Hacia un envejecimiento digno: debemos construir una nueva narración del futuro

 

En el ámbito global, el diseño y la implementación de las políticas públicas se enfrentarán a grandes desafíos para garantizar que sus perspectivas sociales y de salud estén preparadas para aprovechar al máximo el cambio demográfico. Para contextualizar, en 1950 había 130 millones de personas de 65 años o más en todo el mundo. El tamaño de este grupo de edad alcanzó los 600 millones en 2015, y según la Organización de las Naciones Unidas, se estiman mil 600 millones para 2050. En otras palabras, las personas mayores (65 años o más) constituyen el grupo de edad que crece más aceleradamente a nivel mundial. En 2020, el número de personas de 60 años o más superó al de los niños menores de cinco años, y para 2050 el número de personas mayores superará al de los adolescentes y jóvenes (entre los 15 y los 24 años). Esto es, entre 2015 y 2050, la proporción de la población mundial mayor de 60 años casi se duplicará, pues se elevará de 12 a 22 por ciento.

Las consecuencias económicas globales de esta tendencia son graves. Los países deben encontrar la manera de apoyar a un número cada vez mayor de jubilados con un porcentaje menor de la población en la fuerza laboral. En última instancia, los gobiernos deben garantizar un equilibrio entre el bienestar de los jubilados y la sostenibilidad de las pensiones estatales.

En México existen actualmente cerca de 17 millones de personas mayores de 60 años, que en las próximas cuatro décadas se multiplicarán por tres; debido a ello existe una enorme necesidad de promover intervenciones comunitarias que nos permitan transitar hacia un envejecimiento saludable y, también, lanzar iniciativas para planificar la infraestructura y los modelos de atención geriátrica necesarios, desde la perspectiva de la atención primaria a la salud. Esta perspectiva requiere de una interacción multisectorial, porque es indispensable estructurar y planificar políticas sociales de bienestar comunitario y de atención en salud poblacional para las personas en etapa de envejecimiento.

Un ejemplo destacado es la iniciativa denominada Década del Envejecimiento Saludable (2021-2030) de la Organización Mundial de la Salud, que busca la acción concertada de distintos agentes gubernamentales y sociales para incidir en todos los niveles de la atención sanitaria y social, y para construir así sociedades más saludables e inclusivas. Destaca dentro de sus líneas de acción la de cambiar la forma en que pensamos, sentimos y actuamos en relación con la percepción y el significado de la edad y el envejecimiento. A este respecto, entre la población de mayor edad, tenemos que promover la independencia y la autonomía; en forma explícita debe existir un reconocimiento igualitario ante la ley independientemente de la edad, así como la posibilidad de disfrutar de seguridad social y de garantías para la movilidad personal, entre muchos otros derechos humanos fundamentales.

Otra línea de acción consiste en asegurar que en las comunidades se fomenten las capacidades de las personas mayores. En ese sentido, los entornos amigables con la edad son los mejores lugares en los cuales uno puede crecer, vivir, trabajar, jugar y envejecer; es decir, una comunidad amigable con la edad es un mejor espacio para coexistir en todas las edades. Completan esta iniciativa dos grandes enfoques: ofrecer atención integrada centrada en la persona y servicios de atención primaria a la salud que respondan a las personas mayores; asimismo, brindar una mejor accesibilidad, infraestructura física y disponibilidad de recursos humanos orientados a la población geriátrica, para la atención a mediano y largo plazo.

Tenemos que reconocer que, en México, carecemos de un sistema de cuidados geriátricos de largo plazo; también, que es indispensable abrir la discusión sobre la muerte digna y la muerte médicamente asistida. De hecho, existen muchas condiciones mórbidas que son poco diagnosticadas como la demencia senil; se estima que en el contexto nacional existen cerca de 1.3 millones de personas mayores que la padecen.

En el futuro inmediato será imperativo, como eje rector, adaptar el Sistema Nacional de Salud para que responda en forma óptima a las necesidades de las personas mayores. No podemos demorarnos más en dar un fuerte impulso a la investigación y formación de recursos humanos en gerontología y geriatría, porque existe evidencia de que las enfermedades relacionadas con la edad tienen probablemente las mismas raíces genéticas y biológicas que el propio envejecimiento; esto conlleva a pronosticar un crecimiento exponencial de las enfermedades crónicas. Los tomadores de decisiones tienen, sin duda, el enorme desafío de construir una nueva narración del futuro.

* Especialista en salud pública.