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Desde inicios de año Morelos se estremece con la celebración de los Carnavales, que lo identifican a nivel nacional.

Los Chinelos son parte de la identidad cultural de nuestro estado que, a nivel internacional, sirven para identificar a todo México, como los Voladores de Papantla, las pirámides de Teotihuacán, las de Chichen Itzá o los Atlantes de Tula. Son un genuino motivo de orgullo nacional.

Y ya empezamos con el Carnaval de Jiutepec, el primero, que se celebró entre el 19 y el 23 de enero, le siguió el de Emiliano Zapata, del 2 al 13 de febrero. El de Tepoztláncomenzó ayer. 

Hoy inicia uno de los más añejos y tradicionales, el de Tlayacapan que, junto con el de Tlaltizapán, se prolongará hasta el miércoles. Después vendrá el de Yautepec, del 24 al 27 y acabarán en Anenecuilco el 30 de marzo.

Toda una temporada en la que comerciantes y municipios confían en comenzar a salir de los nefastos efectos económicos de la pandemia, que obligó su suspensión por dos largos años.

Todos ansiamos un poco de normalidad y mejor si es junto con los entrañables Chinelos, de presencia amable, socarrona y brincadora.

Celebremos que Morelos alberga aun Chinelos que no olvidan su zapateado, marchantas que no han perdido sus recetas, comerciantes que no pierden la esperanza y niños que se entusiasmarán en su primer Carnaval.

Si podemos, olvidémonos de la realidad aunque sea por un par de días y celebremos nuestra identidad. De eso se trata el Carnaval: la fiesta antes de la penitencia, de la que ya hemos adelantado varias cuotas, por si alguien lleva la cuenta.

No está de más recordar que la alegría se disfruta más con moderación.

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