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El turismo de fin de semana

Alfonso Valenzuela Aguilera

El turismo es una actividad fundamental para la economía del estado de Morelos y aún así no podemos subestimar el impacto de lo que significa superar la capacidad de carga de un destino turístico. Durante el pasado fin de semana, se volvieron a saturar las carreteras federales y autopistas regionales hasta el punto de que en casos extremos, algunos visitantes estuvieron atrapados en el tráfico por más de 7 horas. En estas mismas fechas, pero del año pasado, se registró en Morelos una afluencia de 100,000 turistas en el fin de semana con una derrama económica cercana a los cien millones de pesos, en tanto que en el periodo navideño llegaron cerca de 300,000 visitantes en tan solo dos semanas.

Existen estudios recientes sobre el exceso de turistas en destinos como puede ser el caso de Barcelona, en donde la llegada de trasatlánticos con una capacidad media de 3,000 pasajeros permitió que 4.4 millones de visitantes visitaran esta ciudad en 2018, o como en el caso de Venecia, en donde tuvieron que restringir la entrada de estos cruceros para evitar daños en el ecosistema marino. Es así que la sobrecarga en el uso del espacio y los servicios puede llegar a deteriorar el entorno al punto de que dichos lugares comiencen a perder su atractivo, precisamente por el exceso de gente durante los periodos vacacionales.

Por otra parte, es bien sabido que el aumento del turismo produce gentrificación, es decir, la expulsión de residentes de menores recursos hacia zonas de la ciudad cuyo costo de vida sea menor o en donde los comercios circundantes no hayan sido sustituidos por negocios dirigidos a un estrato socioeconómico mayor. Si bien el turismo aprovecha la demanda de actividades y servicios por parte de los visitantes –lo que ayuda a reactivar la economía del lugar–, no se puede perder de vista el impacto que esto tiene en la calidad de vida de los residentes, quienes muchas veces trabajan en sectores distintos a los beneficiados por el turismo, y en cambio reciben el impacto del alza de precios derivado de dichos procesos.

Después de los años de reclusión que trajo el COVID, ahora la gente en las ciudades está dispuesta a recuperar el tiempo perdido y visitar de manera extensiva los destinos cercanos a la Zona Metropolitana de la Ciudad de México. En el caso morelense llegan atraídos por los Pueblos Mágicos, la ruta de los Conventos, los paisajes, balnearios y pirámides, además de la cocina regional y el clima privilegiado. Sin embargo, el consumo indiscriminado de recursos genera varios inconvenientes como son el tráfico vehicular, la producción de residuos urbanos, la demanda de mayor seguridad pública frente a las aglomeraciones, además del debilitamiento del tejido social de los barrios –ya que en ocasiones los visitantes llegan a ser tantos como los residentes– además de que los alquileres comienzan a subir intempestivamente con el cambio de uso residencial a turístico.

La pregunta persiste: ¿existen alternativas al crecimiento desmedido del turismo en zonas que cuentan con limitantes claras? Pues, efectivamente, el aprovechamiento de los destinos turísticos debe seguir una serie de criterios de sustentabilidad –que quizá se remonten a las primeras resoluciones del Club de Roma en los años setenta en donde por primera vez se plantearon los límites del crecimiento–, priorizando por encima de los derechos de los turistas a divertirse o de las empresas a obtener ganancias, los derechos de las comunidades locales a la calidad de vida.