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Mis dos películas favoritas de 2023

(Segunda parte)

 

A Mafer, in memoriam

Hace poco releí Metafísica de los tubos de la escritora de origen belga pero nacida en Japón, Amelie Nothomb. La novela es una de las obras más sagaces y honestas que he leído en torno a desgranar la mirada de la infancia. Nothomb cuenta los primeros tres años de una niña que se autoproclama Dios y que se niega a manifestar sus emociones hasta que descubre el sentido de la vida en una barrita de chocolate y la muerte en un estanque habitado por repugnantes carpas. Una de las grandes virtudes del texto es que a través del humor dibuja la verdadera dimensión del mundo para la niña, ajena e inexplicable para los adultos. La vital importancia de recibir un elefante de peluche en el primer cumpleaños, el dolor que nace del reconocimiento de que las cosas se acaban y la aceptación de que después de esas primeras experiencias fundacionales, nada más puede suceder, son algunas de las revelaciones que la protagonista descubre casi siempre desde el silencio en un diálogo secreto en su interior.

Pienso que la infancia es un territorio que se habita internamente, por eso sabemos tan poco de su vastedad. Todo lo que observamos, aprehendemos y sufrimos, casi siempre, durante la niñez, ocurre en la imaginación y en los pensamientos. También es verdad que todo nos afecta de sobremanera. El júbilo nunca es tan explosivo, ni la tristeza tan pura. Lo mismo puede decirse sobre la distancia que separa este entendimiento. La psicoanalista francesa Françoise Dolto, en su libro Infancias, se pregunta:

¿Cómo es que los grandes no comprenden a los niños? Esto es algo muy sorprendente para los niños: primero porque creen que los grandes saben todo, hasta el día en que, preguntando sobre la muerte, se dan cuenta de que los grandes o bien tienen miedo de hablar de la muerte, o, si dicen la verdad, no saben nada acerca del tema; entonces, a partir de ese día, los niños saben que los grandes, si no los comprenden, no lo hacen a propósito.

Precisamente sobre eso trata Tótem de la cineasta Lila Avilés. La película cuenta la historia de Sol, una niña de siete años que pasa el día en casa de su abuelo, mientras sus tías y el resto de la familia terminan los preparativos de una fiesta sorpresa para el padre de Sol, un pintor cuyo proceso de enfermedad lo mantiene convaleciente y aislado en su habitación. Entre más se acerca la hora del festejo, la situación, desde una sutileza magistral, comienza a tensarse. Salen a relucir problemas de dinero, rencillas entre hermanas, alcoholismo, desesperación y miedos. Pero todo lo contemplamos a través de la mirada de Sol, quien desde su silencio, es mucho más perspicaz y sabia de lo que los adultos están listos para reconocerle.

El conflicto de Sol es que quiere ver a su padre, pero no la dejan. Los adultos saben el estado de salud de Tona, pero no quieren hablarlo abiertamente, de hecho, en una escena recurren al lenguaje de la F para ocultar una discusión en torno al tratamiento. En esa negación provocan que Sol crea que su padre no quiere verla y por lo tanto, que no la quiere. A través de una colección de animales e insectos, Tótem nos devela de manera intimista ese momento de la infancia en el cual todo cambia drásticamente. Ese momento en el que la ternura y el dolor se funden en nuestros corazones.

Quiero aprovechar este espacio para externar mi tristeza y dolor por el terrible, injusto y atroz asesinato de María Fernanda Rejón Molina, artista y activista que todos en Cuernavaca conocíamos porque su presencia inspiraba ternura e intensidad. Exijo a las autoridades que esclarezcan este feminicidio y todos los crímenes violentos contra mujeres. A la familia de Mafer, les abrazo desde el fondo de mi alma. No están solos en su dolor. Toda la ciudad llora porque nos falta Mafer.

Imagen: Filmaffinity