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Cuantas veces no hemos escuchado decir estas frases a muchos padres y madres: “ya vas a entender cuando seas grande”, “porque lo digo yo, que soy tu padre/madre”, “se hace así, porque el adulto aquí soy yo”, “no puedes opinar porque no eres adulto”, “tú no sabes lo que quieres porque eres un adolescente”, con las que pretenden afirmar su autoridad frente a sus hijas e hijos.

 

Sin embargo, estas frases no ayudan a generar una comunicación efectiva y empática que contribuya a una crianza positiva por parte de los padres. A grado tal que estas frases se han normalizado en nuestra sociedad, porque no las consideran como un tipo de violencia hacia las personas infantes o adolescentes.

 

Esto se debe a que vivimos en una sociedad adultocentrista que en muy pocas ocasiones lo considera como un problema; es más, se oculta y se justifica bajo una apariencia de una presunta protección infantil.

 

Pero ¿qué es el adultocentrismo? En términos generales se define como la supremacía de los adultos frente a las niñas, niños y adolescentes (NNA), en donde, el poder lo ostentan los adultos y no se les considera sujetos de derechos, donde los adultos toman las decisiones por encima de ellos.

 

En este concepto, el adulto es considerado como una persona superior, en tanto que la persona adolescente es minimizada por encontrarse en una etapa de transformación.

 

Es así, porque a la persona adulta se le considera que tiene mayor fuerza y poderío sobre la persona infante y adolescente dado que al tener mayor madurez, pleno desarrollo, capacidad para decidir, mayor experiencia, entre otras circunstancias, se ubica entonces en un plano de privilegio frente a NNA.

 

Esto se debe a que a través de la historia se les ha considerado como objeto de protección, representación y cuidados por parte de personas adultas, fundamentalmente de sus padres, quienes podían disponer de ellos; generando su invisibilización en el contexto social, la negación de sus derechos y malos tratos hacia su persona.

 

Pues, las sociedades adultocéntricas parten de la creencia de que las NNA son personas que no han alcanzado su pleno desarrollo, por lo que se les considera personas incapaces, carentes o inacabas.

 

Existiendo una relación de poder asimétrica en favor de los adultos, por ubicarse en una posición de superioridad frente a las personas infantes y adolescentes, donde a estos últimos no se les reconoce la autonomía progresiva de su voluntad.

 

El adultocentrismo puede generar un maltrato infantil que se ve materializado a través de una falta de respeto de los adultos hacia ellos, generando desprecio, degradación, discriminación y manipulación.

 

Asimismo, se manifiesta cuando la persona adulta considera que las NNA no tienen derechos o cuando se minimizan sus ideas y propuestas, descalificando sus sentimientos o cuando no se les escucha ni se les permite expresarse y peor aún, cuando se normaliza la violencia como medio para una crianza positiva.

 

La falta de empoderamiento que genera el adultocentrismo puede crear una huella difícil de borrar en el desarrollo de ellos, debilitando la confianza que deben tener en sí mismos.

 

Para aminorarlo es necesario visibilizar que las personas infantes y adolescentes son personas que se encuentran en un proceso de desarrollo, pero eso no quiere decir que no tengan derechos, ni menos que no puedan ejercerlos de manera gradual atendiendo a su edad y su desarrollo cognitivo.

 

Por tanto, tienen necesidades que deben ser atendidas y el derecho a expresar sus opiniones y a ser escuchados; comprender que la opinión del infante o del adolescente no es un desafío a la autoridad o falta de respeto hacia los adultos; debe de dejarse de colar etiquetas o prejuicios como el considerar que todos los adolescentes son irresponsables.

 

Utilizar una comunicación asertiva, generar la participación de NNA en los temas que los involucran, utilizar un correcto lenguaje que no sea discriminatorio, ni degradante cuando se dirija a las personas infantes y adolescentes.

 

Las personas adultas debemos reconocer sus límites y que no tenemos todas las verdades y sobre todo entender que los derechos de la infancia y la adolescencia no se deben ejercen en su contra.

*Consejero Jurídico del Tribunal Unitario de Justicia Penal para Adolescentes del Estado de Morelos