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Cuitláhuac Alfonso Galaviz Miranda*

En días pasados, El Universal publicó una encuesta sobre posibles candidatas y candidatos a ocupar la presidencia del país en 2024. No es sorpresa que Claudia Sheinbaum encabece por mucho; lo que sí es novedoso es la aparición de Eduardo Verástegui, quien fue medido con el 4% de las preferencias.

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Ciertamente, si la tendencia se mantiene, ese 4% no presenta a un candidato con posibilidades de ganar las elecciones del próximo año. Sin embargo, ello no nos asegura que sea así en periodos posteriores. En mi colaboración anterior mencionaba que Jair Bolsonaro fue un político bastante mediocre antes de ganar las elecciones presidenciales en Brasil y que muchas opiniones mantenían que Donald Trump no sería capaz de ganar siquiera la contienda interna del Partido Republicano.

A mi parecer, la aparición de Verástegui en la encuesta es una señal de alerta. No es sorpresivo si lo visualizamos en el contexto mundial de emergencia de derechas extremas. Sin embargo, México se había mantenido al margen de ese proceso en términos de tener un candidato o candidata que tuviera porcentajes de intención de voto. Ya no es así y ⎯propongo⎯ hay que prestar mucha atención al proceso.

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Ahora bien, Verástegui es representante de una de las varias expresiones con las que cuenta la extrema derecha. A diferencia de los llamados “ecofascistas”, él parece ser un negacionista del cambio climático; así lo muestra su polémico video donde se le ve disparando un arma larga y sentenciando “Miren lo que vamos a hacer a los terroristas de la agenda 2030, del cambio climático y de la ideología de género”.

El video es claramente un mensaje político, uno en contra de dos de las agendas más importantes del mundo contemporáneo: el cambio climático y las luchas feministas; de modo que ya sabemos qué podríamos esperar en caso de que Verástegui ganara las elecciones presidenciales (hasta el momento, no parece probable para 2024, pero seguramente su campaña es un proyecto con miras a 2030 o 2036).

La aparición de Eduardo Verástegui como candidato con puntaje en la encuesta no me sorprende, pero sí me alerta. Creo que así debería ser para todas y todos lo que seguimos pensando en términos de igualdad, justicia y libertad. ¿Qué podemos hacer para frenar su avance? Creo que, en primer lugar, no minimizar el fenómeno. He leído y escuchado a analistas (algunas y algunos respetables y de amplia trayectoria en las luchas de izquierda) que menosprecian el proyecto o que tratan de ridiculizarlo.

Los argumentos son ridículos, sin bases reales o francamente paranoicos, pero no así la posibilidad de que el proyecto político genere hegemonía. Si esta versión de la extrema derecha mexicana no gana la presidencia, sí puede hacerlo con escaños en el congreso u otras formas de representación popular. El peligro es real y vigente. Ya no hablamos de la posibilidad de la aparición pública de un “Donald Trump mexicano”, metáfora que puede resultar desafortunada por seguir colocando a Estados Unidos en el centro de los análisis políticos, pero no es totalmente descabellada. De hecho, tanto Verástegui como Trump han hecho comentarios halagadores uno del otro.

Frenar el avance de proyectos políticos racistas, clasistas y xenófobos sí pasa por la actuación de la ciudadanía (la presente columna tiene esa intención, por ejemplo), aunque no exclusivamente. Cuando este tipo de proyectos llegan al poder por medio de elecciones, no fue únicamente debido a desaciertos de la gente común.

En el caso que nos ocupa (el mexicano), el gobierno debe darnos argumentos para observar con claridad que sí son mejores y que vale la pena darle continuidad a la llamada Cuarta transformación. En algunas cosas lo ha hecho, como en el tema de combate a la pobreza y pobreza extrema, donde las cifras son alentadoras con todo y el enorme inconveniente de la pandemia por Covid-19. Hay otros puntos en los que no ha sido así; mencionaré dos ejemplos: 1) la elección de candidatas y candidatos impresentables; 2) la militarización y el intento de blanquear la historia y el presente de las Fuerza armadas, claramente manchadas de sistemáticas violaciones graves a los derechos humanos.

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Por el bien de las mayorías, ni Verástegui ni ningún otro representante de las extremas derechas debería llegar al poder. Como ciudadanas y ciudadanos tenemos capacidad de agencia para impedirlo, pero se trata de un trabajo en conjunto y, en algunos puntos, el actual gobierno lo vuelve más complicado. Aceptémoslo y trabajemos en conjunto para solucionarlo.

*Profesor de Tiempo Completo en El Colegio de Morelos. Doctor en Estudios del Desarrollo por el Instituto Mora

La Jornada Morelos