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La visita a Mexico del expresidente Ernesto Zedillo para dar una conferencia en un Foro Empresarial trajo varias reacciones en el ámbito político de nuestro país. Zedillo es un economista de calidad mundial que se autoexilió y que ha destacado por su prudencia después de terminar su mandato como Presidente de Mexico. Ni siquiera ha tenido la tentación de contestar ante las continuas críticas al periodo neoliberal -en el que fue protagonista- y con mucha posibilidad de dar respuestas racionales. La polémica y la política nunca fueron lo suyo. Ante algunos de sus comentarios vertidos en el “Actinver Day” la respuesta del Presidente López Obrador no se hizo esperar, cuestionó tanto el sistema de pensiones, la privatización ferroviaria y el FOBAPROA de aquellos tiempos.

No tengo duda que es un problema de visiones, habiendo trabajado para ambos, aun con visiones, formación y estilos diferentes no tengo duda que tienen mucho en común. Su origen humilde, su trabajo arduo, ambos provienen de “la cultura del esfuerzo” como diría Colosio; su idea de democratizar y transformar el sistema político, las políticas públicas que implementaron en sus respectivas administraciones encaminadas a combatir la pobreza, y su profundo amor a Mexico, los hacen políticos con orígenes e ideales muy parecidos por increíble que parezca. Tampoco tengo duda que tienen medios muy diferentes y que su carrera política es completamente distinta, uno un gran técnico y un burócrata profesional; otro un político de base con un contacto popular sin precedente. Lo resumiría así: orígenes parecidos, formaciones distintas; distintos medios, mismos fines.

En estos tiempos de canallas que vivimos tiene que salir el carácter de los mexicanos buenos. Digo que es tiempo de canallas porque la mezquindad política es el sello de esta generación. No se reconocen los atributos profesionales y personales, no se quiere hacer política y buscar reformar nuestra nación sin exclusiones, con la aportación de todas y de todos. Tenemos problemas profundos, algunos ancestrales, muchos por cierto consecuencia de malos gobiernos. Pero hoy se requiere a todos los mexicanas y mexicanos buenos, a los sensatos, a los inteligentes, a los que sí entienden que el bien común provoca paz social.

 

Soy de los optimistas que cree que el carácter de los mexicanos es bueno. Claro que no soy ingenuo y sé que hay muchas personas que viven y obran con maldad, pero la mayoría de nosotros somos personas buenas. Solo quienes hemos recorrido todo el país y hemos conocido todas nuestras regiones, reconocido nuestras diferentes herencias culturales, convivido con personas de todas las clases sociales, tenemos la oportunidad de asegurar que, a pesar de que hay mucha maldad, todavía somos más los mexicanos buenos. Esa es nuestra esencia y sé que es muy debatible pero tenemos evidencia empírica para sostener nuestros dichos.

La eterna lucha del bien contra el mal opera tanto en lo individual como en lo social. Cada uno en su individualidad lucha internamente por tomar buenas decisiones y todos, en nuestra condición humana, hemos hecho cosas buenas y malas. Decía el apóstol Pablo: “dos fuerzas internas siempre están en mi ser: como hago el bien, también cometo maldad.” Cuando trasladamos esta lucha a lo colectivo, a lo comunitario, a lo social, también siempre van a coexistir estas dos fuerzas. La sociedad como ente colectivo también se debate, también toma decisiones buenas y malas. Y aunque esta lucha que es más fácil de reconocer en la consciencia individual, también sucede en la consciencia colectiva. Por eso, es bien importante que cuando elegimos a nuestros lideres, a nuestros gobernantes, sepamos como colectivo discernir entre los buenos y los malos.

Para que el bien común triunfe en una sociedad con problemas sociales e individuales profundos como la nuestra, es necesario tener lideres que pongan al servicio público sus “dones” y “talentos” personales. Necesitamos de aquellos que olvidándose de su individualidad, de su interés personal, pueden poner su trabajo y su capacidad al servicio de otros.

