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Entre brindis, abrazos y cenas exquisitas que la temporada navideña nos permite, hagamos un intento de reflexionar en la ciencia y porque debería importarnos. Parecería incontrovertible que la ciencia es indispensable en un mundo cada vez con mayores problemas, menos en México. La clase política parece tener otras prioridades que no son probablemente, las que tenemos los habitantes de este país extremadamente violento y desigual. Sin embargo, sería un error perder de vista las oportunidades que nos proporciona la ciencia pues al final, los avances científicos aquí o en cualquier lugar del mundo terminan por influir en nuestra forma de vida, y en lo que más nos importa, la salud, la seguridad y la economía.

Hay muchos ejemplos donde la intervención de la ciencia no solo es necesaria sino indispensable. En este mes se inauguró un tramo del tren Maya, que se distingue desde sus inicios por las controversias derivadas de la escasa información de su impacto social y ecológico, y los planes de mitigación (El Espíritu del Tren Maya, U Yóol Tisíimin Kaak, SECTUR, 2019). El proyecto, además del tren, incluye la creación de polos de desarrollo en el sureste del país, basado en la reordenación territorial de los pueblos tradicionales congregándolos en comunidades sustentables de mayor densidad de población. Se pretende detonar el desarrollo económico de una región ancestralmente marginada, pero con un patrimonio cultural y ecológico extraordinario. Sin duda, el planteamiento encierra buenas intenciones, pero conocemos que los desarrollos turísticos del pasado trajeron consigo especulación inmobiliaria, expansión del espacio urbano, criminalidad y, al final, la marginación y pobreza de los pueblos sigue igual. Por ejemplo, no es extraño que la maravilla de la laguna de Bacalar, Quintana Roo, famosa por sus colores y transparencia del agua, se vea sumamente afectada ecológicamente en los años por venir. El sitio ha florecido turísticamente a costa de la perdida de la laguna. La deforestación de la región, el crecimiento urbano, falta el agua y el tratamiento de los desechos sanitarios, al final están modificando la composición de los microorganismos de la laguna volviéndola una “sopa verde”, por la gran concentración de algas (Gaona, O. Miradas impávidas ante la muerte de los siete colores de la laguna Bacalar, Nexos, diciembre 19, 2022).

Sociólogos de diversas instituciones han señalado la pérdida de valores culturales y formas de organización de los pueblos mayas, como una consecuencia indeseable del desarrollo económico de la región (ver Pueblos y Territorios Bajo el Tren Maya, Bajo Tierra Ediciones, 2021). Ecólogos prestigiados han participado en la evaluación del impacto ecológico y expresado opiniones diversas que ponen en duda la seriedad de su trabajo. Evidentemente, la región selvática de la península ya ha sido impactada ecológicamente por los traficantes de madera, las agroindustrias, el turismo y grupos de agricultores como los menonitas que han expandido sus campos de cultivo sobre la selva. Ante eso, algunos ecólogos pragmáticos opinan que es irremediable el deterioro de la selva y solo queda mitigar la fragmentación del hábitat del jaguar, el tapir, el ocelote, las guacamayas y monos aulladores, por hablar solo de las especies más conspicuas. Proponen lo que ya se ha propuesto para otras vías de comunicación, los pasos de fauna, la restricción de las rutas del tren maya, pero se olvidan de que obligar a los animales a cruzar por sitios definidos los pone a merced de cazadores furtivos y que el área para la sobrevivencia y adaptación de los mamíferos es de varios kilómetros cuadrados. Insistir en desarrollos solamente porque el mal ya está hecho es multiplicar los problemas. En su lugar, se deben cumplir las regulaciones ambientales y limitar el desarrollo de sitios turísticos en áreas ecológicamente relevantes.

El proyecto del tren maya es una gran oportunidad para la intervención de los biólogos, geólogos, arqueólogos, ingenieros, y porque no de la intervención de políticos de buena fe acorde con sus mensajes de Navidad y Año Nuevo. Un trabajo científico y social bien realizado puede contribuir a evitar el deterioro del ambiente en la Península de Yucatán, y en muchos otros lugares, una tarea necesaria para los años porvenir.

*vgonzal@live.com