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Karime Díaz

Por muchos años se ha reforzado una y otra vez la idea de que hombres y mujeres tenemos diferencias grandes en nuestras características biológicas y que eso determina cómo nos comportamos e incluso lo que deberíamos hacer o no. Y es cierto, hay algunas diferencias que son evidentes, pero en otras no es el caso. Estas ideas incluso se basan en “evidencia” científica que se publicó hace mucho tiempo en artículos de investigación; sin embargo, no por eso dejan de ser cuestionables.

¿Cuántas veces has escuchado que las mujeres somos de venus y los hombres de marte? O que las mujeres tenemos un cerebro más emocional y que los hombres tienen uno más calculador. Basado en lo anterior, se dice que las mujeres somos mejores cuidando a la familia y los hombres siendo únicamente proveedores. Este tipo de cosas incluso se han dicho por científicos, que podríamos pensar que son serios y que tiene información actualizada. Pero la verdad es que la ciencia, al ser realizada por personas, se impregna de sesgos que generan información poco fiable que se replica fácilmente. Lo hermoso de la ciencia es precisamente eso, que no tiene la verdad absoluta y que podemos cuestionar una y otra vez todo el método, así como la interpretación de los datos y el uso que les damos. Además, cada vez conocemos más cosas que abren la puerta a la formulación de nuevas preguntas para entender mejor el mundo.

El cerebro es una caja de Pandora, tiene muchos misterios que incluso aún ni se conocen y otros que son una maraña de la que realmente entendemos poco. Pero aun entendiendo poco, lo que conocemos del cerebro ha estado impregnado de sesgos, esos sesgos que nos han hecho creer que las mujeres en promedio tenemos el cerebro más pequeño que los hombres y que la zona de la empatía en nuestro cerebro está más desarrollada. Afortunadamente, la ciencia misma se ha encargado de señalar estos sesgos para transitar a un conocimiento mucho más imparcial y verdaderamente fiable. Es muy arriesgado asegurar lo que algunas investigaciones de los años setenta afirmaron, sin citar fuentes más recientes que hayan constatado lo que se hizotiempo atrás. Precisamente estos sesgos basados en información obsoleta generan predisposiciones cognitivas en las personas y se refuerzan los roles de género que provocan desigualdades. En la actualidad, cada vez hay más estudios que nos ayudan a entender que si bien existen diferencias en los cerebros, no es una norma que los de los hombres sean más grandes y la razón, definitivamente no es porque son más calculadores.

En 2021, se publicó un estudio encabezado por la Dra. Lise Eliotque incluyó más de tres décadas de datos (fue un metaanálisis de cientos de estudios) sobre las supuestas diferencias sexuales en los cerebros ¿Qué encontraron? Que estas diferencias en la gran mayoría de las mediciones no eran significativas y que, además, no estaban vinculadas como tal al sexo sino a la expresión genética particular de los individuos. Además, también encontraron que estas diferencias no tienen nada que ver con el comportamiento de las personas. Esta publicación también señala que muchos estudios no pueden ser reproducidos pues su método ¿adivinen? Sí, está sesgado, por lo tanto, lleva a que se tengan falsos positivos pero que, por el sensacionalismo para señalar la diferencia entre los cerebros rosas y azules, tomaban mucha más atención de la que merecían. 

Este estudio no es ni el más reciente ni el único que desmitifica el dimorfismo sexual de los cerebros humanos, es decir, no tenemos suficiente evidencia que sea además significativa de que exista un cerebro masculino y uno femenino. En algunos otros se ha apuntado que esos estudios no son representativos de la población global, por lo que no podemos garantizar que, por ejemplo, en la población latina encontremos resultados similares. 

Es delicado que haya científicos que sigan diciendo según ellos, basados en evidencia pobre, sigan mencionando esas supuestas diferencias porque además culturalmente, tiene un gran impacto en cómo somos criadas las personas según nuestro sexo.

Cuestionemos todo, hagamos ciencia.