepec, que ocupa la Casa de la Cultura Virginia Fábregas. En ese entonces, en mi carácter de titular de la extinta Dirección de Protección al Patrimonio Cultural de Yautepec conocí a sus alumnas, las arquitectas Carolina Cervantes, Patricia Felipe e Itzel Velazco, recién egresadas de la Facultad de arquitectura de la UNAM, quienes generosamente nos donaron la realización del proyecto arquitectónico que recibió recursos del entonces Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta). Actualmente el inmueble permanece sin ninguna intervención, luego de las afectaciones por el sismo de 2017.

Al paso de los años, nuestra relación se estrechó gracias a que compartíamos amistades en común y al trabajo conjunto. Junto a Fernando Hidalgo, Edgar Assad, Adalberto Ríos Szalay, Heberto González de Matos, Eduardo del Conde, José Miguel Rueda, Nora Brie y Patricia Lara Santín, colaboramos con Siller en innumerables proyectos de restauración, investigación y divulgación, así como en diversas actividades de difusión y en defensa del patrimonio cultural que concluyeron en momentos de frustración, pero sobre todo en resultados felices y en libros entrañables de la llamada Colección Patrimonio Cuauhnáhuac, entre ellos: Los hombres del arroz: tradición y cultura, Monumentos históricos de Cuernavaca, El itinerario cultural del Galeón de Manila, arte y cultura México-Filipinas: 450 aniversario del tornaviaje del Galeón de Manila al puerto de Acapulco, México, 1565-2015 : una mirada desde Cuernavaca, al que años más tarde le siguió El itinerario cultural del Galeón de Manila, préstamos culturales entre México y Filipinas.

Generoso como era, entre abril y octubre de 2015, sabiendo de nuestro trabajo, entonces recién fundado el Instituto de Cultura de Cuernavaca, pero sin recursos, el Dr. Siller nos donó 8 conferencias magistrales de actualización sobre el patrimonio cultural de Morelos y 8 paseos culturales. Fue un exitazo, más de cincuenta asistentes: guías de turistas, promotores culturales, estudiantes de las carreras de historia y turismo.

Lo recuerdo siempre puntual y generoso intelectualmente, solidario y férreo defensor con las causas en defensa del patrimonio cultural de las y los morelenses. Juan Antonio era amable, pero no cedía. A veces de pocas formas, como buen norteño, reclamaba y encaraba la falta de acciones contundentes para. Era un crítico de la burocracia de las instituciones estatales, municipales y federales, incluso las culturales, como el INABAL, UNAM, la UAEM, y su casa, el INAH. Poco comprendido, sí. Juan Antonio siempre se extralimitaba. Rebelde, siempre quería más, siempre creía que se podía más. Fue un hombre sumamente trabajador: lector voraz, prolífico y analítico como pocos. En todo momento estaba abriendo una línea de investigación, preparando un artículo, una conferencia, un viaje, un libro, un expediente.

Conversé con él hace unos meses y después de la muerte de Adalberto Ríos Szalay. Ideamos un libro, me mandó su texto que guardo inédito para que vea la luz. Fue alejándose de los escenarios académicos. Cumplió con sus entregas para La Jornada Morelos, en donde podemos encontrar más de treinta colaboraciones sobre su leitmotiv: el patrimonio cultural en su diversidad contextual. Ya no podremos conversar con él en el ciclo Pensar El Sur, del cual él fue un entusiasta promotor para su realización. Su conferencia quedó con el siguiente título: “Pensar el Sur. Pueblos y territorialidad. El espacio y tiempo histórico”, de la que me dijo: “será una oportunidad para ampliar los conceptos de espacialidad y temporalidad relacionados con la idea de eso que los historiadores llaman El Sur”. “Exposición y planteamiento de su marco de referencia histórico y teórico, espacialidad dimensional y entorno y movilidad, nuevos asentamientos a los preexistentes mesoamericanos, «pueblos viejos», temporales y nuevos asentamientos. Dejo después de este planteamiento la discusión de varios temas entre ellos el de los «llamados pueblos originales».

Juan Antonio Siller fue integrante del consejo directivo del ICOMOS Mexicano y del ICOM, el Consejo Internacional de Museos, la única organización mundial de museos y profesionales de museos dedicada a la promoción y protección del patrimonio cultural y natural, presente y futuro, material e inmaterial. El ICOMOS es una asociación civil no gubernamental, ubicada en París, en Francia ligada a la ONU, a través de la Unesco, que fue fundada en 1965, como resultado de la Carta de Venecia de 1964 También fue catedrático del Posgrado y editor de los Cuadernos de Arquitectura Mesoamericana y miembro del Seminario de Arquitectura Prehispánica FA UNAM, e Investigador Perito del INAH Morelos desde 1977.

Su colaboración en la elaboración de los catálogos de monumentos históricos inmuebles de la Ciudad de México, Baja California y Morelos, así como en la actualización de los de Oaxaca y San Cristóbal de Las Casas le dio una experiencia de campo que le sirvió a lo largo de su vida, sosteniendo vínculos con promotores y defensores del patrimonio cultural en los municipios. Igualmente, su participación en proyectos internacionales como en el Petén, Guatemala, en colaboración con investigadores de esa república, le permitió realizar viajes de reconocimiento arquitectónico, de conservación y de publicaciones durante más de tres décadas.

De su amplia obra, son imperdibles de leer El Patrimonio Cultural y los Monumentos Históricos en el Estado de Morelos, tomos 1 y 2, obras que son una suerte de testamento sobre el estado que guarda el patrimonio cultural edificado en el estado de Morelos.

Su muerte se suma a la de férreos personajes como el arquitecto Miguel Ángel Betanzos (1948-2021), apasionado investigador y defensor del patrimonio arquitectónico de Cuernavaca, especialmente de su Catedral y del Jardín Borda; la de Samuel Hernández Beltrán (1949-2023)m historiador y cronista, presidente del Consejo del Patrimonio Histórico de Cuautla; César Ortiz Triana (1954-2023), cronista y fundador del Grupo Cultural Yautepec A.C. incansable promotor de la exploración arqueológica y la defensa del patrimonio cultural de Yautepec; y Adalberto Ríos Szalay (1943-2024), antropólogo visual y fotógrafo, el documentalista más importante del patrimonio cultural de Morelos y de México. Estos episodios nos hablan de la ronda de las generaciones.

Hay sucesiones, herencias a las que hay que honrar, Nos queda un legado de libros, ensayos y artículos especializados y de divulgación, así como programas de radio, especializados en arquitectura, arqueología, itinerarios culturales y en materia de restauración, conservación y puesta en valor del patrimonio cultural de Morelos, esa riqueza que constituye el alma de las y los morelenses, su sentido y su destino, su devenir.

Nuestro agradecimiento siempre. Lo vamos a extrañar.