loader image

Emiliano Becerril Silva

En abril de este 2023 viene a México João Paulo Cuenca (Río de Janeiro, Brasil), mejor conocido con J.P. Cuenca, un escritor y cineasta brasileño-argentino. Su primera novela, Cuerpo presente, del 2003, cuenta la historia de un hombre que despierta en un hospital sin memoria y de cómo llegó allí. Una especie de Memento brasileño en el cual recordar es iluminar un pasado no necesariamente placentero. Siempre, en Cuenca, está presente la identidad, la memoria, la violencia y la corrupción en Brasil. Cuerpo presente, está planteada en pedazos, como la memoria misma, como un rompecabezas de esos pedazos que solo a través de la imaginación y las licencias poéticas podrán unirse. En 2007 publicó El día Mastroianni, simpática obra que cuenta la historia de un brasileño obsesionado con el actor italiano. La obsesión que Emilio, el personaje, tiene por Mastroianni es tal que lo empieza a desdibujar: una vez más, la identidad es una especie de líquido que se nos escurre entre las manos. Ahí, en la la soledad, la obsesión, que en altas dosis puede llegar a la realidad onírica, se dibuja una trama que con una mano desarrolla una complejidad y con la otra homenajea al actor de la Dolce Vita.

Ese año, el 2007, J.P. Cuenca fue seleccionado por el Hay Festival y los organizadores de Bogotá, Capital Mundial del Libro, como uno de los mejores 39 escritores latinoamericanos menores de 39 años. En 2010, publicó (gran título) El único final feliz para una historia de amor es un accidente, en la que cuenta la historia de (adivinaron) amor entre Joaquim y Ana, cuya relación se ve amenazada por la presencia de un tercer personaje, un misterioso y carismático hombre llamado Eduardo. (¿En las historias de amor siempre hay un Eduardo?). Tiene también ese sello de lo fractal, de lo simultáneo, que caracteriza a la escritura de J.P. Cuenca y que enriquece mucho la imaginación lectora. Cuenca ha publicado cuentos y crónica, La última madrugada (también en 2010). Poco tiempo después, en 2012, la revista inglesa Granta (no confundir con el Granma) lo seleccionó como uno de los mejores escritores brasileños jóvenes. Si dividiéramos a las y los escritores entre quienes buscan historias y quienes son buscados por ellas, sin duda alguna J.P. Cuenca estaría en el segundo grupo. Es un escritor buscado por las historias, acechado por ellas, le tocan la puerta de su casa. Historias, además, cargadas con una alta dosis latinoamericanidad, lo cual, ya sabemos, es bueno y malo. Y tanto, que precisamente eso es lo que sucede con la raíz de su novela Descubrí que estaba muerto.

En 2011, después de haber formado parte de un zipizape vecinal, J.P. Cuenca se enteró de que la policía tenía un acta de defunción a su nombre. Esto se dice fácil. La estupefacción de dicha noticia lo condujo a hacer lo mejor que pudo haber hecho: escribir una novela, Descubrí que estaba muerto, donde Cuenca personaje y Cuenca escritor se adentran en una búsqueda para entender las razones de ese “fallecimiento”. El resultado es un recorrido por un camino irónico, algo inverosímil que es verdad que retrata la corrupción y el absurdo de un Río de Janeiro preolímpico (algo siempre polémico, porque ya sabemos que las olimpiadas y los mundiales son un entretenimiento hipercapitalista cuyo apellido es el despojo). Descubrí que estaba muerto ganó el Premio Machado de Assis por mejor novela, otorgado por la Biblioteca Nacional de Brasil, y fue finalista del Premio Jabuti. De ella, Enrique Vila-Matas dice que es una novela en la que la simulación y desaparición son temas tratados con guantes de seda. A Alain Pauls diría que es un libro oscuro y demencial, a la vez arcaico y futurista. En 2016 Descubrí que estaba muerto fue adaptada al cine, escrita y dirigida por el propio Cuenca.

Elefanta Editorial publica en México Descubrí que estaba muerto, una novela rápida, casi policiaca, casi futurista, autocrítica con la realidad, y de humor. No pueden dejarla pasar.

Emiliano Becerril es editor de Elefanta Editorial