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Vivimos en un contexto social patriarcal, donde ha prevalecido la centralidad del hombre. Este sistema patriarcal ha establecido, desde el origen de la humanidad, una sociedad asimétrica y jerárquica, organizada en función del sexo, lo cual a la fecha produce el androcentrismo. El imperativo patriarcal se manifiesta mediante normas más implícitas que explícitas y en instituciones creadas por los hombres para acentuar el poder que ellos ejercen. La fuerza de esta centralidad se expresa en las ventajas sociales que da a los varones el hecho de pertenecer al género masculino, estén o no ellos en una posición dominante, lo cual se vincula con otras dimensiones como la clase social, la etnia y el estatus económico, entre otras. Por esta razón, se han delineado estrategias sociales y políticas para que, en el futuro inmediato, las nuevas leyes y la normatividad garanticen que las mujeres estén protegidas contra el hostigamiento, el acoso, la violación, los diferentes tipos de violencia y el feminicidio. Pero las propias mujeres han expresado que, para dar lugar a un verdadero sistema de paridad, los hombres de las presentes generaciones tendremos que haber cambiado nuestra perspectiva ancestral añeja y rancia, no más allá del año 2050.

Eduardo C. Lazcano Ponce

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