loader image

Federico Sánchez Quinto realizó estudios de posgrado en España sobre la evolución de los neandertales, utilizando técnicas de paleogenómica y colaborando con el reciente galardonado | Actualmente realiza estudios sobre la población indígena precolombina y la megafauna de México.

El Dr. Federico Sánchez se dispone a trabajar con restos fósiles de neandertales en un laboratorio limpio que minimiza la posibilidad de contaminar las muestras. Este laboratorio es un edificio independiente del resto de los laboratorios y se deben pasar varios filtros de limpieza y protección para poder ingresar a él. Fotografía de Cristina Valdosiera, cortesía de F. Sánchez

“Me pareció fascinante imaginar a los neandertales con cabello rojizo” dice para La Jornada Morelos, el doctor Federico Sánchez Quinto, investigador del Instituto Nacional de Medicina Genómica (INMEGEN) y morelense por nacimiento. Lo que Sánchez Quinto estaba recordando fue su propia reacción al leer, mientras él aún estudiaba la licenciatura, los nuevos descubrimientos sobre los neandertales, obtenidos gracias a las secuencias de ADN que aún se alojaba en sus restos.

Los neandertales, nuestros hermanos evolutivos, fueron un grupo de homínidos muy parecidos a nosotros con los que compartimos partes de este planeta. Aún no conocemos con precisión la causa de su extinción, pero sabemos que los últimos neandertales en caminar la Tierra, lo hicieron hace cerca de 40,000 años. Por lo que cualquiera de sus restos tiene, al menos, esa edad. El poder obtener el ADN, una molécula que estaba dentro de sus células y lograr leerlo después de todo este tiempo, es realmente algo sorprendente. Que además nos pueda hablar un poco de cómo eran, del probable color de su cabello por ejemplo, es —como diría Federico— realmente fascinante.

En el 2006 el investigador sueco Svante Pääbo junto con su grupo de investigación, habían logrado secuenciar un millón de letras del ADN de un neandertal. Parte de los resultados de esa investigación fue lo que Sánchez Quinto leyó en las noticias. Si bien la obtención de ADN de una muestra tan antigua nunca se había logrado —y algunos consideraban que era imposible—, los resultados no mostraban nada extraordinario en cuanto a la historia evolutiva de los neandertales. Faltaban aún cuatro años para que eso sucediera.

En el 2010, Pääbo y su equipo obtuvieron el primer borrador del genoma completo de un neandertal. Ahora con cuatro millones de letras analizadas, la historia de los neandertales cambiaba dramáticamente. Sobre todo porque también cambiaba nuestra historia dramáticamente. “Antes se solía hablar de especies distintas” explica Sánchez Quinto, refiriéndose a que tanto en la academia como fuera de ella, se pensaba que si bien los neandertales eran un grupo cercano a nosotros, nuestra historia evolutiva era independiente, los Homo sapiens éramos muy distintos a los Homo neanderthalensis.

Pero lo que Pääbo y su grupo del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva en Alemania, encontraron dentro del genoma neandertal fueron genes que también se encontraban en nuestro genoma. Es decir, que hubo un intercambio genético entre nuestros ancestros y los neandertales. En términos no evolutivos, eso implica que nuestros ancestros, después de salir de África y llegar a Europa y el Medio Oriente, donde se encontraron con los neandertales, tuvieron hijas e hijos con ellos. Esto nos ha cambiado el pasado y nos muestra a los neandertales de manera mucho más cercana a nosotros. “Ahora, para referirnos a los neandertales, hablamos de poblaciones de homínidos” comenta Sánchez Quinto, término en el que también caben las poblaciones humanas actuales, mostrando que este descubrimiento también cambió la manera de hablar de las y los científicos.

Este tipo de descubrimientos son los que asombraban e inspiraban a Federico, la oportunidad de “conocer el origen evolutivo de los neandertales, para poder conocer también nuestro origen, y entender la relación que los neandertales tienen con los humanos modernos”. Justo por la relevancia de estas preguntas y la nueva técnica de la paleogenómica —el poder secuenciar y analizar ADN de restos fósiles—, fue que el pasado 03 de octubre, Svante Pääbo recibió el Premio Nobel de Medicina.

