La verdad es que tengo mucho miedo
Quizá en secreto tengo mucho miedo, ni siquiera me lo digo a mí, y no lo hago para que no me tire, para que no me corte las alas, los sueños, las ganas por revelar la foto del mundo ante mis ojos. Pero lo cierto, lo cierto es que está ahí debajo de la cama. La gente suele no hablar de ello, es medio tabú, por ejemplo yo nunca he escuchado a mi papá decir: Hijo tengo mucho miedo. Mis amigos me cuentan a veces que están tristes que les pasó esto o aquello, pero ese momentito se baja con una cerveza o un café, y ya está, pero poquísimas veces, rarísimas veces un amigo me ha mirado a los ojos y me ha dicho Andrés tengo mucho miedo… me cago de miedo.
Yo sentí miedo hace unos días, y me quedé pensando por primera vez y reflexionando a qué le tengo miedo, por una vez miré debajo de la cama y lo vi ahí, y conversamos, el miedo y yo. Y sin querer hicimos una lista; me da miedo ver envejecer a mis padres, me da miedo me aterra que algo malo le pase a mi familia – que sufran, que enfermen, me da miedo nunca encontrar “un camino”, no hacer casa, me da miedo defraudar a la gente que quiero, a mis amigos, me da miedo que mi perra muera, me da miedo no dejarme sentir, no bailar por pena, no entregar el corazón por si me abandonan, también me dan miedo las agujas, pero lo disfrazo de risa, siempre, cada que me vacunan o me sacan sangre me río como loco, y a veces las enfermeras también se ríen, porque la risa se contagia, y ahí estamos los dos cómo estúpidos ¡jajajaja!,y la gente de afuera no entiende, una vez una me dijo: Ya déjate de reír que me haces reír y no puedo inyectarte, y entre la risa se le movió la mano, que movió la aguja y me la clavó mal, me dolió muchísimo, pero no paramos de reír, como tontos.
Y ahí entendí algo, el miedo como la risa, también se contagian.
Yo espero, que con esta visita al miedo (de vez en vez) también me visite la risa, y ojalá logre hacer reír a mis padres, a mi hermana, ojalá que cada vez que juegue con Nina mi perra, entienda que no quiero hacer otra cosa que hacerla sentir bien, que se ría un poco por dentro, o que con esa cola que se mueve de lado a lado me diga que sí, que le alegre un poquito.
Y ya está entonces cumplí un poco.
Lo cierto es que tengo miedo, creo que todos tenemos mucho. Pero también me cobija la alegría y la risa, y hasta que esos momentos vengan, yo seguiré luchando entre la aguja y una enfermera, entre el miedo y la vida.
Imagen cortesía del autor