Recorrer el taller de Flor Molina equivale a sumergirse en un universo habitado por figuras femeninas de prominentes labios y narices achatadas, inmersas en una metamorfosis que transita desde lo humano hasta lo animal. Este viaje visual nos conduce también a explorar la historia de vida de Flor, donde cada una de sus obras se erige como una afirmación arraigada en sus raíces y en su identidad como mujer afrodescendiente.

Originaria de San Nicolás, municipio de Cuajinicuilapa, Guerrero, Flor Molina llegó a Cuernavaca a la temprana edad de nueve años. En sus años de juventud, incursionó en el arte cuernavaquense primero como modelo y posteriormente como artista.

En entrevista para La Jornada Morelos, cuenta que mientras trabajaba como modelo, escuchaba a los profesores en los talleres de escultura y dibujo hablar sobre aspectos técnicos del arte. “Recuerdo que cuando modelaba, escuchaba a los maestros hablar de las proporciones. Y cuando salía, observaba a las personas en el camión, veía sus pies, sus manos y pensaba, ‘están equivocados los maestros’, porque no hay una proporción. Hay quienes tienen manos pequeñas y caras grandes. Y ellos decían en sus clases que tiene que ir proporcionado ¿de dónde sacan eso?” Esto la llevó a cuestionar las enseñanzas y a desarrollar su propia visión cuando comenzó a trabajar como escultora.

Tras aprender las técnicas de escultura del reconocido escultor chileno Víctor Hugo Núñez, Flor ha participado en 7 exposiciones individuales y 17 exposiciones colectivas a nivel nacional e internacional hasta el año 2018. Su obra ha trascendido fronteras, siendo publicada en medios impresos, digitales y televisivos, y exhibiéndose en galerías de México, así como en exposiciones permanentes en Alemania [1].

Cuando Flor Molina habla sobre su obra, revela que inicialmente no entendía por qué algunas de sus creaciones incorporaban elementos como pies grandes, narices chatas y labios gruesos. En una ocasión, una mujer le pidió una pieza específica, expresando: “pero no quiero que le hagas esos labios gruesos y esa nariz”. En ese momento, cuenta que se sintió ofendida, aunque no comprendía completamente por qué. Cuando le indicaban que evitara ciertos rasgos, la incomodidad persistía, y se cuestionaba a sí misma. Aunque reconoce que tiene piezas con características diferentes, afirma que la diferencia está entre elegir esos elementos por determinación propia y sentir que se le imponen.

Con el tiempo, Flor concluyó que la misión de su obra era contar la historia de su sangre negra, sus raíces, antepasados y ancestras. Su arte se convirtió así en una herramienta poderosa para reivindicar su identidad afrodescendiente. En la actualidad, considera su misión la creación de obras que resalten rasgos como labios gruesos y narices chatas para contribuir a la narrativa histórica que celebra su herencia y perpetúa su legado.

Además, al dialogar sobre su obra, Flor Molina comparte la sensación de establecer una conexión con sus ancestras. Cada una de sus piezas lleva consigo una suerte de mitología inspirada en la imaginación de lo que sus ancestras vivieron anhelando la libertad durante su tiempo como esclavas, como sugiere la memoria popular que narra la historia de un barco perdido, el cual, atraído por el faro de la costa, se acercó demasiado a la playa, lo que propició la fuga de muchos esclavos negros que posteriormente fundaron el poblado de San Nicolás [2].

En su obra, también se aprecian referencias a La Danza de los Diablos, cuyo origen se vincula a los intercambios culturales de las poblaciones africanas llegadas a América debido al comercio de esclavos. El inicio de esta tradición se ubica en el virreinato o la época colonial, como un ritual dedicado al dios africano Ruja, al cual los esclavos imploraban ser liberados del yugo español [3].

Cuando se le cuestiona sobre la presencia de imágenes de peces en su obra, Flor explica que, para sus ancestros, el mar representaba la libertad, la vida y la esperanza. Su obra se llena de alusiones al mar y sirenas, e imagina la conexión entre la privación de alimentos y el sueño deficiente de los esclavos, quienes, en medio de su delirio, veían sirenas. “Es muy triste todo esto, y yo digo que es algo que quizás mis ancestras me están diciendo que haga. ¿Por qué les pongo alas a mis esculturas? Porque imagino a un negro que cuando se sintió libre se sintió con alas en lugar de brazos”.

