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A las cero horas inició el periodo de campaña para alcaldías y diputaciones locales, con ello todos los cargos por los que se puede votar en Morelos están ya en una abierta disputa. La violencia política y el ambiente de polarización plantean un escenario, si no inédito (ya por lo menos en tres procesos electorales anteriores se vivieron condiciones similares), sí mucho más grave que los anteriores y de lo que la gobernabilidad del estado debiera permitirse.

Las campañas para alcaldías y diputaciones locales son las más breves y menos extensas en el proceso electoral. Los aspirantes deben recorrer menos territorio en menos días y es probable que los candidatos, entre cinco y nueve por cada posición, se topen más de una vez en sus recorridos. Lejos de un riesgo, esas coincidencias podrían plantear una enorme oportunidad para erradicar enconos y construir una nueva civilidad en una contienda que, en todos sus niveles (presidencial, legislativo y gubernamental), ha sido francamente sucia.

Si hay algo que los morelenses debimos aprender después de por lo menos cuatro elecciones llenas de enconos, es que el municipio, el distrito, el estado y el país, seguirán existiendo después del proceso electoral; y cuando despertemos de la borrachera electoral los problemas seguirán ahí y probablemente serán más grandes y graves porque ninguno suele esperar hasta que nos demos el tiempo de atenderlos.

La construcción del Morelos que queremos no debería estar condicionada al proceso electoral, ni a quienes lo ganen, aunque son herramientas fundamentales. Los grandes triunfos que ha tenido la humanidad sobre cada uno de sus retos han dependido siempre de la fortaleza de las sociedades que los enfrentan, más que del talento o la falta de él en quienes gobiernan. Una ciudadanía fuerte y exigente debería demandar civilidad en sus políticos, alta calidad en sus propuestas y que las campañas electorales sean un instrumento para la construcción de la paz.

La ciudadanía morelense ha dado muestras constantes de madurez, ha exigido, ha acudido a las urnas en donde ha tenido muchos aciertos y algunos terribles errores. Los últimos, por cierto, nos han costado casi la integridad ciudadana y todos los aprendizajes que habíamos logrado.

La exigencia a los gobiernos debe empezar desde sus campañas políticas. Demandar calidad en las propuestas, civilidad en el actuar, eficiencia en la comunicación, respeto a las reglas de la contienda, es un deber ciudadano tan vital como salir a votar.

Hoy iniciaron las campañas a alcaldías y diputaciones locales, podríamos empezar con ellos la exigencia de una política que entienda que el estado y el país seguirán existiendo el tres de junio, y necesitaremos de todos para superar la crisis que hoy vivimos.