De Pablo Torres Burgos a Samir Flores

(Parte I)

 

La historia política de Morelos en el siglo XX y lo que lleva del XXI está marcada en buena medida por una serie de actos violentos contra de líderes políticos y populares que de una u otra forma plantaron cara a las estructuras gubernamentales. Se trata de una estrategia para no alterar el statu quo. La política de no hacer y no permitir que se haga política seria a nivel local en el estado de Morelos, sino que esta responda a intereses creados desde fuera.

La desaparición física ya sea de manera violenta o por medio del exilio de las principales figuras contrarias al régimen borró con cierto éxito a las disidencias políticas organizadas en Morelos contrarias a la autoridad central, tanto a la del gobierno como a la de los partidos políticos. Así las decisiones que afectaban y afectan directamente al Estado y a sus habitantes dejaron de ser tomadas en Cuernavaca y se trasladaron a las cúpulas del poder. Todo lo que esté fuera de esos sitios ha sido visto como potencialmente peligroso por lo que sistemáticamente se ha aplicado una estrategia para marginarlos, mantenerlos a raya, expulsarlos o eliminarlos del mapa político.

Hagamos un recorrido histórico muy a grandes rasgos, para conocer esta estrategia. El primer líder de la Revolución en Morelos, Pablo Torres Burgos, luego del levantamiento maderista en el Estado y tras los desencuentros y desacuerdos con la manera de actuar de Gabriel Tepepa en la toma de Jojutla, renunció al mando del movimiento armado. El 23 de marzo de 1911, en su camino hacia Moyotepec en compañía de sus hijos David y Alfonso y de su asistente fueron encontrados no por tropas revolucionarias sino por fuerzas federales del general Javier Rojas. Los soldados al tenerlos a la vista descargaron sus armas y segaron las vidas de Pablo Torres Burgos y sus acompañantes. Sus cadáveres fueron trasladados a la ciudad de Cuautla donde fueron exhibidos para escarmiento de los que quisieran secundar la revolución maderista y oponerse al poder central.

Abril de 1919 en la memoria, quedarás del campesino como una mancha en la historia…” uno de los magnicidios de mayor impacto en la historia del Estado de Morelos es sin duda el sucedido en la hacienda de Chinameca en 10 de abril de 1919. Contrario a los intereses de Venustiano Carranza, la presencia de Emiliano Zapata en el plano militar y en el político representaba un obstáculo que el primer jefe del Ejército Constitucionalista no se podía permitir. Por eso, además de la represión violenta que sufrieron los pueblos de surianos por los carrancistas, a traición segaron la vida de Emiliano Zapata. En materia política Morelos no recuperaría su soberanía hasta 1930 y los gobernadores fueron designados de manera directa por el titular del ejecutivo, para controlar Morelos.

Hasta aquí hemos visto como los dos principales líderes revolucionarios opuestos a las estructuras del poder fueron eliminados de manera violenta por parte del Estado. Para Morelos los años 20 están marcados por las intrigas políticas entre los sobrevivientes del movimiento armado. Las ambiciones personales y el gobierno federal jugaron papeles muy importantes en los destinos de personajes como José G. Parres o Genovevo de la O, este último agrupaba tras de sí a buena parte de los antiguos zapatistas opuestos al grupo de intelectuales de Antonio Díaz Soto y Gama y Gildardo Magaña.

En un movimiento sin violencia hacia el general de la O, fue apartado del escenario político morelense en 1923 siendo trasladado al estado de Tlaxcala como jefe de operaciones militares, entidad en la cual carecía del arraigo político como para ser un obstáculo de las decisiones del gobierno federal para Morelos. Esto de ninguna manera significó el fin de los ajustes de cuentas políticos en el Estado, pero sí tuvieron una disminución en las primeras esferas de la política morelense… al menos hasta 1962.

*Historiador