El ‘Kissgate’ a la Española

 

Si me quedo callada, reviento. Siempre que opino sobre asuntos acontecidos en otros países, especialmente cuando se trata de países del primer mundo, siento como si estuviera entrando en un campo minado. Y es que, en mi México lindo y querido, ya tenemos suficiente con nuestros problemas internos, que no son pocos. No obstante, el beso de Luis Rubiales, presidente de la Federación Española de Fútbol, a Jenni Hermoso, futbolista de la selección española y campeona del mundo, ha cruzado fronteras. Incluso deportistas mexicanos han alzado su voz en defensa de Hermoso, y por eso me animo a escribir.

Como dicen en mi pueblo: “Candil de la calle, oscuridad en su casa”. Personalmente, me resulta hipócrita que la Liga Femenil y otros clubes mexicanos hayan alzado su voz en apoyo a Hermoso. Es sencillo subir al pódium de la justicia ante la mirada internacional, pero ¿qué hay de nuestras luchas cotidianas contra los feminicidios que asolan nuestro país? ¿Qué credibilidad moral nos queda para señalar con el dedo un beso cuyos detalles aún no conocemos por completo? ¿No tenemos suficiente tela que cortar en casa con la corrupción, la desigualdad social, los abusos a menores, el tráfico de drogas y un largo y penoso etcétera?

Las opiniones de la liga femenil mexicana son un reflejo de un feminismo superficial y carente de coherencia que intentan inculcarnos día tras día. Ese feminismo radical no representa a muchas de nosotras, las que ansiamos una igualdad de género auténtica, igualdad entre hombres y mujeres, la misma que está perdiendo su rumbo y descontrolándose en naciones como España.

Condeno abiertamente cualquier tipo de abuso, y no defiendo el beso, sobre todo si no fue consentido y si realmente violentó a Jenni. Sin embargo, ante los nuevos videos que han surgido donde Hermoso y su equipo hacen mofas del beso y se ríen compartiendo memes, algo en mi cabeza no encaja. Cuando una mujer ha sido verdaderamente abusada sexualmente, agredida o violentada, no hay espacio para bromas ni risas.

No se equivocaba José Saramago en su libro “Ensayo sobre la ceguera” cuando decía: “Creo que estamos ciegos, ciegos que ven, ciegos que, viendo, no ven”. La ceguera es colectiva; somos marionetas a las que el sistema día tras día se asegura de ponernos una venda en los ojos.

El beso de Rubiales llega como caído del cielo a los gobernantes españoles. Mientras las feministas marchan en apoyo a Jenni Hermoso, observo, horrorizada, cómo el feminismo se prostituye y manipula cada día más, tanto por los medios de comunicación como por los líderes políticos. España nos aventaja en cuanto a justicia se refiere, y sin duda también lleva la batuta en cuanto a la instrumentalización política del feminismo radical. Un beso no solicitado causa revuelo, pero los abusos a menores en las Islas Baleares parecen no importarle a nadie, ni siquiera a la extrema izquierda, que no mostró el más mínimo interés en investigar dichos hechos.

Soy partidaria de que Rubiales debería renunciar a su cargo, pero no por el beso en sí, sino por su presunta implicación en orgías organizadas con fondos federativos, las escuchas con Gerard Piqué, su oposición a la profesionalización del fútbol femenino y las denuncias de acoso. Y, por si eso fuera poco, Rubiales debería dimitir por tocarse sus partes de forma inapropiada y cavernícola, cuando la selección española se coronaba campeona del mundo hace unas semanas en Australia.

Sin duda, una vergüenza para los españoles transmitida en directo por cadena internacional.

Es lamentable que la victoria de la selección femenil española quede empañada por este circo que se ha montado. Es curioso cómo el pueblo español se indigna y sale a las calles para manifestarse en contra de Rubiales, pero guarda silencio y es incapaz de rebelarse contra su gobierno por aprobar una ley con la que 1,156 abusadores sexuales condenados se están beneficiando de la reducción de penas y muchos de ellos incluso están siendo puestos en libertad. Pero eso parece no importarle a nadie.

Este es el dilema moral que nos debe incitar a la reflexión. No se trata del beso en sí, sino de lo que representa en un mundo donde a menudo las prioridades y el verdadero activismo quedan oscurecidos por la instrumentalización política, la manipulación mediática y los intereses de los que están en la cúpula del poder. Pan y circo.

¡España, campeona del mundo, olé, olé y olé!