Les confesaré algo: pasó demasiado tiempo en internet —sé que eso no es lo más sano o recomendable, pero así son las cosas— y en este pasar tanto tiempo en internet me di cuenta de una tendencia que está tomando fuerza desde hace unos meses, principalmente en Estados Unidos, pero gracias a la globalización ya ha llegado a países hispanohablantes. Estoy hablando de la tendencia del just a girl being a girl o «sólo soy una chica haciendo cosas de chica», la cual se conforma de una serie de memes y tiktoks en los que ilustran diversas situaciones cotidianas y estas son etiquetadas como cosas de chicas, como lo puede ser el girl dinner, que hace referencia a cenas que no necesariamente necesitan mucha preparación pero que cumplen con los criterios de llenarte o nutrirte (como cacahuates o queso y jamón), o el girl math, el cual ilustra la forma en la que las mujeres conceptualizamos erróneamente las finanzas, como lo puede ser el pensar que un gasto no cuenta porque lo pagaste con la tarjeta de crédito y no con la de débito.
Aunque esto en un principio parecía inofensivo —e incluso me llegué a identificar y a reír—, poco a poco empezó a parecerme un poco extraño. Pues la mayoría de las personas que participaban en este trend eran mujeres a mediados o finales de sus veintes, las cuales, si somos honestos, ya no cuentan chicas -girlies-, sino como mujeres adultas. Este pensamiento me llevó a meditar sobre mi propia (in)capacidad para percibirme como una mujer adulta. Porque, para bien o para mal, no soy la única que se siente así. Y no solo estoy hablando de mujeres, debido a que la incapacidad para percibirnos como adultos/as no es exclusivamente femenina y más bien, es una cuestión etaria que actualmente vivimos las personas que estamos en la adultez joven.
Para poder explicarlo primero tendríamos que reflexionar acerca de lo que conlleva ser adulto. Social e históricamente hablando, una persona adulta es aquella que tiene un trabajo estable, que ha logrado independizarse de sus padres, que ha formado una nueva familia y que es capaz de adquirir propiedades como automóviles y casas. Sin embargo, la mayoría de las personas en nuestros veintes sentimos que no tenemos la capacidad adquisitiva o social que nos convertiría en una persona adulta y eso se proyecta en las redes sociales por medio de posts que hablan de las cosas que hacen las y los adolescentes en sus veintes. No obstante, no sólo ocurre con los zoomers (nacidos a finales de los noventa y principios de los dos mil diez), pues si ya llevas más tiempo en el internet recordarás aquellos posts populares de los milennials en los 2010s -que en aquel entonces apenas estaban entrando a la adultez- mostrando cómo el #adultingishard.
Este es un fenómeno que se viene anticipando desde hace unas décadas con el famoso Síndrome de Peter Pan, un término acuñado por el psicólogo clínico Dan Kiley en 1983. Este concepto hace referencia a todas aquellas personas que pareciera que se niegan a crecer y a tomar las responsabilidades que conlleva la etapa de la adultez, con conductas y comportamientos propios de los/as adolescentes. Sin embargo, no puedo evitar cuestionarme si este término aplica con las personas de mi generación que sí queremos crecer, pero las circunstancias socioeconómicas no nos los permiten.
Derivado de la pandemia por COVID-19 el número de personas entre 20-29 años que viven con sus padres incrementó, por lo que en el 2020, el 55 % de los/las jóvenes veinteañeras vivieron o regresaron a vivir con sus padres (Encuesta Continua de Hogares, INEGI [2023]). Aunado a esto, la brecha laboral incrementó en México y hasta el 2022 aproximadamente 574,000 personas necesitaban empleo (datos según la Encuesta Nacional de Ocupación Empleo, INEGI [2023]). Por otra parte, también estamos enfrentando una crisis salarial importante, pues en la primera mitad del 2022 los salarios disminuyeron en 0.9 % en términos reales a nivel mundial (Organización Mundial del Trabajo, 2022). Esto quiere decir que hay muchas personas que no tienen salario y aquellas que sí tienen salario no tienen los ingresos suficientes para existir de forma independiente.
Esta incapacidad para sentirnos realizados/as como personas adultas genera emociones como frustración e incertidumbre; en casos más extremos puede generar problemas de salud mental, como depresión o ansiedad. Y aunque es importante validar nuestras emociones, no debemos dejar que estas expectativas sobre la adultez —actualmente inalcanzables— nos definan. Por esto mismo, es necesario ampliar nuestra definición de adultez, pues ser adulto/a no implica exclusivamente volverte viejo/a y tener éxito económico. Me gusta pensar que la adultez implica la capacidad de agencia y de poder tomar responsabilidad de nuestra vida a partir de comprender que existen situaciones contextuales que no podemos cambiar, pero confiando en nuestra capacidad para adaptarnos a ellas.
Reconozcamos y resignifiquemos la adultez en nuestros propios términos, los tiempos han cambiado. Nosotros/as también.