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“Con amor, mamá.”

 

La maternidad comienza con los cambios en el cuerpo de la mujer más agresivos y notables, por un lado tenemos lo maravilloso de la biología humana mediante una adaptación corporal como la ampliación de la caja torácica, el reacomodo de órganos vitales, el inicio de la producción de leche materna y una producción agresiva de diferentes hormonas que promoverán el sano desarrollo del feto, se busca entonces que las futuras mamás se sientan felices y se les prohíbe queja alguna sobre la incomodidad que implican dichos cambios. De manera interna surgen pensamientos de rechazo a los cambios físicos del momento oprimidos por la idea obligada de sentirse feliz por lo que avecina castigando y callando cualquier expresión de insatisfacción buscando concentrarse en lo que se les ha enseñado a priorizar: su bebé.

Pasan entonces nueve meses de cambios constantes y muy notorios que modifican la vida cotidiana a la que estaban acostumbradas , en medio de un tormento interno de ideas constantemente contradictorias entre la felicidad y el miedo, un miedo que nunca acaba, todo lo contrario, se intensifica con cada etapa; durante el parto surge nuevamente una gran dosis de dolor y temor por lo que le pasa en su cuerpo además de hacer más real una nueva realidad que el tiempo de embarazo no es suficiente para descifrar qué hacer pero también siente una enorme alegría por conocer al ser humano más cercano a ella con quien ha hablado y compartido un cuerpo.

Con el nacimiento se avecina la lactancia en donde recibe una serie de instrucciones y regaños de enfermeras y médicos que la condicionan a realizar una buena técnica con el discurso de ser la única manera de un sano crecimiento y desarrollo del bebé dejándole en claro que depende de su cuerpo el éxito y castigándola si algo no sale bien, si el estrés o alguna otra condición de salud no permite la lactancia esperada es castigada y en su interior comienza a surgir un miedo repetitivo: ser mala madre. Se siente fracasada e imposibilitada de cumplir las exigencias impuestas por las ciencias de la salud, pero no se rinde, busca alternativas y centra sus esfuerzos en alimentar a su bebé, lo conjuga con el intento de seguir sus sueños y actividades que solía hacer, los primeros meses de verdad lo intenta pero su prioridad maternal siempre las orilla a una cruel decisión, el abandono de metas y un cambio total no solo de su cotidianidad si no también priorizando por el resto de su vida el bienestar físico y mental de su hijo o hija.

Busca las opciones de alimentarlo de manera adecuada en cada etapa de su vida, busca guías y una orientación sobre qué productos ofrecen salud desde que comienza el consumo de pures, algunas de ellas destinan tiempo extra para cocinarlas por si mismas, algunas otras indagan entre las mejores marcas del mercado que ofrezcan mayor calidad, y así continúan en cada etapa de la vida del ser al que le dieron vida, despiertan más temprano para preparar un desayuno, responden a la indicación de evitar el ayuno antes de acudir a la escuela, se esfuerzan por tener tiempo para preparar un “lunch”, también se preocupan para que el consumo de chatarra no sea excesivo e intentan responder a todas la exigencias y prohibiciones de la voz de la salud: gobierno e instituciones médicas.

El miedo es constante, a veces incrementa otras pocas se puede controlar pero la realidad es que cuando una mujer se convierte en madre abandona una parte de si misma con el único objetivo de ofrecer amor y cuidados, nadie le pregunta cómo se siente, nadie apacigua el miedo pero muchos la regañan, la cuestionan y la condicionan por lo que intenta sobrevivir entre el miedo y el amor, buscando hacer lo correcto y cuestionándose todo los días si es suficiente cada meta olvidada, cada dolor físico, cada duda de lo bueno y lo malo, buscando siempre ser buena madre.

Cada hijo e hija creen que mamá tiene las respuestas para todo, que sabe lo que hace y que nunca ha sentido miedo alguno, la colocamos como un semi Dios que ofrece respuestas y amor incondicional, porque esa es la imagen que mamá ofrece, pero cuando pasan los años y ese ser que ha criado con amor se posiciona en el lugar de la maternidad o paternidad surge ante sus ojos esa oleada de miedo y dudas, floreciendo una realidad que había sido ignorada: por supuesto que mamá no fue perfecta y posiblemente se equivoco y esos errores fueron evidenciados -y reclamados- ante un juicio desde la cómoda posición de ser su hijo o hija pero la madurez y la vida suelen ofrecer claridad nos damos cuenta de aquellas tormentas internas, de los riesgos tomados, de la salud olvidada de mamá porque prefirió la nuestra.

El 10 de mayo de 2025 fue un sábado celebrado física y espiritualmente para todas las madres que pese a una historia de vida previa, dieron como ofrenda para nuestra felicidad no solo sus sueños, si no también su propia salud porque nadie le pregunto sobre algún dolor, sobre si tenía hambre y minimizó sus dolencias, festejemos entonces el sacrificio traducido en amor y comencemos a cuidar la salud de las madres, dejemos de exigirles como sociedad una perfección inalcanzable, cambiemos la consulta médica a una versión amorosa del cuidado del cuerpo materno, procuremos su bienestar psicológico, cambiemos este festejo.

Imagen que contiene alimentos, dibujo

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*Psico nutrióloga

Elsa Azucena Alfaro González