Flor Molina, al reflexionar sobre la brutalidad de la esclavitud, plantea la pregunta: “¿crees que cuando estaban cosechando algodón, no deseaban convertirse en esos animales y ser libres?”. Aunque admitirlo le resulta difícil y costoso, utiliza su arte como una forma de catarsis para expresar el peso emocional de estas reflexiones.

Además, la obra de Flor Molina establece una conexión profunda con su vida y su familia. Durante la entrevista, nos presentó una pieza inédita titulada “Yolanda Desamparada”, un homenaje a su hermana menor, Yolanda, quien tiene una discapacidad. Flor percibe que su hermana está siendo maltratada, aunque ella no pueda expresarlo directamente. La pieza representa a Yolanda con una barca, simbolizando su vulnerabilidad e indefensión. La creación de esta obra fue un proceso catártico para Flor Molina. Aquellos que conocen a su hermana afirman que tiene una notable similitud en sus ojos y labios gruesos. La figura tiene boca abierta, como si estuviera intentando hablar y refleja una mirada triste que Flor capturó en su pieza. En un gesto simbólico, Flor añadió una estrella a la pieza, “le puse una estrella porque yo le pido a mis ancestras que con sus estrellas la alumbren para que no sufra y no sienta tan obscuro su camino”.

En cuanto al activismo, Flor Molina comenta que, a diferencia de otros estados como Guerrero, la población afrodescendiente en Morelos ha dedicado menos tiempo a la lucha por visibilizar su causa. Según la artista, esta población en Morelos se caracteriza por ser “diaspórica”, es decir, que está dispersa en pequeños grupos, a diferencia de las comunidades enteras presentes en Guerrero. Esta dispersión dificulta su reconocimiento por organismos como el INE y el Impepac, que no los reconocen como un grupo debido a la falta de una comunidad unificada. Aunque existen afrodescendientes en diferentes regiones de Morelos, la dispersión a veces lleva a que las personas opten por no asumirse como afrodescendientes para evitar señalamientos o exclusiones. Molina afirma que en Morelos hay más de 40 mil personas afrodescendientes.

Durante la entrevista, Flor Molina comenta que una vez alguien sugirió que deberían juntarse todos los afrodescendientes y vivir en un solo lugar; este comentario lo calificó como insensible ya que no es práctico ni justo. La Secretaría de Cultura subraya que la identidad cultural en México, incluyendo la de los pueblos afrodescendientes, no es homogénea y varía según la región. La diversidad cultural es tan vasta como las cosmovisiones e historias de los pueblos. [4]

Flor Molina, junto con Ana García González de la Red Latinoamericana de Mujeres Afrodescendientes en el Estado de Morelos, se dedican al activismo. La amistad entre ambas y su compromiso con el movimiento han ayudado a la artista a otorgarle un significado a su obra.

En un contexto donde la dispersión geográfica y la falta de reconocimiento institucional plantean desafíos, Flor Molina se erige como una voz valiente que, a través de su arte y activismo, contribuye a la construcción de una narrativa más inclusiva y justa para la comunidad afrodescendiente en Morelos. La Secretaría de Cultura reconoce la influencia significativa de las poblaciones afrodescendientes, que representan el 1.16% de la población, en la historia y el presente de México. Estas contribuciones se reflejan en las luchas contra la esclavitud desde las épocas virreinales, la herencia de tradiciones de origen africano y el desarrollo de una conciencia política basada en la identidad [5].

[1] [2] Flor Molina Escultora Mexicana (3.a ed.). (2021). [Digital]. Florentina Molina Medina.

[3] [4] [5] La Danza de los Diablos; patrimonio afromexicano en la Costa Chica de Guerrero. (s.f.).https://www.gob.mx/cultura/articulos/la-danza-de-los-diablos-patrimonio-afromexicano-en-la-costa-chica-de-guerrero?idiom=es

Foto: La Jornada Morelos

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Gelasio cazando venado

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Yolanda Desamparada

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Yolanda y sus esculturas