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Desde hace algunos pocos años, la salud mental ha tomado importancia en la sociedad. Y aunque algunos padecimientos todavía son tabú, está mucho más normalizado hablar de la ansiedad, la depresión, el TDAH (trastorno de déficit de atención e hiperactividad), el autismo, entre otras afecciones. Incluso hoy en día, mandar a las personas a terapia se ha vuelto una cura milagrosa que promete resolver todos tus problemas, de la misma forma que se ha vuelto un pedestal moral en el que las personas que sí han ido pueden evaluar y juzgar a aquellas que todavía no han iniciado ese proceso terapéutico.

Pero la conversación de salud mental no sólo se enfoca en patologías y condiciones. Es común leer en posts de redes sociales las palabras “tóxico” para referirnos a una situación que no nos hace bien (sea lo que eso signifique), asimismo cada vez es más frecuente escuchar a personas hablar sobre sus problemas de apego, sus mecanismos de defensa, sus pensamientos intrusivos, sus traumas y demás disociaciones. Esto se debe en parte a que la pandemia por COVID-19 trajo consigo mayores tasas de problemas emocionales: según un estudio realizado en el 2021 por Silvia Morales Chaine de la Facultad de Psicología de la UNAM, durante el confinamiento por COVID-19 hubo un incremento en la ansiedad generalizada y en la depresión en las y los mexicanos. Lo que provocó que las discusiones sobre los temas relacionados a la salud mental hayan incrementado.

El aislamiento social que trajo la pandemia dio lugar a una tendencia en las redes sociales en la que buscábamos la validación de nuestras emociones a través de la empatía por los likes, pues estos remplazaron los abrazos y las palabras de aliento. Esto generó que las interacciones ya no se enfocaran en fomentar discusiones y diálogos recíprocos. En cambio, se han transformado en vínculos unilaterales. Es decir, aunque somos una sociedad en la que cada vez más exponemos aspectos de nuestra vida en redes sociales, no siempre estamos comprometidos a generar discusiones, sino que sólo nos limitamos a publicar y a reaccionar -pues no queremos que nadie nos lleve la contraria, sino buscamos personas que nos digan que piensan o sienten lo mismo-.

Esto puede ser un arma de dos filos, porque, aunque se están visibilizando las problemáticas de salud mental gracias a las experiencias individuales compartidas en redes sociales. Por otro lado, nuestra propia experiencia se vuelve un performance o algo consumible que debe agradar y generar empatía en los demás, por lo que nuestras propias experiencias terminan siendo matizadas y acomodadas para generar más interacciones virtuales, dejando de lado la reflexión sobre lo que realmente sentimos.

El Dr. Jonathan Shedler de la Universidad de California menciona que, como seres humanos, somos expertos en distanciarnos de nuestras emociones y una forma de hacerlo es a través de las palabras. Pues, el poder explicar lo que estoy pasando me proporciona una sensación de control sobre mis emociones. Por esto mismo, se vuelve mucho más sencillo usar frases y discursos prefabricados que encontramos en redes sociales -y que además algunas incluso están validadas por expertos- que realmente hacer introspección, pues estos discursos ya están previamente aprobados. Y como ya habíamos discutido antes, las redes sociales nos volvieron a todos/as producto de consumo; por lo que, aunque la mayoría de los terapeutas y psicólogos/as que ofrecen sus servicios en línea pueden tener las mejores intenciones y pretenden educar a su público, usualmente terminan dando consejos o información lo suficientemente ambigua para que todos y nadie se puedan identificar, en un esfuerzo de lograr vencer al algoritmo, favoreciendo las interacciones y logrando que su contenido llegue a más personas.

Esta accesibilidad a conocimiento psicológico fuera de contexto tiene como resultado la sobreutilización del therapy speak -lenguaje de terapia-, el cual según Rebecca Fishbein es aquel que se utiliza en terapia para describir ciertas conductas y conceptos psicológicos. Lo cual, aunque en teoría suena increíble porque el conocimiento es poder, cada vez más se ha demostrado que estos conceptos se deslavan y se descontextualizan, por lo que terminan siendo utilizados para deslindarnos de nuestra responsabilidad en las situaciones relacionales y sociales. Me han tocado escuchar a personas que en su afán de establecer límites sanos terminan cometiendo actos de coerción hacia los demás. Por ejemplo, hace unas semanas salieron unas capturas de pantalla donde el actor de Super Cool y El lobo de Wall Street: Jonah Hill, condicionaba a su novia para que no subiera fotos en traje de baño a su Instagram, ni que trabajara o se relacionara amistosamente con otros hombres debido a que –esos eran sus límites para tener una relación romántica, ya que esas experiencias habían lastimado su confianza con anterioridad-.

Si bien, aunque esto podría parecer un ejemplo perfecto de comunicación asertiva, si prestamos realmente atención a lo que está diciendo, notaremos que está descargando la responsabilidad de sus emociones en otros. Y ese es el principal problema con el therapy speak y con performear la salud mental en redes sociales. Ojo, con esto no quiero que me malinterpreten pues siempre celebraré y abogaré para que se mantengan discusiones con respecto a la salud mental, tan es así que este es el objetivo de esta columna. Sin embargo, no debemos olvidar que en la mayoría de las situaciones o conflictos nadie tiene la razón o la culpa de nada y por esto mismo, sí realmente queremos realizar cambios y generar consciencia en la forma en la que nos relacionamos, debemos fomentar diálogos y abrir nuestros panoramas a otras opiniones, con el entendimiento de que nuestra forma de interpretar las cosas no es la única ni la mejor. Incluso el objetivo principal de la terapia psicológica es lograr que los y las pacientes vean su situación actual desde diferentes perspectivas y eso incluye la de los demás, reconociendo también cuál es su papel dentro de esas situaciones y cuáles son las cosas que deben hacer para cambiar las dinámicas relacionales en caso de que sea necesario. Porque de nada nos sirve tener consciencia de nuestras emociones y procesos, sino reconocemos también la responsabilidad y agencia que tenemos sobre nuestro propio sentir.

Todos merecemos relaciones sanas y bienestar emocional y aunque toda información sobre las emociones y relaciones es importante, debemos recordar que las personas y las emociones cambian y por lo mismo, debemos tomar agencia y reconocer nuestra capacidad de adaptarnos. Empecemos por nosotros/as mismos/as.

Por Daniela Mazón

En redes sociales me conocen como canciondebruma. Estudié psicología, soy instructora de yoga, escribo poesía y a veces leo el Tarot. Mis temas de interés son la salud sexual y reproductiva, la salud mental y la violencia de género. Me gusta pensar en las cosas terapéuticas que podemos encontrar en lo cotidiano y que las personas tenemos más herramientas emocionales de las que creemos.