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Termina el año y solo hay dos maneras de analizarlo para los que nos gusta la política. La primera haciendo memoria de los hechos, de los acontecimientos y de las decisiones que afectan la esfera pública; analizando los tiempos electorales adelantados y todo el ambiente de polarización que exacerba la ola de violencia en varias regiones del país. El segundo es viendo el futuro. El poder de la esperanza que provoca siempre el año electoral; la política y sobre todo los políticos teniendo la visión de cómo construimos una sociedad más digna e igualitaria con justicia no solo a los desposeídos sino también a los agraviados por tanta impunidad. La primera manera me provoca incertidumbre, tristeza, pesimismo; la segunda, la fe de que nuestro futuro está en nuestras manos.

Como soy del ala de los que ven un futuro mejor, porque para eso trabajamos diariamente, nos gusta pensar en el establecimiento de una sociedad donde la “Cultura de la Paz” sea el eje de la vida pública. El poder de la oposición no violenta ha demostrado históricamente su eficacia trayendo transformaciones sociales reales, evidentes, que se quedaron para siempre. Teniendo principios como el amor al prójimo, la empatía, el dialogo, la cultura de la No Violencia como testamento de la capacidad para construir la paz, promover la justicia y construir sociedades reconciliadas.

Jesús fue uno de los primeros referentes. Habrá quien no quiera ver a Jesús como Dios encarnado, no es mi caso, pero es posible analizar su legado como uno de los principales promotores históricos de la Cultura de la Paz. No solo fue su oratoria como el famoso Sermón del Monte, donde expuso claramente su ideario de construcción del Reino en Paz y Justicia, sino sobre todo sus hechos. Fue llevado a la crucifixión siendo inocente, en un proceso judicial fast-track inventado por sus enemigos y avalado por el poder político romano, murió sin contender, sin provocar violencia e incluso reprobándola. Su dicho y su hecho siempre fue “Mi paz os dejo, mi paz os doy, no la doy como el mundo la da”, por eso uno de sus nombres divinos es Príncipe de Paz.

Mahatma Gandhi, en tiempos más recientes, propuso la “No Violencia” en medio de la lucha de India por su independencia del Reino Unido. La “Fuerza de la Verdad” como estrategia del movimiento de resistencia sin violencia. La desobediencia civil como herramienta de protesta pacífica para desafiar al régimen opresivo capturó la atención mundial. Gandhi, no solo de palabra sino con su carácter compasivo, nos demostró que es posible derrotar imperios con actitudes que todos deberíamos de adoptar.

Imagen en blanco y negro de un hombre con la boca abierta

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Mahatma Gandhi. Foto: National Geographic

El Movimiento de Derechos Civiles lidereado por Martin Luther King utilizó también estrategias no violentas para desmantelar un sistema social basado en la segregación y en la discriminación. Las marchas icónicas donde terminaban sentados los manifestantes y los boicots civiles demostraron que la fuerza moral y la resiliencia pueden derrotar al sistema de injusticia sin usar la violencia. Por eso, Luther King tiene un lugar ganado no solo en la historia de los Estados Unidos sino también del mundo.

Fui de los creí y luche para que AMLO fuera Presidente. Creí, a veces pienso que ingenuamente, que López Obrador transformaría el sistema, hoy estoy seguro de que el sistema presidencialista se lo devoró. AMLO no solo desafió, sino que encontró la manera de derrotar a un régimen político que el PRI instauró y que el PAN le dio continuidad. Pero el ciclo de la historia da vueltas y parece que hoy se reinstala en Palacio Nacional el viejo PRI, en el que tienen cabida todos. Si no, cómo se explica que el Partido Verde pasó de ser fiel aliado de Peña Nieto e incondicional del PRI a aliado pusilánime de MORENA; o que aparezcan en las listas al senado de MORENA, priistas y panistas de cuña, que pregonaban su anti obradorismo. El régimen del oportunismo se reinstauró, en MORENA caben todos, incluso sus viejos detractores.

