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En términos generales, los perros son los mejores amigos de la humanidad desde siempre. Proporcionan amistad, lealtad, cariño y protección a quienes de ellos cuidan y a sus familias, y difícilmente son agresivos, sin importar la raza, siempre que se les prodigue amor y cuidado.

Como con todos los animales de compañía, los canes son responsabilidad de sus dueños, que les forman el carácter, los adiestran y se hacen cargo de ellos; es un asunto de decencia, amor, buena vecindad y de ciudadanía. La relación de la humanidad con los perros ha cambiado mucho en los últimos años. Dejaron de considerarse como mascotas (objetos que se pueden poseer) y fueron reconocidos como animales de compañía y seres sintientes, que tienen derechos elementales; también se estableció en las leyes la responsabilidad que los humanos tienen en su cuidado que incluye, por supuesto, la garantía que deben dar a la comunidad de que las mascotas no causarán daño a terceros.

La presencia de un perro mal adiestrado, agresivo, y descuidado por sus humanos responsables es grave en cualquier espacio público. En el caso de la Colonia del Bosque se agrava porque ha cobrado ya cuatro víctimas cuyas lesiones requirieron intervención médica, pero mucho más porque el responsable del perro ha omitido reparar el daño y evitar que se repita.

Aún peor es que el señalado por los vecinos como responsable de alterar la dinámica de la colonia y la cotidianeidad de las vidas de quienes en ella residen es el responsable del Instituto de la Educación Básica del Estado de Morelos (IEBEM), Eliacín Salgado de la Paz. La ciudadanía debe esperar conductas ejemplares de todos los funcionarios públicos y mucho más de aquellos que son responsables de la formación de la niñez y juventud.

Lo menos que los morelenses merecen de los funcionarios es la decencia y en el caso del director del IEBEM resulta evidente que tal no existe, ni con el magisterio, ni con sus rivales políticos y ahora nos enteramos, tampoco con sus vecinos.

Llama la atención que con esa falta de civilidad, ignorando a los vecinos que padecen sus omisiones y abusos, Eliacín Salgado pretenda ser alcalde de Cuernavaca, una ciudad que ama a sus animales, y por ello los cuida, los procura, los adiestra. La ciudadanía se demuestra de formas mucho más elementales que obligando la asistencia de personas a mítines, con pequeñas acciones que muestran la decencia, esa que Tom Wolfe identificaba como “lo que nos enseñaron los abuelos”.

El perro no es el culpable del miedo de los vecinos en la Colonia del Bosque, es quien hasta hace poco era un nuevo vecino, y ahora se ha convertido en un personaje muy incómodo para su comunidad.