(Primera parte)

 

Este artículo es un adelanto de un libro que será publicado por el Taller Editorial la Casa del Mago con sede en Guadalajara. Dicho taller se ha especializado en la edición de testimonios y estudios sobre la lucha guerrillera en la historia reciente de México.

Mi libro será parte de una colección de biografías de guerrilleras y guerrilleros. En mi caso, me centro en la vida de Alejandrina Ávila, una enfermera sonorense que, en 1973, subió a la Sierra Tarahumara (en Chihuahua) con el propósito de hacer una revolución socialista y armada en nuestro país. En esos momentos, Alejandrina formaba parte de la Liga Comunista 23 de Septiembre (LC23S o la Liga), una organización creada con base en la unión de varios grupos independientes.

Alejandrina nació el 24 de abril de 1948 en Ciudad Obregón, Sonora. En esa ciudad realizó estudios de Licenciatura en Enfermería y fue entonces cuando comenzó su politización: la federación de estudiantes de la escuela organizó una huelga en contra de un intento de aumentar el cobro de colegiaturas y ella participó. Después de la huelga, Alejandrina comenzó a militar en uno de los grupos que darían pie a la LC23S: el Movimiento 23 de Septiembre (M-23).

En marzo de 1973, M-23 se unió con otras organizaciones para crear la Liga Comunista 23 de Septiembre. Con base en trabajos políticos que el Movimiento 23 de Septiembre venía realizando por alrededor de seis años, la dirigencia de la nueva organización acordó la creación de tres comandos de guerrilla rural en la zona montañosa y fronteriza entre Sonora y Chihuahua. Alejandrina formó parte de uno de ellos. Se pensó que sus conocimientos sobre salud serían útiles en un ambiente donde no había clínicas o centros de salud. Sí se trató de un aspecto importante ya que, por ejemplo, Alejandrina solía atender a enfermas y enfermos, lo cual terminó por generar un vínculo positivo.

La adaptación al entorno serreño fue difícil. Alejandrina, con quien he tenido el gusto de conversar en muchas ocasiones, describe el inicio de su militancia guerrillera rural como alguien que llegó a “otro mundo” y brinda un valioso testimonio sobre las dificultades que enfrentaron las y los jóvenes de origen urbano para adaptarse a las condiciones de la vida en la sierra:

Lo primero era adaptarte al terreno, adaptarte a caminar, a no comer, ¡a no comer! Mira, el desayuno de nosotros consistía en que traíamos un vasito de aluminio, entonces llegábamos a un arroyo, sacábamos nuestra bolsita (porque hacíamos bolsitas de leche Nido con pinole y con azúcar) […] le echábamos agua, lo batíamos y nos lo tomábamos. Ese era el desayuno, y a seguir caminando. Ya después, pues sí conseguíamos comida por ahí […] que nos regalaban tortillas, frijoles o lo que estuvieran comiendo, o fruta que tenían sembrada: manzanas o duraznos, que es lo que siembra la gente ahí en sus casas […] Pero pues había ciertos alimentos que no comíamos nunca: carne, por ejemplo. Casi siempre comíamos cosas improvisadas: elotes, calabacitas, lo que encontráramos.

Hay que mencionar que la militancia guerrillera de Alejandrina se desenvolvió en un ambiente donde lo étnico es un factor importante: una buena parte de la población se componía por indígenas rarámuris o, como también se les conoce, tarahumaras. De hecho, hubo una persona que le enseñó a dar sus primeros pasos en la sierra: Arturo Borboa (“el tío”), un rarámuri cuyo hijo había sido asesinado por soldados debido a su militancia guerrillera.

Borboa le brindó “cursos para caminar por la sierra sin caerse”, como los llama Alejandrina. No sólo se trataba de mantenerse en pie al desplazarse entre la paja resbalosa de los pinos (que en sí mismo era un reto importante), sino que también debía aprender a no dejar huellas, dónde tomar agua, encender fuego de manera discreta, entre otras cosas.

¿Cuáles fueron los resultados de la militancia de Alejandrina y cómo terminó su aventura guerrillera? ¿Qué ha sido de ella desde entonces? De eso tratará mi próxima entrega, pero vale la pena un adelanto: la protagonista de estas líneas nunca ha dejado de ser una persona de izquierda y de luchar por una sociedad más justa.

*Profesor de Tiempo Completo en El Colegio de Morelos. Doctor en Estudios del Desarrollo por el Instituto Mora.

Imagen cortesía del autor