LA MUERTE EN LA ERA CIBERNÉTICA

 

“Cuando nacemos ya traemos la muerte escondida en el hígado o en el estómago o acá, en el corazón, que algún día va a pararse. También puede estar fuera sentada en algún árbol que todavía no crece pero que te va a caer encima cuando seas viejo”, dijo el actor Ignacio López Tarso, en su papel de Macario, en la película del mismo nombre (1960).

El verbo “morir” y el sustantivo “muerte” son poco usados en el universo vocabular cotidiano de quienes vivimos en las sociedades modernas. Son palabras y conceptos renuentes en el habla, pero innegables en la vida real.

La muerte de los humanos es un hecho vital irremediable que se ha reflexionado y estudiado desde diversas disciplinas: la filosofía, la biología, la psicología, la sociología, la antropología, el derecho, la historia, y más.

Por ejemplo, la filosofía, que recurre sólo a lo que la razón genera, concluye que la muerte es simple y llanamente el punto final de la vida, ya que no existe un más allá al que se transite después de vivir en este mundo, y que evidencia nuestra cruda e innegable finitud. De igual forma, la biología no va más allá de documentar lo que les sucede a los seres vivos en el ciclo de nacer, crecer, desarrollarse y morir, aunque, si recurrimos a la ciencia de la física, tendremos el pequeño aliciente de saber que la materia no desaparece, sino que se transforma.

La antropología, a su vez, nos ha adentrado en el conocimiento de cómo diversas culturas a lo largo de la historia han entendido y vivido el hecho de la muerte, y de sus creencias sobre lo que viene después de ella. Fuente central de esas visiones ha sido el pensamiento religioso, desde sus versiones primigenias, hasta las más elaboradas, como las monoteístas, cuya narrativa está sistematizada en documentos sagrados. La historia de las religiones da cuenta de múltiples formas de entender la muerte, a partir del significado que se le da a la vida, y lo mismo, pero en sentido inverso.

En un interesante artículo, titulado “Muerte 2.0”: pensar e imaginar la muerte en la era digital”, Israel Márquez analiza el significado y tratamiento que se le da a la muerte en la cultura digital actual. https://www.redalyc.org/pdf/628/62849641006.pdf

El autor nos habla de cómo el tratamiento de la muerte que se forjó en la sociedad moderna, y que aún persiste en gran medida, está siendo modificado por la cultura cibernética, al grado, que, irónicamente, se está regresando a prácticas premodernas en ese sentido.

Nos señala que la modernidad hizo que el tema de la muerte se redujera a un asunto de carácter privado, por lo que se invisibilizó y se desocializó, pero con la llegada de la Web 2.0, que por necesidad obliga a la visibilidad, conectividad, y sociabilidad de los usuarios, se han abierto grandes e interesantes mecanismos para que “la muerte” y los “muertos” sigan vivos y entre nosotros. “La muerte no se oculta, no se la expulsa a hospitales y cementerios, sino que se exhibe públicamente, se comparte colectivamente, como se hacía en otras épocas”.

Ejemplo de ellos son las cuentas en Facebook llamadas “in memoriam”, especie de “velatorio electrónico” en las que se plasma todo tipo de información de la persona fallecida, vía comentarios, fotos, videos, audios lo cual permite que siga presente de manera digital en el mundo de los vivos. Se construye una “dataimagen” (versión digitalizada de la persona) que siempre está a disposición de quien quiera consultarla y alimentarla.

Hasta aquí hemos hablado del significado y tratamiento de la muerte individual, pero llevemos analógicamente esto a la dimensión de un ente colectivo como un grupo de personas o una comunidad nacional, en la era cibernética. A no ser que ocurra una impensable tragedia en la que de pronto desaparezca todo un pueblo, una ciudad, una metrópoli o un país, los grupos humanos, a diferencia de las personas físicas, no dejan de existir en cualquier momento, aunque están sujetos a evolución y en muchos aspectos a transformación. A lo largo del tiempo se van creando las identidades grupales, en el sentido antropológico, y a la vez se someten, en su interior, a la tensión natural entre conservarse y transformarse.

En el marco de un “cambio de época” mundial, es en el espacio cibernético en donde se dirimen “narrativas” de todo tipo, esto es, en donde compiten, se refuerzan o se destruyen la historia, las imágenes, y las identidades de grupos humanos, pueblos, y sociedades enteras. La verdad y la posverdad conviven, pero cada vez es más difícil distinguirlas. Hay clara intención de “matar identidades” y reconstruirlas a la medida de quienes tiene los medios para hacerlo (el dinero, los medios de comunicación y los aparatos de justicia). Peor aún, es tal la acumulación de información en las tecnologías cibernéticas controladas por unos cuantos, que, en cualquier momento, con intención o por accidente, pueden desaparecer todo tipo de registros del ser y quehacer individual y colectivo, sin que se hayan construido “respaldos” de dicha información.

Busquemos que nuestra tradición del “día de los muertos”, no la artificial y comercialmente inducida del “Halloween”, refuerce nuestra memoria de los que nos precedieron, y nos provoque la alegría de saberlos presentes.

*Interesado en temas de construcción de ciudadanía.