Aún en ese 2006, después de graduarse de la licenciatura en Ciencias Genómicas de la UNAM —impartida en Cuernavaca—, Sánchez Quinto sabía que quería dedicarse a la paleogenómica. Primero lo intentó desde un posgrado aquí en México, pero al no ser exactamente lo que quería, lo abandonó para irse a España, para trabajar con el grupo de Carles Lalueza-Fox, experto en paleogenómica y que justamente estaba estudiando a los neandertales.

Tanto en su maestría como en su doctorado, Sánchez Quinto estudió la historia evolutiva de los neandertales —analizando restos fósiles de individuos encontrados a lo largo de Europa, desde la Península Ibérica, hasta Siberia, pasando por Croacia—, su diversidad genética, y el mestizaje que se realizó con nuestros ancestros. Lo que Sánchez Quinto encontró, con ayuda de sus colegas, es que la diversidad genética de los neandertales era bastante menor, aproximadamente un tercio, de la diversidad que muestra la población humana actual. Y que la mayoría de las diferencias genéticas que se podían observar entre nuestros hermanos neandertales y nosotros caen en genes relacionados con la pigmentación —de cabello y piel— y con el comportamiento.

Durante su doctorado, Sánchez Quinto también logró elucidar que las poblaciones humanas del norte de África también contienen ADN de origen neandertal, moviendo las fronteras de la interacción de los neandertales con los humanos y mostrándonos que su rango de influencia era aún más amplio. Durante este mismo doctorado, Sánchez Quinto tuvo la oportunidad de realizar una estancia de seis meses en el laboratorio de Pääbo.

“Svante es muy particular”, comparte Sánchez Quinto, “a nivel personal es un hombre muy tímido. Pero cuando se trata de hablar sobre sus proyectos lo hace de una manera muy clara, permitiendo que cualquiera entienda qué fue lo que se hizo y cuáles son sus implicaciones”. Además, Pääbo ha sido muy cauteloso en cuanto a qué tanto se puede decir sobre los hallazgos generados con el ADN antiguo. Teniendo datos que le permiten contar historias extraordinarias, como el entrecruzamiento entre humanos y neandertales —y que esto moldeó parte de nuestro sistema inmune—, Pääbo tiene muy claro hasta dónde llegan los datos que respaldan estas historias, y no se aventura a avanzar un paso más. Cualidad que ha logrado permear hacia el resto de las y los académicos que se dedican a la paleogenómica.

A pesar de la excelente labor de Pääbo y de que es, sin duda, merecedor del Premio Nobel, Sánchez Quinto reflexiona un poco sobre las implicaciones de este reconocimiento: “Darle el premio a una sola persona, es quedarse corto”, refiriéndose a el trabajo de todo un equipo de colaboradores y colaboradoras que ayudaron a perfeccionar las técnicas. Tanto las de obtención, purificación y secuenciación de ADN antiguo; como las técnicas de análisis evolutivos enfocados a poblaciones humanas arcáicas. La ciencia es cada vez más una actividad colaborativa y global. Tal vez sea tiempo de que el Premio Nobel busque la manera de premiar a equipos de trabajo.

Desde su regreso a México, Sánchez Quinto ha trabajado como investigador en el Instituto Nacional de Medicina Genómica (INMEGEN). Sus líneas de trabajo van desde la ancestría específica asociada a enfermedades complejas, hasta la investigación demográfica y evolutiva de poblaciones antiguas, pasando por estudios de la megafauna que habitaba en esta región que ahora llamamos México.

Cuando le pregunto sobre la importancia de desarrollar la paleogenómica en México, Federico me responde: “Hay una gran oportunidad que debemos tomar. Siendo México un país con tanta historia biológica y social, el tener la capacidad de poder ir hacia atrás en el tiempo con una herramienta como la paleogenómica, puede ayudarnos a entender muchas cosas”. Y termina con una invitación: “Debemos de unir disciplinas y estudiar nuestro pasado tanto científica como socialmente”. Esperamos que alguna persona joven lea esta nota y se sienta tan inspirado como cuando Federico leyó por primera vez sobre neandertales pelirrojos.

 “La cueva de El Sidrón, en España, contiene cientos de restos fósiles de neandertales lo que lo convierte en uno de los sitios con mayor riqueza de este tipo de restos. Sánchez Quinto tuvo la oportunidad de trabajar con algunos de estos fósiles para su investigación. En la fotografía de Javier Fortea -cortesía de F. Sánchez-, podemos observar a un grupo de antropólogos recuperando los fósiles de neandertales, de los estratos de la cueva”.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *