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PERFECCION

Hélène BLOCQUAUX*

 

En el avión que transportaba a Carmen rumbo a una playa de ensueño que se le antojó de pronto visitar, dejándose cautivar por las imágenes seductoras que desfilaron en un reportaje televisivo en días anteriores, la mujer reflexionaba sobre su vida, llenando un cuestionario en la revista femenina comprada de última hora junto con cacahuates picantes y gomitas de colores antes de abordar su vuelo nacional. La ejecutiva entrante en el cuarto piso, detuvo su atención en un artículo de Rosa Hernández sobre los principales mandatos de la sociedad cuando el comandante pidió a los pasajeros abrochar sus cinturones: estudiar, ser feliz, ser bella al estilo hipermoderno, estar de buen humor, ser competitiva en el trabajo y en el gimnasio, ser rica, tener pareja fiel, hijos en el momento adecuado, y un sinfín de requisitos inalcanzables. Sucede, según la autora, que en caso de cumplir con la lista anterior, las personas pueden entonces aparecer en retratos virtuales de las diferentes etapas de la vida marcados por momentos simbólicos, para luego exponerlos a la audiencia real y virtual, procurando en todo momento esconder los signos de imperfección cuando éstos se empiezan a presentar: edad, éxitos postergados, vida sentimental a destiempo y al surgir una eventual crisis, recurrir a los recuerdos emotivos para que las amistades no sepan de la complejidad del presente. Carmen se puso a cuestionar:

¿Qué se gana entonces, si es que algo se gana al publicar su vida en redes sociales? Únicamente la aprobación genuina o fingida de la audiencia mediante sus comentarios. ¿Será que apuntamos a luchas equivocadas que nos llevan a un estado la infelicidad por dictados sociales? Al emprender su descenso la aeronave, Carmen, aunque un poco somnolienta, se encontraba consciente de alimentar sus paradojas y de asumirlas: su soltería acompañada con su envidiable libertad, sus visitas a la clínica de cirugía estética mientras pregona asumir arrugas y canas ante su círculo más cercano, sin olvidar mencionar su aceptación de citas eventuales en sitios dedicados a encuentros amorosos tipo entrevista laboral pero con cupidos digitales. ¿Cómo escapar de las imposiciones implícitas que llevan al conformismo de la aprobación general sin morir en el intento?

La última pregunta del cuestionario consistía en lo siguiente: ¿si se saca el día de mañana el premio mayor en algún juego de suerte, se quedaría con su vida actual?

Carmen colocó una palomita más firme que las otras en la casilla NO.

Al bajar del avión, Carmen se despidió de la tripulación y fue a comprar un boleto de lotería.

La historia no especifica si Carmen se sacó el premio mayor o un reembolso de su boleto, pero sí que se quedó con la pregunta del cuestionario que la movió a tal grado que, a partir del día siguiente, acostada en su toalla de palmeras en la playa, dejo de comprar su revista femenina, cerró su cuenta de Instagram, se desuscribió de varios canales de belleza de Youtube, quitó su foto de perfil de Tinder y empezó a recibir comentarios ofensivos, razón por la cual terminó cancelándola.

Contempló con un sentimiento de amor inconmensurable las olas transparentes que se acercaban a sus pies. Cedió al llamado del agua templada y entró a nadar olvidándose del tinte rojizo recién aplicado a su abundante cabellera.

Nota: Los sucesos y personajes retratados en esta historia son ficticios. Cualquier parecido con personas vivas o muertas, o con hechos actuales, del pasado o del futuro es coincidencia, o tal vez no tanto. Lo único cierto es que no existe manera de saberlo y que además no tiene la menor importancia. Creer o no creer es responsabilidad de los lectores.

*Escritora, guionista y académica de la UAEM