Cuando hablo de “dones” me refiero a lideres que tienen una capacidad innata, está en su ADN tener ciertos atributos que los distinguen. Soy de los que creen que hay líderes que nacen y otros que se hacen. Entonces hay algunos que ya nacen con “dones”. Cuando me refiero a “talentos” estoy pensando en las capacidades adquiridas, no naciste con ellas pero las desarrollaste, las aprendiste. Una persona puede tener el don de la inteligencia pero si la utiliza adquiriendo conocimientos, ese don se ve nutrido de talentos. Hay muchas personas que no tuvieron la oportunidad de desarrollar su inteligencia pero también hay muchas que no quisieron hacerlo. Se me vienen a la mente muchos ejemplos.

Todo esto viene al caso porque creo que tanto Andrés Manuel López Obrador como Ernesto Zedillo son personas dotadas con grandes dones y que después desarrollaron sus propios talentos. De AMLO, por mencionar alguno, reconozco un “don” natural para medir el timing político, no conozco a nadie como él, nadie mide mejor los tiempos en los que se debe actuar y en los que se debe callar. Por eso, desde hace tiempo es el dueño de la agenda política de nuestro país. Es un político natural, así nació, así vive y así morirá.

Por su lado Ernesto Zedillo, es una persona llena de talentos”, es un hombre con conocimientos técnicos sobresalientes que en el momento de su aplicación logra resolver problemas muy difíciles por su capacidad de digerirlos y volverlos realidad. Platicar con él temas económicos es una delicia, a la vez que es muy complejo porque hay temas que por sí mismos requieren de un alto nivel de tecnicidad que él domina a la perfección.

En la Biblia una de las más famosas parábolas de Jesús es la de “Los Talentos”. No es el lugar para desarrollar una amplia explicación de esta, pero mínimo debo decir su conclusión. Al siervo que utilizó los talentos que le fueron dados, como recompensa se le multiplicaron. Al siervo que guardó sus talentos, que no los usó, como condena los que tenía le fueron quitados. Esta parábola no solo tiene aplicación en el ámbito individual sino también en el ámbito social. Imaginemos al ente público como una sola persona, si no utilizamos los talentos, a las personas que tienen talentos, si los guardamos, pues esos talentos nos van a ser quitados. Por eso, debemos utilizar los dones y talentos individuales y ponerlos al servicio público.

 

Esto lo digo porque hoy que se necesita reconstruir y seguir transformando nuestro país necesitamos los “dones” de López Obrador pero también los “talentos” de Ernesto Zedillo. Si la historia fuera objetiva tendría que reconocer en Zedillo a un demócrata y a patriota que puso sus talentos al servicio de Mexico. Recuerdo cómo veía con admiración a Cuauhtémoc Cárdenas y con buenos ojos a AMLO en esos momentos en donde su estrella apenas estaba en ascenso. Creo que si el Presidente López Obrador es objetivo tendrá que reconocer, aunque no esté de acuerdo en los medios, o en algunas políticas públicas que implementó Zedillo, que el expresidente priista

-que no era priista-, y que, al contrario, lo consideraba en ese momento histórico como un obstáculo para el desarrollo de Mexico, fue un presidente que impulsó la transformación democrática del país. Tengo incluso la impresión, no la seguridad, que Zedillo votó por Cuauhtémoc Cárdenas para que se convirtiera en el primer Jefe de Gobierno de la Ciudad de México. Desde ahí, ya nunca la izquierda perdió la capital del país.

En estos tiempos violentos y de canallas que vivimos se necesitan ambos perfiles para transformar a Mexico. Los de aquellos que tienen dones naturales como AMLO y lo que tienen talentos adquiridos y multiplicados como los de Zedillo. Me encantaría una plática entre ellos, a lo mejor se dan cuenta que tienen más en común que lo que ellos imaginan. Pero lo que más me gustaría sería vivir en un Mexico racional donde nuestros lideres y gobernantes pongan al servicio de la sociedad sus “dones” y “talentos”. (Esta historia continuara…)