Canto 22 o la paranoia de la poesía*

 

A Bety, Rod y Vlad

Nunca supe de poesía hasta que las olas del sol estallaron en mi frente enseñándome que a veces es de noche

Cuando aprendí a leer estuve un poco menos solo

Me supe acompañado de cientos de fantasmas que olían todos a lo que huele el azahar

Después vino la noción de la muerte y sentí que la única forma de acercarme a ella era leyendo lo que mis propios dedos dibujaban en la arena frente al mar

Estoy cansado porque soy un árbol viejo cuyos pasos han dejado huellas sobre su propio tronco hueco

He caminado en la superficie de mi ser hasta ya no saber dónde acaba mi cuerpo y donde empiezan las selvas

No entiendo la diferencia entre mano y acantilado

Entre deseo e islote

Entre llave y musgo

No sé dónde acaba mi cuerpo y empieza el rocío de la mañana

La frontera se ha borrado y siento que he agotado el tiempo

Que estoy de sobra

Que llevo más de la cuenta observando lo que mis perros hacen cuando hace frío y no encuentran donde acurrucarse

Estoy vivo para contemplar

El silencio abarca todo lo que he escrito y siento que adentro de mí vive un árbol viejo que ya no soporta el peso de sus raíces

Ya es otoño

Ya puedo decir adiós

Guardarme las cosas por decir

Hablar con los ojos siempre al borde del llanto

¿Pero qué hacer cuando se han agotado las palabras?

Me gustaría volver a decir todo de otro modo

Decir por ejemplo el perfume de las ciruelas que estáticas a tierra se maduran en el tiempo finitamente púrpuras

O todo demonio es grato pues la fealdad no es nada sino el principio de lo hermoso

Y la vida toma siempre la forma de la alcoba que nos contiene

O vendrá la muerte y no tendrá ojos

Decir por ejemplo pies de ángel abrasados por la antigua conexión celestial al dínamo estrellado de la maquinaria de la noche

O incluso y el miedo no tendrá señorío

Cubiertos los vivos se habrán confundido con las bestias del viento y la luna poniente

Pueblo irreal encima de la parda niebla del amanecer invernal

O no es tu alma lo que en tu alma busco sino destruir tu sexo

Germinar con todo el barro de la vida lo que aún no ha vivido

Decirte algo así como viniste a posarte sobre una hoja de mi cuerpo

Gota amarga y ligera como el sol sobre nuestras muchas muertes y decir para acabar pronto cosas tan tristes como si yo muriera las estrellas a pesar de su lámpara encendida perderían el camino

*Fragmento del libro inédito Canto a la vida o el incendio de las flores.