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Cuando terminamos una relación, sea romántica o de amistad, la culpa y el enojo son de las primeras emociones en aparecer. Es común que ambas se exacerben, pues estamos buscando una explicación de lo que pasó. Lo anterior hace que usualmente terminemos en uno de estos dos extremos: o nos echamos la culpa a nosotrxs mismxs, o le echamos la culpa a los demás.

La culpa es una emoción horrible de sentir, pero por lo menos nos da la sensación de control sobre lo que está pasando. Cuando nos echamos la culpa por lo ocurrido, la ecuación queda un poco así: si yo soy culpable, soy responsable, y si yo soy responsable de lo que me pasó, puedo trabajar en mí para que pueda evitar que me vuelva a pasar. Algunos ejemplos de cómo se expresa este pensamiento son: Tal vez la relación no funcionó porque fui demasiado intensx/celosx/fríx/desinteresadx, etc. Por lo tanto, tengo que ser menos intensx/celosx/fríx/desinteresadx, etc. la próxima vez.

En cambio, cuando le echamos la culpa a las demás personas, nos deslindamos de toda responsabilidad y agencia. Entonces, le depositamos nuestras expectativas a los otros. Nos decimos a nosotrxs mismxs: yo sé que la persona se va a arrepentir, me va a buscar y nos vamos a perdonar, entre otras variantes. Esto hace que pasemos mucho tiempo buscando pistas en redes sociales (y en la vida real) que demuestren que las otras personas todavía siguen interesadxs en nosotrxs. No obstante, nunca seremos capaces del todo de saber qué es lo que está pasando por la cabeza de la otra persona, ni mucho menos cuál es su percepción de la situación y si realmente quiere arreglar las cosas, a menos que le preguntemos de forma directa.

Cada que ocurre una ruptura solemos pensar que, si las cosas no salieron bien y tuvieron que terminar, al menos nos gustaría tener unos últimos momentos rescatables. Sin embargo, es necesario reconocer que la mayoría de las veces esa búsqueda de cierre perfecto enmascara un deseo oculto de que la relación no se acabe, y terminamos buscando excusas para ganar tiempo y esperar que los problemas se resuelvan solitos. Pese a que el tiempo cura la mayoría de las cosas, en ocasiones lo único que estamos haciendo es prolongar lo inevitable. Buscar el cierre también es postergar el duelo, es negar que probablemente la otra persona ya abandonó el campo de batalla. Quizás esas señales que buscas para tener ese cierre ya las tienes en frente, solo que en realidad estás prestándole atención a otras cosas (como a buscar señales para continuar la relación).

La falta de comunicación también está diciendo algo y su respuesta es mucho más sencilla de lo que creemos: la otra persona es incapaz o no está interesada en tener ese cierre que nosotrxs esperamos. No importa cuál de las dos opciones sean, no debemos malgastar nuestros esfuerzos en intentar averiguar qué es lo que en verdad pasó, pues eso no cambiaría nada en lo absoluto. Lo que sí es cierto es que muy probablemente esa relación ya terminó. Como Dios les dio a entender y como les alcanzó, pero se terminó. Por esto mismo también es importante respetar los espacios y el tiempo que explícita o implícitamente la otra persona nos está solicitando. Es dolorosamente sencillo: si las otras personas no nos están buscando o están limitando nuestras interacciones (bloqueándonos o no contestándonos), es porque tal vez no quieren que nos comuniquemos con ellas.

Entre más nos enfoquemos en los supuestos sentires de los demás, menos estamos reconociendo los propios y, por lo mismo, no nos dejamos elaborar y aceptar lo que realmente está ocurriendo. Un cierre también nos exige tener expectativas con nosotrxs mismxs; queremos terminar con dignidad y tener la suficiente madurez mental y emocional para que no nos quedemos con resentimientos ni emociones desagradables. La realidad es que los cierres traen consigo un montón de emociones encontradas, muchas de las cuales no tenemos control o consciencia sobre ellas. Al final de cuentas, nosotrxs también estamos pasando por situaciones difíciles, por lo que es normal sentirse confundidx. Recuerda, no debes tener las palabras correctas, ni debes ser la persona más preparada o madura de la situación. Salir adelante tras un proceso de duelo no depende del cierre perfecto, sino de la aceptación de que esa situación ya se terminó.

Nota a los lectores: no saben cuánto me costó cerrar esta columna. No sabía cómo.

Por Daniela Mazón

En redes sociales me conocen como canciondebruma. Estudié psicología, soy instructora de yoga, escribo poesía y a veces leo el Tarot. Mis temas de interés son la salud sexual y reproductiva, la salud mental y la violencia de género. Me gusta pensar en las cosas terapéuticas que podemos encontrar en lo cotidiano y que las personas tenemos más herramientas emocionales de las que creemos.