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Una de las varias estrategias desplegadas por la oposición en las últimas semanas es la de señalar que la elección presidencial está en riesgo. Desde esta narrativa, existe el peligro de que una “elección de Estado” influya en la equidad de los comicios y termine por definir a la ganadora (seamos realistas: sabemos que Jorge Álvarez Máynez no tiene posibilidades reales de ganar; en parte por sus propios errores y lo impresentable de algunas y algunos políticos de Movimiento Ciudadano).

La discusión no es menor. De ser cierta tal narrativa, estamos ante el peligro de que quien ocupe la presidencia del país a partir del primero de octubre no cuente con legitimidad suficiente. Peor aún, podría ser que la próxima presidenta no llegue al cargo debido a la voluntad de la mayoría, sino que sea impuesta por sectores poderosos para mantener sus privilegios. De ese tamaño es el problema… de ser cierta la narrativa de la “elección de Estado”.

Ahora bien, pongamos en cuestión algunos conceptos. ¿Elección de Estado? Bueno, los organismos que diseñan e implementan las elecciones son parte del Estado mexicano. Tanto el INE como el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (sólo por mencionar un par de ejemplos) forman parte de la estructura estatal en el México de hoy en día. La discusión es si una parte del Estado mexicano, el presidente López Obrador como titular del poder ejecutivo federal, está actuando de manera indebida a favor de una de las candidatas: Claudia Sheinbaum, desde luego.

Creo que el problema es de sobrerregulación. Las leyes actuales son excesivamente restrictivas respecto a lo que puede hacer y decir el presidente en materia electoral, lo cual termina por plantear un panorama acartonado que no refleja el dinamismo y la pluralidad del sistema político nacional. López Obrador es un actor político y, dada su personalidad y sus actuaciones públicas hasta este momento, lo más probable es que lo siga siendo en el futuro próximo. Su participación en la elección es clara, pero también es verdad que hay diferentes proyectos de país en disputa y él forma parte de uno (de hecho, hasta el momento, lo encabeza).

Al mismo tiempo, dicho sistema restrictivo se creó debido a las exigencias del grupo en el poder cuando era oposición, especialmente después de la elección de 2006. La participación de Vicente Fox a favor de Felipe Calderón (¡cómo nos ha costado!) fue bastante clara; incluso, él mismo lo aceptó en una declaración que hizo hace apenas unas semanas: “Operé para que ganara México. Fui respetuoso de la democracia y de la libertad. Fui respetuoso de la Constitución. Y por supuesto que apoyé a Felipe Calderón, pero dentro de la Ley”. La cuestión es que ahora la ley no es la misma y es así ⎯restrictiva⎯ principalmente por las exigencias del movimiento político encabezado por López Obrador. Me parece que se trató de una estrategia política que ahora se les revierte y le da elementos discursivos a la oposición.

Sostengo que, en ciertos aspectos, las actuaciones de Fox en 2006 y las de AMLO hoy en día son equiparables. Fox creyó que apoyar a Calderón era lo mejor para el país; ideológicamente es coherente con sus posturas y actuó en consecuencia. Lo mismo sucede con AMLO y su respaldo a Claudia Sheinbaum. Con todo y mis críticas a la 4T, debo reconocer que hay un punto donde sí existen diferencias sustanciales: AMLO no ha querido iniciar un proceso judicial en contra de Xóchitl Gálvez para dejarla, a la mala, fuera de la elección; Fox sí lo hizo.

Existe un aspecto especialmente importante en este debate: los programas sociales de la 4T. Se trata de políticas públicas muy exitosas y que en buena medida son responsables de la alta popularidad del gobierno. No por nada Xóchitl Gálvez ha pedido que no se les relacione con un grupo político en particular. Sin embargo, los programas sí fueron diseñados e implementados por la 4T y podrían desaparecer en el futuro cercano si un grupo diferente al actual llega al poder. ¿Por qué no decirlo así tal cual en el contexto de la campaña? A eso me refiero con la sobrerregulación y el papel acartonado que suponen las leyes actuales.

Las y los políticos de la oposición tienen elementos para estar preocupados, pero deberían buscar soluciones en otro lado, tener autocrítica y reconocer que, si tienen una pobre medición en las encuestas, también se debe a los gobiernos que encabezaron no hace mucho tiempo. En otras palabras: están cosechando lo que sembraron.

* Profesor de Tiempo Completo en El Colegio de Morelos. Doctor en Estudios del Desarrollo por el Instituto Mora.