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Crecí escuchando la mujer debe de ser rogada y no rogona, entre otras frases alusivas a no perder la dignidad. Las personas cercanas a mí me hablaron de lo importante que es salvaguardar el bienestar y, como fui socializada como mujer heterosexual, me enseñaron desde muy chica a cuidarme del deseo masculino y por ende, del mío. Si yo mostraba interés en los hombres, estos podrían aprovecharse de mí. Esto tuvo como consecuencia que mi deseo fuera motivo de vergüenza y vulnerabilidad, por lo que pasé toda mi adolescencia y adultez temprana negándolo y anhelándolo en secreto.

Fui la última de mis amigas que dio su primer beso y la última en tener novie. Todos los 14 de febrero lloraba porque deseaba algún día poder relacionarme con alguien de manera romántica. Con el tiempo, el feminismo se incorporó en mi vida, me invitó a desmitificar la concepción del amor romántico y me propuso la idea de restarle importancia a las relaciones de pareja. En su lugar, me alentó a dirigir mi atención hacia mí misma.

En la actualidad, casi todes les terapeutas, coaches de vida y demás profesionales que se dedican a mejorar el bienestar emocional de las personas, aconsejan trabajar en el amor y en la aceptación propia casi casi como si esta fuera la llave mágica para mejorar tu vida y tus relaciones. El amor propio se ha vuelto una condición y un juicio moral: solo las personas que se aman a sí mismes van a poder tener relaciones sanas y una vida feliz.

Todo eso en algún momento me hizo sentido y me ayudó, mas sólo fue un paliativo. Después, no solo seguía anhelando tener una relación, sino que además me sentía culpable y como mala feminista (y persona tóxica) por seguir deseando tener novie. Sandra Dolores Gómez Amador en Feminismo, interrumpido escribe: El amor romántico me rebasa, se me sale de las manos: quiero ser lo suficientemente digerible como para que alguien me muerda, me mastique y me trague y yo no puedo estar más de acuerdo con ese sentimiento.

Conforme fui creciendo y fui ganando experiencia —y teoría— me fui dando cuenta que la necesidad de desear (a otras personas) es inherentemente humana. Somos seres sociales, por lo tanto, buscamos la validación de las otras personas. Y aunque sí, también es necesario desarrollar la capacidad para validarnos nosotres mismes, es ingenuo creer que nuestra autoestima y confianza puede separarse por completo de nuestro entorno y, sobre todo, de las relaciones con las personas que nos rodean y nos importan.

Por otra parte, los factores externos también pueden aumentar esa necesidad de querer a alguien a nuestro lado. Es una realidad que los tiempos actuales son muy difíciles, nada más falta mirar cómo la mayoría de las veces la situación económica, política y social parece desesperanzadora. Por supuesto que eso hace que con mayor razón a todes se nos antoje alguien con quien compartir nuestras alegrías y nuestras desgracias.

Es común escuchar comentarios que satanizan las expectativas: tiene expectativas muy altas, o mejor no espero nada, así nadie me puede decepcionar. Sin embargo, considero que es imposible no tener expectativas, pues estas forman parte de la función ejecutiva de planeación que tiene nuestro cerebro. Cuando planeamos algo, nuestra mente nos muestra todos los futuros posibles para poder prepararnos; entre estos futuros hipotéticos hay algunos que tienen características mucho más deseables que los otros: las expectativas. Por esto mismo, es fundamental darnos chance de fantasear, debido a que eso nos permite indagar sobre aquellas cosas que deseamos y, en consecuencia, esto nos facilita la búsqueda de lo que anhelamos.

Siempre voy a invitar a que las personas se enamoren y se ilusionen. Sin importar si funciona o si es correspondido, tu capacidad de anhelar y de amar te dignifica; como dice Mitski, Nothing in the world belongs to me but my love, mine all mine. No te quites esa dicha de sentirlo. Es momento de dejar de creer que el anhelo a una relación romántica es indicador de falta de amor propio. Todo lo contrario, la búsqueda de las relaciones sociales y vínculos es una forma de amor hacia nosotres mismes, pues al hacerlo estamos reconociendo nuestras necesidades afectivas y estamos tomando acciones para que estas sean satisfechas.

Por Daniela Mazón

En redes sociales me conocen como canciondebruma. Estudié psicología, soy instructora de yoga, escribo poesía y a veces leo el Tarot. Mis temas de interés son la salud sexual y reproductiva, la salud mental y la violencia de género. Me gusta pensar en las cosas terapéuticas que podemos encontrar en lo cotidiano y que las personas tenemos más herramientas emocionales de las que creemos.