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¿POR QUÉ LAS Y LOS ADOLESCENTES LLEGAN A PENSAR EN EL SUICIDIO?

 

¿En algún momento de su vida pensó en hacerse daño o atentar contra su vida? Se lo pregunto porque de acuerdo con la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (Ensanut 2022), el 7.6% de la población adolescente y 7.7% de la población adulta pensó alguna vez en el suicidio.

Esa encuesta también revela la prevalencia de intento de suicidio, que alguna vez fue de 6.5% en adolescentes y 3.5% en adultos. La Organización Mundial de la Salud (OMS) define a la salud mental como un estado que permite a las personas hacer frente a los momentos de estrés de la vida, desarrollar todas sus habilidades, poder aprender, trabajar adecuadamente y contribuir a la comunidad y por otra parte, define al suicidio como el acto deliberado de quitarse la vida.

No debe perderse de vista que las y los adolescentes se encuentran en una condición de vulnerabilidad, atendiendo a que están en una etapa de desarrollo físico, psicológico, cognitivo y emocional, además de estar definiendo su identidad y personalidad.

En lo emocional tienen cambios de humor que modifican su comportamiento, porque pueden estar alegres y de repente estar tristes o deprimidos, se irritan con mayor facilidad a grado tal que pueden perder los estribos. Por lo que sus emociones son más intensas; son impulsivos, asumen riesgos, toman decisiones pensando sólo en el ahora y comúnmente no advierten las consecuencias de sus actos.

Por tanto, los problemas de comportamiento y rebelión son comunes, afectando, en consecuencia, su desempeño escolar, apariencia, elección de amigos y su capacidad para tomar decisiones adecuadas en la vida.

La estadística en ese sentido aumenta considerablemente durante la adolescencia; pues de acuerdo con la Ensanut 2022, en nuestro país para 2021, la tasa nacional de suicidios fue de 6.2% por cada 100 mil habitantes.

Al comparar las tasas de suicidio por sexo entre 2017 y 2021, en las mujeres de 10 a 19 años aumentó de 2.91% a 3.68%, mientras que en hombres para el mismo grupo de edad la tasa incrementó de 6.11% a 6.17%, por cada 100 mil habitantes en ambos casos.

La estadística antes citada muestra que las mujeres reportaron la mayor prevalencia en comparación con los hombres, tanto en pensamiento como en intentos de suicidio.

La salud no es solo ausencia de enfermedades, sino un estado de completo bienestar en el ámbito, físico, social y por su puesto mental; de ahí la necesidad e importancia de promover la salud mental en las y los adolescentes.

En el caso de las y los adolescentes por primera vez habrán de experimentar situaciones de estrés, como por ejemplo un rompimiento amoroso, problemas en la escuela, violencia o conflictos con sus amigos, entre otros, sin olvidar que no pueden controlar sus emociones dada la etapa de desarrollo en que se encuentran.

Por ello, no debemos de normalizar, ni minimizar el estrés, la ansiedad y el distanciamiento social que pudieran presentar para que sean atendidos por profesionales de la salud mental, a efecto de evitar algún tipo de enfermedad de esa naturaleza, pensamientos suicidas o peor aún, que los lleven a cabo.

El Sistema Nacional de Protección de Niñas, Niños y Adolescentes [1], establece señales de alerta y factores de riesgo que pueden anticipar un intento de suicidio, siendo estas las siguientes:

Problemas emocionales, tales como miedos extremos, ansiedad, baja autoestima, culpa o autolesiones como cortes con navajas, inicio en el consumo o abuso de sustancias como alcohol, tabaco u otras drogas ilegales.

Problemas de relación social: disminución en la cantidad de amistades, aislamiento social, incluso de gente cercana, y sentimientos de falta de apoyo familiar o social.

Problemas cognitivos: conductas hiperactivas, de riesgo físico como practicar retos virales para provocarse daños, problemas de atención y concentración; así como descenso en el rendimiento académico.

Trastornos de conducta alimentaria: anorexia (evitan la comida, la restringen o sólo comen cantidades muy pequeñas), bulimia (comportamientos para compensar el exceso de comida, como vómitos forzados, uso de laxantes o diuréticos, ayunos, ejercicio excesivo) o el trastorno por atracón (pierden el control sobre lo que comen).

Haber sufrido violencias: maltratos físicos, psicológicos o emocionales, omisión de cuidados por parte de las personas cuidadoras, abandono, acoso escolar (bullying), ciberacoso o violencia sexual.

Estar en un proceso de duelo por pérdidas: de un familiar, mascota de compañía, divorcio de los padres, tener sentimientos de rechazo, problemas económicos en las familias o falta de empleo de la jefa o el jefe de familia.

Buscar tener a su alcance armas de fuego o medicamentos. Realizar búsquedas en internet o en grupos de redes sociales sobre temáticas relacionadas al suicidio y haber realizado intentos de suicidio previos.

Por tanto, si se detecta alguna de estas señales es importante no minimizarla y debemos prestar atención para descubrir si existen otras señales más y acudir con los profesionales de la salud mental.

*Consejero Jurídico del Tribunal Unitario de Justicia Penal para Adolescentes.

[1] Ver en: https://www.gob.mx/sipinna/articulos/suicidio-infantil-y-adolescente-factores-de-riesgo-y-factores-protectores