Martin Luther King Jr. Foto: BBC

He escrito en anteriores columnas que el PES (Partido Encuentro Social ahora Solidario) apoyó a López Obrador por su discurso de la República del Amor. En este planteaba una nueva sociedad basada en la fraternidad y en la solidaridad a través del poder del amor al prójimo. Tenía sentido el discurso de “abrazos, no balazos” porque este no estaba dirigido a las organizaciones crimínales sino a la sociedad. Lo que faltó fueron hechos, si acaso la distribución de la cartilla moral fue una excepción, pero no hubo más. Después el discurso se distorsionó y ante el cáncer de la impunidad, hay quien se atreve a decir que los “abrazos y no balazos” eran la estrategia contra la delincuencia, cuando claramente lo que se difundía era un discurso de paz y de reconciliación. Pero al provocar un clima de polarización política con motivos electorales el Presidente perdió la capacidad de promoverse como el principal agente para construir la paz, hoy sufrimos las consecuencias.

En toda la campaña que acompañé a AMLO, me di cuenta de su capacidad para mover a las masas esto le daba un gran poder a sus propias creencias. También me di cuenta de que cuando algo se le ocurría, lo lograba. Llenaba plazas públicas con solo anunciar su presencia y parecía que su discurso convencía a todos. Luchar contra la pobreza, contra la corrupción, derrotar al viejo régimen, “sin paz, no hay justicia”, rematando con el amor al prójimo y la promesa de una nueva transformación.

En el ejercicio del poder se olvidó mucho de lo que pregonó por todo el país. Lo intentó hacer solo, sin generar colectividad, porque así estaba acostumbrado. Estoy convencido que a AMLO no logró instaurar un nuevo régimen porque no entendió que se necesitaba reproducir sus ideales, clonarse en miles. Hoy, en su movimiento, hay miles pero no como él, sino gente obcecada por el poder político y económico que sabe lo que se obtiene estando con el gobierno, no importa el color o la ideología.

También estoy convencido que surgirá algo nuevo en México que derrotará la cultura de la violencia. El obradorismo no pudo y estoy seguro de que no vendrá de sus adversarios, será algo nuevo. Un nuevo movimiento que promueva una cultura de la paz verdadera y duradera.

La No Violencia en política no es la pasiva aceptación de la injusticia, es más bien una aproximación estratégica con valores que unen, con argumentos razonables y con la fuerza de la verdad. Los movimientos políticos históricos que la pregonaron enfatizan los derechos humanos y buscan unir y nunca dividir. Impulsan un sentimiento de propósitos compartidos y persiguen, además de la justicia, sobre todo la igualdad. Eso es lo que surgirá en México como contrapeso al obradorismo y sin el PRI ni el PAN, y será encabezado o por los auténticos liderazgos de MORENA, que son pocos, o por nuevos actores políticos, entre los que figurara el PES.

Quienes abrazamos los valores de No Violencia en política buscamos establecer e impulsar una cultura de inclusividad. Diálogo en el centro de la gobernabilidad, permitiendo la resolución de conflictos y desarrollando políticas que priorizan la igualdad. La No Violencia previene y detiene el ciclo de agresiones de las que está plagada la política, pero sobre todo la sociedad. Optando por medios pacíficos se pueden evitar consecuencias destructivas, incluso conflictos armados, creando oportunidades para la reconciliación y para una paz duradera.

Los movimientos de resistencia exitosos sirven como fuente de inspiración, ilustrando que el cambio duradero puede ser alcanzado sin violencia. El imperio romano fue cultural y moralmente derrotado por el Príncipe de Paz. Ese Admirable, Consejero vino a la tierra a promover la paz. Ese Jesús histórico nos enseña que debemos afrontar el futuro incierto con fuerza espiritual, con la alegría y la esperanza de cumplir con nuestro propósito de vida. El cambio no violento no es solo una realidad histórica sino un imperativo contemporáneo.

Señor Presidente: ya había logrado lo más difícil destruir a un partido de estado, no vuelva a crear otro. Pueden definirse sociedades y pavimentar el camino a una transformación social real pero solo con medios democráticos y pacíficos, usted lo sabe y lo vivió. El poder de la no violencia y el poder de la esperanza nos ofrecen un camino de justicia, igualdad y gobernabilidad. Vuelva, Presidente, aunque sea su último año de gobierno, a la República del Amor, esa que los radicales de izquierda y de derecha desdeñan, ese y no otro es el único camino para México. Por cierto, ese camino depende más de usted que de todos los partidos políticos juntos. Le queda un año para cumplirnos a los que apostamos “todo” por usted, que sea este el año de la República del Amor, ese será su principal legado.

Mi deseo para México y todos los que habitamos este hermoso país es que en el 2024 recuperemos el poder de la esperanza, el poder de la no violencia y la fuerza de la verdad.