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Koopa troopa o el engaño de las tortugas sin concha

 

Gabriel Millán*

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Piense en una tortuga. No importa si es una tortuga marina o de tierra; tampoco, si tiene patas o aletas. Imagine una tortuga y piense detenidamente en el caparazón. Ahora, intente ver cómo es el interior de esa tortuga. ¿Imaginó un animal verde que “se viste” con un caparazón? ¿o vino a su mente un amasijo de órganos dentro de una “caja” formada por la fusión de la columna vertebral, las costillas y otros huesos?

Tal vez le sorprenda por lo equivocado del hecho, pero si pregunta, se dará cuenta que algunos niños y más adultos de los que suponía suelen pensar que las tortugas pueden separarse del caparazón y caminar por ahí “desnudas”. ¿De dónde viene este error? Como diría Wilbur de La familia del futuro (Disney, 2007), “esa es una excelente pregunta”. 

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La referencia que más me gusta sobre este error data de los 90, cuando la compañía japonesa Nintendo lanzó la consola Super Nintendo Entertainment System (SNES), con Super Mario World como juego estrella. En él aparecen con mucha frecuencia los Koopa troopa, tortugas enemigas de los hermanos Mario que se pueden eliminar saltando sobre ellas. La diferencia con los los juegos anteriores es que al caer sobre los Koopa troopa, estos “salen” disparados de su caparazón y podemos verlos en camiseta blanca y calzoncillo, como si solo se quitaran un abrigo. 

No obstante, esta no fue la primera vez que apareció el arquetipo de las tortugas sin caparazón. Las referencias más viejas que encontré, como muchos de los errores sobre animales, vienen de las caricaturas. Concretamente de las Merrie Melodies y los Looney Tunes de la Warner Bros. «The good egg» es un corto animado de 1939 que reinterpreta la fábula del patito feo, solo que los protagonistas son una gallina y un huevo de tortuga. Cuando eclosiona la tortuga, lo primero que la gallina madre hace es «abrir» el caparazón de la recién nacida por un costado (como si fuera una caja) y ponerle un pañal de tela (más erróneo, imposible). Para 1941 surge «Tortoise beats Hare», otro corto que reinterpreta la fábula de la liebre y la tortuga, protagonizado por el conejo Bugs Bunny y la tortuga Cecilio. En los primeros minutos podemos ver al reptil verde salir del baño en toalla, sin caparazón, contestar el teléfono y correr a ponerse la concha como si fuera una prenda.

Algo similar a Cecilio ocurre con la serie de libros ilustrados Franklin la tortuga, de Paulette Bourgeois y Brenda Clark. Por ejemplo, la portada de Franklin en la oscuridad (1986) muestra al protagonista (rostro compungido, brazos cruzados y camiseta) sentado en una habitación y recargado en su caparazón como si fuese la pared y, a lo largo de la historia, varios dibujos presentan aun Franklin descaparazonado.

Ejemplos como estos hay muchos más, tantos que el rastro se multiplica y pierde. Si tiene curiosidad y algo de tiempo, busque en Google images «naked tortoise» y se sorprenderá de la diversidad de situaciones en las aparecenlas ilustraciones de tortugas sin caparazón.

Reflexionar sobre las imprecisiones que vamos arrastrando desde la infancia relacionadas con plantas, animales, hongos, insectos; procesos corporales, biológicosy climáticos dista de ser ocioso. Ya sea a través de laescuela, de las caricaturas, series, videojuegos, libros, pláticas o rumores, desde muy pequeños vamos construyendo un corpus de conocimiento sobre cómo funciona el universo. En algunas ocasiones, lo que creemos del mundo y quienes habitamos en él no es lo más preciso (o es francamente errado), con las posibles consecuencias negativas para el entorno y para nosotros mismos. Por ejemplo, cuántas veces ha escuchado o visto que niños o adultos “liberan” animales en el bosque, la playa, los lagos, con la mejor voluntad, pero sin conocer las consecuencias ecológicas de introducir especies exóticas; o cuántas veces ha atestiguado cómo aplastan cualquier araña en la pared por un miedo irracional, sin detenerse a observar si esa araña es o no de importancia médica. 

Debemos poner más atención a lo que vemos, oímos y aprendemos y, por supuesto, necesitamos hacer más y mejor comunicación de la ciencia; mostrar de maneras amenas, interesantes, entretenidas y actuales las maravillas que tiene nuestro planeta y cómo funciona; evitar la propagación de creencias que pueden tener consecuencias nefastas para las especies y mostrar el sitio de la humanidad en el mundo no como ama y señora, sino como una parte más de la naturaleza, relacionada con toda forma de vida y con el entorno, muy a la usanza de la physis griega. O, ¿qué opina usted?

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*Comunicador de ciencia

La Jornada Morelos

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