loader image

 

La que tendría que ser una fecha de felicidad y gozo familiar, se convierte cada vez más en el espacio necesario para visibilizar y reflexionar sobre la protección respaldo que requieren nuestras infancias, una tarea que, de tanto que se ha dado por hecha, permanece incompleta, invisible y pone en riesgo a cientos de miles de niñas y niños en Morelos.

Conductas dañinas como la violencia y la omisión de cuidados de las infancias no son un asunto nuevo, pero sin duda visibilizarlas contribuye a ubicarlas en su dimensión, y diseñar políticas públicas y redefinir conductas familiares para ofrecer a nuestros niños las mejores circunstancias y condiciones para su desarrollo.

Pese a las evidencias que abundan en datos y cifras sobre la niñez morelense, extraña que las infancias están entre las grandes ausentes de los discursos políticos y de la mayoría de las políticas públicas, como evidencia que más de la mitad de la niñez morelense viva en condiciones de pobreza, padezca violencia por parte de sus cuidadores, carezca de acceso a los servicios de salud, y no tenga la cantidad mínima de satisfactores que garanticen su vida y crecimiento en paz y pleno goce de sus derechos.

La niñez en Morelos también es víctima directa o indirecta de la delincuencia y violencia criminal que azota al estado. Es de azoro la cantidad de menores que son víctimas de asesinato, explotación sexual o trata de personas; también lo es la cantidad de huérfanos de la ola de homicidios dolosos y feminicidios; de los que ven afectado el patrimonio familiar y con ello sus oportunidades de un mejor futuro por crímenes como el robo y la extorsión.

Peor si esa realidad se combina con la cotidianeidad de ser objeto de cuidados deficientes, nulos, o de violencia por parte de sus cuidadores, que en el caso de la niñez son muchos; padres, abuelos, tutores, parientes cercanos, hermanos mayores, maestros y personal de apoyo en las escuelas, personajes todos de una circunstancia en que resulta cómodo diluir las responsabilidades pero a final de cuentas tiene víctimas muy claras, los niños que, además, suelen estar condenados a repetir esos patrones de violencia y descuido durante su vida adulta.

Narrar las tragedias y los dramas de la infancia no busca arruinarle festejos a nadie, sino visibilizar lo que como familias y sociedad estamos haciendo con nuestras niñas y niños para empezar, de una vez por todas a corregirlo. La niñez es una etapa bastante fugaz en la vida de cada ser humano, y las marcas que deja cada carencia, cada maltrato, difícilmente pueden borrarse. De ahí la urgencia de atender de inmediato las necesidades de las infancias morelenses, por cada día que no lo hacemos sumamos un número intolerable de víctimas inocentes.

Que el Día de la Infancia sea un momento feliz para todos depende de la capacidad que tengamos para hacer felices a las niñas y niños durante todos los años de su vida.