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Miguel A. Izquierdo S.

Cuando hace cerca de cuarenta años leí el brillante librito titulado Pueblos de indios, mulatos y mestizos, de la Dra. Brígida Von Mentz, pude hasta entonces explicarme parcialmente por qué entre mis alumnas y alumnos, encontraba, generación tras generación, algunes con rasgos africanos: labios gruesos, cabello ensortijado, ojos grandes, por decir unos cuantos. Por entonces no era motivo de plática académica ni en los pasillos, la negritud, como adecuadamente se le llama hoy, de una parte del pueblo morelense. Yo me contentaba por entonces de observarla.

La doctora Von Mentz ha sido una dedicada estudiosa de las haciendas de Morelos, de las agroempresas que fueron creándose en esta entidad, como del surgimiento, movilización, desplazamiento e incluso desaparición, de pueblos originarios enteros, en especial de la zona poniente-sur del estado. También de cómo se dio la integración de negros a poblaciones de indios, dando lugar al mestizaje que aquí interesa.

A principios de los años noventa, pude atestiguar el descubrimiento de decenas de cadenas y grilletes usados en manos y pies, para mantener dominados a los negros traídos desde África, para trabajar en una hacienda azucarera (entre otras) de Morelos, en lo que era la exhacienda Real del Puente. Ese hallazgo tuvo lugar justo en mazmorras bajo tierra, de lo que ahora es una lateral de las arcadas del actual hotel. Me hacía las preguntas obligadas sobre ellas y ellos: ¿de dónde venían?, ¿qué lenguas hablaban?, ¿qué tantos años duraban sobreviviendo al exacerbado trabajo y a los castigos de capataces y hacenderos?

Digamos que esas preguntas tienen ya algunas respuestas, pero hay otras que mucho nos interesan: ¿qué cantaban y cómo?, ¿hacían representaciones, así fuera burlas e imitaciones de sus violentadores?, ¿se daban un espacio para danzar?

La misma doctora Von Mentz, da algunas respuestas sobre esas preguntas en varios de sus libros dedicados a la historia social de Morelos. Pero en relación a sus cantos, sus danzas, sus representaciones teatrales, han ido apareciendo evidencias sobre formas de expresión cultural de las tantas agrupaciones de africanos que fueron primero secuestrados y luego obligados a trabajar por nada, en nuestro país y en Morelos.

A ello han contribuido especialmente etnomusicólogos, etnólogos, historiadores de las ceremonias sagradas y profanas que fueron sancionadas durante siglos por la “Santa” y criminal Inquisición, y de cuyos registros es posible extraer valiosa información de los procesos y causas que imputaron a “brujas”, auténticas chamanas y chamanes, cantantes, bailadoras, danzantes y teatreros, quienes encarnaron individual y colectivamente diversas artes en el periodo virreinal. Al respecto se han recuperado incluso letras de canciones “profanas”, representaciones teatrales que parodiaban acciones sacerdotales y de autoridades civiles y militares, quienes gobernaban por la vía eclesiástica o de las armas, a los pueblos de indios, mulatos y mestizos de nuestro país.

Para el estado de Morelos, ejemplos de esas artes han ya sido reportadas por nuestro colega Jaime Chabaud en este diario, lo que en sí constituyen una gran veta que podemos esperar y desear que anime a estudiantes de varias disciplinas, como sus profesores e investigadores, a ponerles atención, de manera que recuperemos tanto noticias de prácticas artísticas, como de ritos, danzas, músicas, canciones, representaciones teatrales, que podemos decir, serán parte de nuestro patrimonio intangible. Ojalá nos lean quienes tengan tales intereses. Una interesante guía para la búsqueda, la encuentran en los registros titulados ARGENA del Archivo Nacional de la Nación, ramo de la Inquisición.

Enriquecerían sin duda alguna, nuestro panorama cultural morelense y regional.