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Juan Molina: celebración de la rareza

Davo Valdés de la Campa

El crítico uruguayo Ángel Rama editó en 1966 un libro muy influyente que lleva por título 100 años de raros en el que incluye la obra de escritores extrañísimos e inclasificables como el Conde de Lautréamont, Marosa di Giorgio, Mario Levero y Felisberto Hernández. El libro, un poco en el mismo espíritu que Los raros de Rubén Darío, reúne un corpus de autores que no pueden encasillarse en una corriente reconocible. En el prólogo habla de un grupo heterogéneo y amorfo de “raros”, una corriente de autores atípicos en la literatura uruguaya que se contrapone al realismo, y que se sitúa cercana al surrealismo de autores argentinos de géneros especulativos. Según Rama “los raros” tienen como característica ser “autocancelantes”, es decir, que no han generado una corriente literaria de seguidores de su estilo, y cada uno es una singularidad dentro de su género. Dice sobre esta tendencia literaria que:

Desprendiéndose de las leyes de la causalidad, trata de enriquecerse con ingredientes insólitos emparentados con las formas oníricas, opera con provocativa libertad y, tal como sentenciara el padre del género, establece el encuentro fortuito sobre la mesa de disección del paraguas y la máquina de coser, lo que vincula esta corriente con el superrealismo y hasta con la más reciente y equívoca definición de “literatura diferente”.

Al establecer un diálogo entre estos autores -entonces jóvenes- y la generación de escritores argentinos que convergieron en Sur, pienso que esta clasificación de rareza no sólo abarca Uruguay, sino también Argentina y que hoy podríamos incluir en esa lista, sin repetir a los autores evidentes como Borges, Cortázar y Bioy Casares; y sin extender la clasificación más allá de esa geografía particular, que ha forjado una cepa muy particular de artistas excéntricos y estrafalarios, atravesada por el Río de la Plata, a Martín Adán, Alejandra Pizarnik, Cristina Peri Rossi; y actualmente a Samantha Schewblin, Mario Bellatin, César Aira y Mariana Enríquez.

Todo esta larga disertación sobre los raros la he necesitado en realidad para hablar de una figura de la misma geografía, que desde la música, para mí, en la actualidad encabeza la categoría de las más raras, una artista que es inclasificable y autocancelable, imposible de generar emulación, precisamente por su absoluta extrañeza y singularidad. Hablo de Juana Molina.

Juana Molina es una compositora, intérprete y actriz argentina, hija del cantante de tango y bolero Horacio Molina y de la arquitecta, actriz y ex modelo Chunchuna Villafañe. Antes de dedicarse a la música, Molina alcanzó la fama como actriz de comedia a comienzos de los años 90 y en el apogeo de su popularidad, dejó su carrera como actriz para perseguir su sueño: vivir de la música.

Su primer disco precisamente lleva por título Rara y estuvo producido por Gustavo Santaolalla. Su música se caracteriza por la utilización de elementos electrónicos -incluso cuando eran ajenos a América Latina-, bucles, capas de sonidos acústicos y electrónicos, distorsiones, uso amplio de sintetizadores, extravaganza en sus vocalizaciones y experimentación sonora al grado de que en 2013, el diario El País escribió sobre ella que: “se estableció como la estrella del sonido vanguardista de su país en el mundo.” Cuando pienso en ella, no puedo evitar pensar en otra artista rara, con la que comparte varias características: Laurie Anderson, quien cuando le piden que defina su trabajo, utiliza la etiqueta de artista multimedia. Que según Emilio de Gorgot “por entonces, a finales de los setenta y principios de los ochenta, el llamar a alguien «artista multimedia» equivalía a decir que era una persona rara que no respetaba los límites entre las disciplinas artísticas y además usaba los más extravagantes avances tecnológicos del momento”. Algo similar pasa con Juana Molina, quien paradójicamente, a pesar de surgir en Argentina, un paraje por excelencia de artistas raros, tuvo que mudarse a Los Ángeles para encontrar el reconocimiento mundial.

La fama la alcanzó poco después del lanzamiento de su disco Segundo. Al poco tiempo de haber salido, el exlíder de Talking Heads, David Byrne (¡otro de los raros más raros del mundo!), le envió un correo electrónico en el que la convocaba para que lo acompañara como telonera en una gira por los Estados Unidos. Se cuenta que en cada presentación Byrne la anunciaba ante el público diciendo que Segundo se había convertido en uno de sus discos preferidos de todos los tiempos.

A mí en lo particular me gusta Halo, su séptimo disco de estudio y recomiendo ver las sesiones en vivo que tiene para KEXP (la más reciente de noviembre de 2022 y la más antigua de hace ocho años) y su épica y desquiciante presentación en 2020 en el ahora extinto Festival NRML.

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