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Víctor Manuel González.

El año pasado recibí una llamada telefónica de un hombre desesperado. Su padre estaba internado en una unidad de terapia intensiva a consecuencia de una infección bacteriana contraída en el mismo hospital después de una intervención médica urgente. Me preguntó sí disponía de un virus que pudiera usarse para eliminar a la bacteria infecciosa. Agregó que ninguno de los varios antibióticos administrados a su padre para combatir la infección había funcionado. La respuesta negativa que le di no pudo ser más desesperanzadora.

La inesperada conversación telefónica aludía a la fagoterapia, una alternativa biológica llamada así por utilizar a los virus bacterianos o fagos para matar únicamente a las bacterias patógenas en contextos hospitalarios. Desafortunadamente la fagoterapia no está disponible para un uso generalizado en el mundo y solo se han descrito algunos casos exitosos en la literatura médica. El uso de los fagos se ha limitado a algunos pacientes prácticamente desahuciados, como el último recurso para salvar su vida. Stephanie Stradhie narra en su libro “El depredador perfecto” las circunstancias que tuvieron que superar para la salvación de su esposo mediante el tratamiento con fagos contra la bacteria Acinetobacter baumannii. Aún con los resultados prometedores mostrados en este y en otros pocos casos de infecciones urinarias y pulmonares en pacientes de Estados Unidos y Europa, el uso de fagos contra bacterias infecciosas es una tecnología médica en desarrollo y como tal aún no establecida como alternativa terapéutica.

La fagoterapia es un tema casi centenario. Félix d´Herelle, el investigador francocanadiense codescubridor de los fagos, uso a los fagos para combatir el cólera y la fiebre tifoidea en los años 30 del S. XX en lo que antes era la Unión Soviética. Todavía hoy en día siguen usándose estos tratamientos en Rusia, Polonia y Georgia, producidos en su mayoría por el Instituto George Eliava de Bacteriofagos, Microbiología y Virología, en Tiblisi, Georgia. La fagoterapia tuvo un impacto limitado en los países occidentales por razones científicas y políticas. Los científicos occidentales difícilmente tuvieron acceso a los métodos y resultados experimentales publicados en ruso, y los pocos que lograron entenderlos los desestimaron como poco convincentes metodológicamente. El descubrimiento de la penicilina y de otros antibióticos, así como la segunda guerra mundial hicieron que el incipiente interés en los fagos para tratar enfermedades infecciosas decayera en occidente.

El renacimiento de la investigación en la fagoterapia en años recientes se debe a la creciente inefectividad de los antibióticos con el consiguiente aumento de las bacterias patógenas multirresistentes, y por otro lado a la ausencia de antibióticos nuevos capaces de combatirlos. Las compañías farmacéuticas han menguado significativamente la inversión en investigación y desarrollo de nuevos antibióticos efectivos contra las bacterias consideradas una amenaza mundial como Enterococcus faecium, Staphylococus aureus, Klebsiella pneumoniae, Acenitobacter baumannii, Pseudomonas aeruginosa y Enterobacter spp, mejor conocidas en el medio hospitalario como el grupo ESKAPE. Sí el panorama actual de la resistencia antimicrobiana no cambia, las estimaciones de la Organización Mundial de la Salud señalan que para el año 2050 podrían morir tantas como 10 millones de personas anualmente en el mundo por causa de enfermedades infecciosas intratables. Las soluciones están en dedicar mayor presupuesto en la investigación y desarrollo de nuevos antibióticos, y en terapias alternativas como la fagoterapia. Pero sin duda, las políticas públicas dirigidas a educar a la población en el uso correcto de los antibióticos ayudarán más que todos los tratamientos farmacológicos o biológicos.

vgonzal@live.com