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José Martínez Cruz y Marco Aurelio Palma Apodaca

Esta ola de calor es sólo la expresión fenoménica de una crisis ambiental de proporciones mayores. Desde una perspectiva ecosocialista se puede comprender las raíces de lo que está ocurriendo en el mundo y, sobre todo, las alternativas posibles.

¿Cómo enfrentar el cambio climático? Esta semana en Morelos la temperatura está rompiendo niveles históricos. Los daños ambientales son terribles y las consecuencias están a la vista. Tener conciencia individual y actuar colectivamente es fundamental. Necesitamos cambiar el capitalismo, no el clima. Una alternativa ecosocialista es urgente y necesaria.

En su libro sobre economía ecológica y ecosocialismo, el camarada Jorge Salas Plata, siguiendo con el razonamiento de Michael Lowy (2011), señala que el ecosocialismo es una corriente política basada en una constatación esencial: la protección de los equilibrios ecológicos del planeta, la preservación de un medio favorable para las especies vivientes (incluida la nuestra) son incompatibles con la lógica expansiva y destructiva del sistema capitalista. Como lo han ido convirtiendo en fuerzas destructivas, creando un riesgo de destrucción física para decenas de millones de seres humanos. El agrónomo y ecosocialista Daniel Tanuro constata con lucidez que la crítica cultural del consumismo propuesta por los “objetores del crecimiento” es necesaria, pero insuficiente, ya que hay que atacar el propio modo de producción.

Solamente una acción colectiva y democrática permitiría, al mismo tiempo, responder a las necesidades sociales reales, reducir el tiempo de trabajo, suprimir las producciones perjudiciales y reemplazar las energías fósiles por la solar. Esto implica una transformación del régimen de propiedad capitalista, una extensión radical del sector público y de la gratuidad; en suma, un plan ecosocialista coherente. Además de lo anterior, se requerirá el predominio del valor de uso por sobre el valor de cambio, reducción del tiempo de trabajo y de las desigualdades sociales, ampliación de los “sin fines de lucro”, reorganización de la producción de acuerdo con las necesidades sociales y la protección del medio ambiente. Todas las alarmas están sonando: es evidente que la carrera loca hacia la ganancia y la lógica productivista y mercantil de la civilización capitalista/industrial nos conducen a un desastre ecológico de proporciones incalculables, de cara a una crisis de civilización que exige cambios radicales.

Hay que orientar la producción hacia la satisfacción de las necesidades auténticas, empezando por aquellas que se puedan designar como “bíblicas”: el agua, el alimento, la ropa, la vivienda. Ahora bien, el ecosocialismo está fundado en una apuesta, que ya era la de Marx: la predominancia, en una sociedad sin clases, del “ser” por sobre el “tener”, es decir, la realización personal de las actividades culturales, políticas, lúdicas, eróticas, deportivas, artísticas, antes que la acumulación de bienes y de productos.

Así pues, el ecosocialismo es una corriente de pensamiento y de acción ecológica que hace propios los conocimientos fundamentales del marxismo, al tiempo que lo libera de sus escorias productivistas. Para los ecosocialistas, la lógica del mercado y de la ganancia (al igual que la del autoritarismo burocrático del extinto “socialismo real”) es incompatible con las exigencias de protección del medio ambiente natural. Al tiempo que critican la ideología de las corrientes dominantes del movimiento obrero, los ecosocialistas saben que los trabajadores y sus organizaciones son una fuerza esencial para cualquier transformación radical del sistema y para el establecimiento de una nueva sociedad, socialista y ecológica.

La racionalidad limitada del mercado capitalista, con su cálculo inmediatista de las pérdidas y de las ganancias, es intrínsecamente contradictoria con una racionalidad ecológica, que toma en cuenta la temporalidad larga de los ciclos naturales.

Esto puede significar eliminar algunas ramas de la producción (por ejemplo, algunas técnicas de pesca intensiva e industrial, responsables de la casi extinción de numerosas especies marinas, la tala en las selvas tropicales, las centrales nucleares, etcétera). Es el conjunto del modo de producción y de consumo, construido enteramente alrededor de un consumo energético siempre creciente, del automóvil individual y de muchos otros productos domésticos energívoros, lo que debe ser transformado, con la supresión de las relaciones de producción capitalista.

La catástrofe sólo podrá ser detenida con políticas que reduzcan la producción global, reorientándola para servir a las necesidades humanas reales, democráticamente determinadas, respetando los límites naturales. Suprimir los transportes superfluos y expropiar los monopolios de la energía, impensable para los magnates de las finanzas, puede evitar el monstruoso cataclismo humano y ecológico.

Las luchas territoriales contra los megaproyectos productivistas que destruyen a la naturaleza y a las personas son fundamentales para superar las barreras que el capital levanta entre ellos.

Es hora de luchar desde abajo por una transición ecológica pública y social, contra el capitalismo verde y por una sociedad sin explotación ambiental irracional. El proyecto ecosocialista es para vivir bien en esta tierra.

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