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LU SCHAFFER*

“Nací un día que no pasaba nada raro/ pero todo era pregunta/ Un día que tenía todo en su lugar/ pero los objetos pedían otro nombre…”

No recuerdo cómo llegó ese libro de poemas a nuestras manos. Éramos adolescentes sentados en el jardín de la escuela. Nos gustaba escribir pero nunca fuimos grandes lectores. La poesía flotaba lejos de la mayoría de nosotros, en el terreno de los profesores que intentaban inculcarnos el hábito de la lectura, pero fracasaban porque elegían textos demasiado alejados de nuestras vidas.

Esa tarde adolescente leímos juntos el poemario Autorretrato con animales* sin que nadie nos obligara. Era profundo y sencillo, eso evidenció su belleza. Si sólo hubiera sido profundo, jamás habríamos entendido sus cuestionamientos y, si sólo fuera sencillo, sus palabras se habrían deslizado lejos de nosotros sin dejar huella, junto al bombardeo de lecturas comerciales que resultaban accesibles pero poco nutritivas.

¿Por qué nos pareció profundo? Porque lanzaba las mismas preguntas que nosotros. Ésas que nos daba pena formular en la escuela, sobre la extraña obligación de construir una identidad que beneficiara a un mundo que prometía devorarnos. “En un poema es más importante la pregunta que la respuesta”, me dijo tiempo después Kenia Cano, la autora de Autorretrato con animales. ¿Y por qué nos pareció tan fácil de leer? Lo entendí cuando Kenia dijo “llegará más lejos quien escribe como se habla, que quien escribe como se escribe”, citando a Gustave Flaubert.

Este poemario habla sobre la identidad y lo hace de la forma más orgánica que puede existir: a través de los animales. “Soy una yegua que no dice nada… Soy un conejo asustado, casi, mayormente”. La autora se dibuja con perros, venados y pájaros. Porque al final para eso sirven los autorretratos: para darnos la ilusión de que fijamos en algún sitio eso que siempre está cambiando; nuestra máscara (y la persona que sobrevive tras ella).

Autorretrato con animales recuerda esos pequeños momentos que marcan la identidad y que una no sabe por qué se quedaron en la memoria. Una yegua en la carretera

(¿por qué recordar eso?), el botón faltante en un abrigo (¿por qué recordarlo?), un moyote agonizando en la puerta (¿por qué recordar que intentaste descifrar su mensaje?). Una no elije qué permanece en la memoria ni qué detalles minúsculos marcarán la máscara y la piel. Kenia Cano habló con humildad de esos momentos, sin pretensiones ni brillantina.

“El poema debe ser corto,/ desprender un aroma penetrante e incómodo,/ parecido a los días en que no sabemos dónde poner el cuerpo”. Escribir sobre los detalles que conforman nuestros retratos también es mencionar lo desagradable. “El vinagrillo te permite incluso hablar de lo que te incómoda de ti misma”, explicó la autora tiempo después. Me pregunto si tal vez fue eso lo que intuí al leer su poemario en el jardín de la adolescencia; era posible hablar del desagrado propio sin desbaratarnos, si encontrábamos el animal preciso para enfrentar nuestras bestias.

Recuerdo que, entre los pequeños cantos del libro, descubrimos uno que nos devolvió de pronto a “las cosas grandes” de la vida; un poema protagonizado por jirafas, donde se esconde el retrato breve de la vida nocturna en Ciudad Juárez (una joven decapitada en alguna parte del desierto, los ojos que contemplan la prostitución perversamente romantizada en tierra de narcos, el cuello de una prostituta).

Después tuvimos la oportunidad de leer otros libros de Kenia Cano, pero quizás ninguno dejó esa misma huella en mí, tal vez porque teníamos dieseis años cuando lo descubrimos y sabíamos cosas que ahora no podemos recordar, o porque era más fácil hablar con preguntas que con respuestas: “¿Quién sembró este conejo para que brille la pradera?/

¿Quién con su luz omnisciente entibió su sangre?/ ¿Quién le dio diez razones para seguir moviéndose?… ¿Quién hizo que la niña lo cargara y pensara que nunca iba a morir?”.

Autorretrato con animales, antología poética 66 pp. Cuernavaca 2012 Kenia Cano (Cuernavaca, Morelos, México, 1972)

*Lu Schaffer (1996, Cuernavaca, Morelos) es novelista, poeta, guionista, bailarina y actriz