De lugares y resistencias

 

A propósito del tercer aniversario luctuoso de Jean Robert, arquitecto, urbanista, filósofo y profesor de la UAEM, lo reconocemos por mantener siempre una posición crítica frente a los ideales de la modernización. Sin embargo, es importante recordar que en la década de los sesenta, Jean trabajó como dibujante en un estudio de arquitectos en Ámsterdam. En ese momento, la ciudad se caracterizaba por la escasa presencia de automóviles y la predominancia de bicicletas, una situación que avergonzaba al alcalde de la ciudad frente a sus homólogos europeos. En su intento por abordar esta carencia, el alcalde emprendió la construcción de puentes y autopistas, nivelando así el terreno para fomentar el desarrollo capitalista.

En cambio, sería al contemplar aquella Ámsterdam, que Robert detectaría una delicada vulnerabilidad, al que justamente le confería las calidades al lugar y que la capital holandesa perdería más adelante, desgraciadamente. Aun así, este proceso no se daría sin resistencia civil, cuando un grupo radical llamado Provo, comenzó a incorporar bicicletas de uso público en las esquinas de las calles como acto de insurrección, delito por el cual varios de sus miembros serían arrestados. En sus propias palabras, comenta: “Me seducía el deleite de las calles, en especial por la perfumada, vaga, vibrante y vulnerable vida urbana”. Estas cualidades espaciales eran esenciales para él y le permitían escuchar los lamentos de los muros de adobe de la casa que construiría en Cuernavaca. Por otro lado, aborrecía la idea del espacio como un “contenedor multinivel de hipertextos” perdido en un vacío eléctrico. Esta concepción reducía el espacio a un simple telón de fondo, un lugar que “encerraba todas las realidades en un espacio homogéneo de ciencia y gestión”, una definición que, en esencia, resultaba opresiva.

Jean Robert mantuvo siempre una visión compleja y crítica hacia el desarrollo económico. En su perspectiva, el capitalismo tiene una tendencia constante a colonizar el espacio, mientras que los vehículos monopolizan las calles. En última instancia, este espacio se convierte en el campo de batalla donde se despliegan las fuerzas del mercado, perpetuando una lucha económica contra la subsistencia. En este contexto, Robert afirmaba que “la territorialidad va más allá del típico reclamo de tierras”, lo que significa que no se limita al aislamiento de las personas de sus semejantes.

Robert abogaba por la capacidad de subsistencia a pesar de los embates del mercado capitalista, el cual desvincula el uso residencial del lugar que este ocupa, en donde se “borran las huellas de vidas pasadas” y se replica la fragmentación del territorio. Es así que el llamado rescate de la economía utiliza el territorio en un sentido extractivo sin consideraciones hacia los antiguos pobladores, creando paisajes urbanos globales al lado de barriadas sin servicios básicos, denunciando con ello una guerra sucia contra los modos de supervivencia, mal llamados informales.

Ya desde entonces, este urbanista manifestó su rebeldía contra las acciones del capital en el territorio, y volvería después para apoyar las luchas contra la instalación de hipermercados -como el caso del Casino de la Selva en Cuernavaca-, acompañando la resistencia junto a los campesinos de Atenco para impedir la construcción del primer aeropuerto internacional en Texcoco, o compartiendo su sentido de independencia contra la imposición de las llamadas “agendas de desarrollo”, como sería su apoyo al movimiento Zapatista.

Jean nos deja grandes enseñanzas sobre la ciudad, nos señala que el lugar es aquello “habitado por personas…y poblado por los dioses”. Además, nos recuerda el placer de caminar y de cómo éste le da sentido al espacio, abriendo los caminos a distintos itinerarios, lo cual es contrario a la distopía del transporte que aleja a los ciudadanos en lugar de integrarlos. En cambio, nos refiere la ciudad polivalente, interactiva, más humana y vulnerable, y finalmente recupera la dignidad de la resistencia, de la lucha por las causas justas, y por el bien común, que a fin de cuentas, es la esencia del urbanismo. Jean Robert nos lega la utopía de una ciudad más justa, solidaria y humanista, una visión que aplicó a lo largo de su vida y dejó como semilla para aquellos que lo sigan en su camino hacia la libertad.