#11 ¿Y YO, POR QUÉ?
Vicente Arredondo Ramírez *
La Jornada Morelos
7 de febrero del 2023
Pasado, presente y futuro se amalgaman en nuestro ser personal. La construcción de nuestra identidad es una suma de factores biopsicosociales que se expresan en tiempos y espacios determinados, por lo que entendernos a nosotros mismos no es algo sencillo.
En la historia del pensamiento, son muchas las disciplinas académicas desde las cuales se ha estudiado y se sigue investigando sobre el significado de ser persona, y especialmente desde las facultades o capacidades de pensar, analizar, juzgar y decidir. De los múltiples autores a los que podríamos referirnos que han hablado sobre este gran tema, señalo sólo dos, como sugerencia para abundar en el tema, el psicólogo social alemán Erich Fromm, en su libro El miedo a la libertad, y el filósofo surcoreano Byung Chul Han, en su obra La expulsión de lo distinto.
La célebre respuesta de ¿y yo, por qué? hecha por el incompetente y de triste memoria expresidente mexicano Vicente Fox, cuando se le pidió su intervención frente al asalto que con hombres armados hizo Televisión Azteca de las instalaciones de CNI-Canal 40 en 2002, da pie a dos líneas de reflexión: las relaciones gobierno-sociedad, y la postura que las personas tomamos frente a lo que sucede en nuestro entorno.
Sobre la primera, ya hemos hablado en este espacio, y lo seguiremos haciendo, por la necesidad de hacer explícitos los supuestos y premisas sobre los que en la realidad opera la sociedad mexicana, más allá de lo que está escrito en la Constitución y las leyes que de ahí se derivan.
Hablemos entonces, en esta ocasión, sobre el tema de nuestra postura personal frente a lo que sucede alrededor nuestro. El ¿y yo, por qué? nos señala tácitamente que existen límites, entre lo que yo hago, y lo que hacen los otros. Con ello marcamos también fronteras, entre lo que podemos o debemos hacer, y lo que no podemos ni debemoshacer, o bien, entre lo que es mi responsabilidad personal de lo que sucede, y lo que es responsabilidad de otros.
Como es fácilmente constatable, las personas vivimos la vida de diferentes formas, dependiendo del grado de conciencia y de autoestima que tengamos de nosotros mismos, así como de la necesidad que experimentemos de ejercer nuestra libertad.
El grado de madurez de las personas es un elemento clave, cuando se habla de fortalecer la democracia de un país, y más cuando, como en México, la Constitución señala que la democracia es una forma de vida, y no simplemente un mecanismo programado de elección de personas para ocupar puestos públicos.
En efecto, ningún país que se declare demócrata puede serlo sin que sus habitantes sean demócratas, y no hay demócratas, si no hay personas con pensamiento crítico y con deseos de vivir conforme a sus propias convicciones y valores. No puede ser demócrata una persona alienada, esto es, incapaz de reflexionar sobre sí misma, e incapaz de entender lo que sucede en su entorno. Una persona alienada es quien sólo defiende su visión de las cosas e intenta imponerla a los demás, quien no acepta que existen otras formas de pensar, y quien no siente la necesidad de llegar a acuerdos colectivos para poder convivir.
Estamos viviendo en México una peligrosa “epidemia de alienación”, en la que para muchos grupos la autorreferencia es una forma de vida. Se empeñan en crear su propia realidad, o de vivir en la que otros construyen. Incapaces de entender que existen “otras realidades” carecen de empatía con los que son distintos, y, por lo tanto, su único motivo de vida es alimentar su propio yo, y sumarlo a otros igual de alienados.
En este marco de consideraciones, es innegable que construir un país democrático es algo muy difícil. Ojalá que fortalecer la democracia fuera algo tan simple como hacer una marcha con la consigna “el INE no se toca”. No hay democracia real, sin personas conscientes y libres de prejuicios y ataduras de distinta naturaleza. Construir democracia es algo más que operar refinados mecanismos electorales, sobre todo si estos no tienen control de calidad de la materia que procesan.
El mayor reto para la democracia en México es la formación de personas que entendamos el significado práctico de ser demócratas todos los días, sin distingos de cuna de origen, infancia, escuela, vocación y trabajo. Ser demócrata es descubrirse a uno mismo y descubrir a los demás. Es el resignificar el ¿y yo, por qué?.
*Especialista en temas de construcción de ciudadanía.