loader image

 

URBANIDAD

 

Teresa cruzó la calle apresuradamente procurando evitar terminar atropellada por el flujo incesante del tráfico vehicular. Por poco y se tropieza con un par de tenis nuevos arrojados sobre el asfalto: el derecho aplastado y el izquierdo intacto de momento por puro milagro. El tenis reducido de su forma habitual de 3D a aplanado 2D lucía como obra urbana de plástica contemporánea. Fue entonces cuando Teresa recordó el insecto trascendido a otro plano existencial gracias a una sola aplicación de un spray despachador de insecticida, pensando que tenía que agregar el producto a su lista de supermercado, habiéndose acabado la sustancia en aquel momento y elucubrando con más empeño en las posibilidades que pudieron haberse reunido, de manera informal o no, para que aparecieran ambos zapatos deportivos en el lugar donde aún yacían, mientras otras llantas se alistaban dispuestas a emparejar el tenis izquierdo sin piedad. Todavía con colores originales y lustrado, parecía haber salido del escaparate de artículos deportivos más frecuentado en la temporada primaveral por todo tipo de clientela. Teresa tomó las fotos del recuerdo antes de que sucediera el evento. En ellas se podían apreciar detalles tales como la calidad de la costura o de la suela o bien un posible número 9 de tamaño. Entre las hipótesis recabadas por la mujer figuraban las siguientes, por orden de improbabilidad: en un gesto de ira súbita, alguien azotó los tenis por la ventana de un coche deportivo porque resultaron ser de un número menor al suyo y el ticket de compra no aparecía en su cartera imitación de cocodrilo; fueron extraídos de una mochila robada y luego abandonados por no ser del gusto estético del ladrón ni tan ocasional como solía afirmar ante sus amistades. Se atrevió también a pensar en una ventisca excepcionalmente violenta, capaz de hacer volar por arriba de la barda a unos tenis a punto de convertirse en refugio para dos gatitos recién nacidos.

Teresa recibió los alimentos y productos encargados a través de una aplicación. El joven repartidor enumeró verbalmente el total de artículos no sin antes pedir el pago con la tarjeta del servicio integral obtenida por Teresa sin salir de casa según promovía la tienda en sus comerciales radiofónicos. Ella revisó la caja de cartón para ubicar principalmente la presencia de la pasta dental, la mayonesa y los jitomates. Su mirada quedó clavada en los tenis dispares del joven. Sin esperar la pregunta de su cliente, Jerónimo se sintió obligado a confesar que, por la tarde pasada, su mejor amigo le entregó un par de tenis abandonados supuestamente por su dueño por razones desconocidas, aunque se atrevió a formular algunas hipótesis que confirmaban las de Teresa en su caminar matutino. a manera de última propuesta, Jerónimo sugirió que una persona deseaba correr descalza y los dejó en la ya mencionada mochila. Se sonrojó sin embargo por la mirada insistente de la mujer en su calzado. “El pie derecho ésta estropeado, pero casi no se nota, ¿verdad?” preguntó eliminando en ese instante de una pisada precisa la cucaracha que pretendía subirse por su pie? ¿Quién deja objetos bultosos en medio de las calles que pueden provocar un accidente? O mejor dicho, agregó Teresa enseñándole en su celular una nota periodística acabada de publicarse ¿ quién se pone los zapatos de un difunto arrojado en la vía pública cuyo impacto violento provocó que se le salieran los tenis?

Nota: Los sucesos y personajes retratados en esta historia son ficticios. Cualquier parecido con personas vivas o muertas, o con hechos actuales, del pasado o del futuro es coincidencia, o tal vez no tanto. Lo único cierto es que no existe manera de saberlo y que además no tiene la menor importancia. Creer o no creer es responsabilidad de los lectores.

*Escritora, guionista y académica de la UAEM