loader image

Por Elsa SanLara*

Querida Ana Guevara, te reto a quitarte el sombrero.

El sombrero ha sido un símbolo innegable de la civilización, desde las sociedades agrarias que dieron vida al gorro frigio y al sombrero vueltiao, hasta la contracultura del siglo XX que decidió desprenderse de él para siempre. En el pasado, el sombrero fue una prenda de uso exclusivamente masculino, como el petaso que portaba el Dios del Olimpo, Hermes, y los campesinos helénicos. Con el tiempo, el sombrero evolucionó y migró a la Europa Medieval, convirtiéndose en una forma de distinguir a los señores de los siervos, a los artesanos de los profesionales liberales, a los cristianos de los judíos, y a los hombres de las mujeres. El sombrero lleva consigouna larga historia y una compleja codificación sobre quién, cómo y cuándo debe usarse.

Sin duda, mi favorito es el sombrero de estilo Calentano, el que visten los hombres que labran la tierra en mi pueblo, al sur de Morelos. Son hombres fuertes que trabajan de sol a sol, luchadores incansables que sostienen a sus familias con el fruto de su esfuerzo diario.No son los gentlemen ingleses que acuden al «Royal Ascot» con sombreros de copa alta, sino caballeros honestos, que cuando les saludas, se levantan ligeramente el sombrero como símbolo de respeto y te sonríen de forma sincera.

Estoy casi segura de que esos campesinos desconocen el origen de la costumbre de «quitarse el sombrero». Es probable que ninguno de ellos haya escuchado hablar de Erasmo de Rotterdam, quien en el siglo XV escribió en «De la urbanidad de los niños» que al sentarse a la mesa con personas importantes se debía quitarse el sombrero y procurar estar peinado. Tampoco creo que hayan leído la guía impresa del Conde francés de Larmandie, donde se explicaba cuándo y dónde una persona debía quitarse el sombrero, así como el tiempo que el sombrero debía permanecer en el aire durante ese ritual. Y dudo mucho que tengan una copia del «Manual de Urbanidad» de Manuel Carreño, que incluía diecinueve normas relacionadas con el uso del sombrero.

Yo tampoco conocía el origen, ni tengo copias de esos libros, pero eso nunca me ha impedido «quitarme el sombrero» cuando soy testigo de un acto de valentía. 

Por ejemplo, llevo semanas quitándome el sombrero cada vez que leo alguna nota sobre las hazañas de la Selección Mexicana de nado sincronizado.

Me quité el sombrero cuando las nadadoras no se quedaron calladas, y decidieron pronunciarse públicamente sobre que no habían recibido la ayuda que el gobierno tenía destinada a su participación en la Copa del Mundo en Egipto, y exigieron explicaciones a la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte (CONADE). Ante la falta de apoyo económico, las nadadoras tomaron la iniciativa y se convirtieron en emprendedoras para perseguir su sueño. Vendieron trajes de baño y toallas por internet para financiar su viaje, sin depender de la CONADE.

¡Chapeau! Dicen los franceses cuando se quitan el sombrero. ¡Chapó! dije yo cuando me enteré de que, en lugar de estar entrenando, dedicaban su tiempo y energía a buscar apoyo económico, porque el dinero para pagar el avión, el hotel y sus alimentos, se había perdido en la calle CONADE, esquina con avenida Corrupción. 

Me quité el sombrero y aplaudí a Carlos Slim Helú y Arturo Elías Ayub por patrocinarles el viaje a Egipto no solo a Nuria Diosdado y Joana Jiménez, las lideres del equipo, sino al resto de nadadoras, entrenadores y al fisiatra.

Hace unas semanas, cuando las vi colgarse la medalla de oro, en lo más alto del podio en Egipto, no solo me quitéel sombrero, sino que lloré emocionada, abrazada a mi caja de Kleenex, frente al televisor. Porque ellas somos todos.

Ellas representan a los mexicanos que necesitan apoyode cualquier tipo, medicinas, becas, subvenciones, fuentes de empleo, etcétera, y que el dinero se queda en el camino, en los bolsillos de gente sin escrúpulos. Esasnadadoras somos todos los que tenemos un sueño o una familia que sacar adelante, gente como tú y yo, que no se queda de brazos cruzados, que sale diariamente a ganarse la vida a una oficina, a labrar la tierra, a vender comida, a limpiar casas, a emprender en pequeños negocios, o que tienen que emigrar y dejar la tierra que los vio nacer. Porque sabemos que quizá el apoyo para tener un país mejor existe, pero nunca va a llegar a sudestino.

Ana Guevara, presidenta de la CONADE, declaró que ella no mandó a las nadadoras a vender calzones, refiriéndose de forma despectiva a los trajes de baño, yagregó «si las nadadoras tienen problemas con los calzones, que se los quiten»

Yo me quité el sombrero por Ana Guevara cuando hizo podio en las Olimpiadas de Atenas 2004, de la misma forma que me lo quitaba por las mañanas, cuando la veía entrenar incansablemente el Comité Olímpico Mexicano. Ojalá hoy me pudiera seguir quitando el sombrero por ella, pero «Anita» ha perdido no solo su credibilidad, sino también su grandeza y ha empañado para siempre su gloria. 

El día de la competencia en Egipto, una de las nadadoras dio gracias a la vida por regalarle pruebas que la hacían crecer, y momentos antes de entrar en la piscina le pedía a Dios que la ayudara a cambiar sus miedos por fe.

Gracias sirenas del equipo de nado sincronizado por traernos la gloria del oro a México. 

Gracias Nuria Diosdado y Joana Jiménez por recordarnos que para ganar en la vida hay que tener grandeza de espíritu y jamás rendirnos ante la injusticia ni la adversidad.

Atletas de alma grande, me seguiré quitando el sombrero por personas como ustedes y me quitaré hasta los calzones si es necesario. ¡Chapó!

*Licenciada en Administración de Empresas, ex atleta de elite, y mi verdadera pasión es contar historias (lo que se conoce vulgarmente como «echar chal») Instagram @curvyzilla

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *