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Ernesto Ríos

En las culturas prehispánicas hubo grandes astrónomos que estudiaron fenómenos relacionados con los astros, para aplicarlos en su vida cotidiana. En Xochicalco se construyó un observatorio, especialmente destinado a la observación del paso del sol por el lugar, aprovechando una caverna en la que se  perforó hexagonalmente el domo de roca, de manera planeada, para que al paso del sol por el cenit penetrara un rayo de luz que permitiera hacer mediciones que parece ser se complementaban con piezas de alfarería, a manera de instrumentos ópticos, para calcular y planear su calendario agrícola.

Les comparto esta fotografía que tomé exactamente hace 21 años, en junio de 2002, cuando capté el singular fenómeno de la mano de una niña que, al señalar el sitio de donde provenía la luz, su mano se duplicó fotográficamente con un efecto fantasmal y de notable precisión.

La imagen llamó la atención de notables arqueólogos, como Silvia Garza Tarazona, Norberto Gonzáles y el propio Eduardo Matos, además de astrónomos, como el Dr. Sergio Vázquez y Montiel del Instituto Nacional de Astrofísica, Óptica y Electrónica, quien redactó un informe que analizaba el fenómeno y que sirvió de base para publicaciones, como la aparecida en National Geographic.

Los especialistas en óptica y arqueología concluyeron que el fenómeno fue posible dada la perfección en la localización y diseño del observatorio, que permite la concentración de la luz produciendo reflejos captados por cámaras digitales de alta resolución.

 

La precisión de los calendarios mesoamericanos se sustentó en los trabajos de sabios del México antiguo, como los de Xochicalco, sede de trascendente reunión de astrónomos que, de muy diferentes regiones, se encontraron en este sitio, según se consigna en la pirámide las serpientes.