loader image

ESCLAVITUD DEL SIGLO XXI

 

Son tantos y tan diversos los problemas sociales que afectan a la humanidad que parece imposible, y quizá lo sea, encontrarles soluciones adecuadas y permanentes. La historia nos enseña que generaciones vienen y generaciones van, y siempre en alguna medida están siempre presentes los mismos desencuentros e impedimentos para que las personas podamos vivir en sana convivencia.

Uno de los cuatro propósitos señalados en la Carta fundacional de la Organización de Naciones Unidas (ONU, 26 de junio 1945) es el “Realizar la cooperación internacional en la solución de problemas internacionales de carácter económico, social, cultural o humanitario, y en el desarrollo y estímulo del respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales de todos, sin hacer distinción por motivos de raza, sexo, idioma o religión”.

La creación de “días internacionales” sobre algún tema o problema específico de interés mundial es uno de los muchos mecanismos que utiliza la ONU para cumplir sus propósitos. Con ello se recuerda y se reitera la importancia del tema, para tenerlo presente, prevenirlo, e idealmente resolverlo. En este sentido, en el año 2007, la Asamblea General acordó que el día 25 de cada mes de marzo se celebrara el “Día Internacional de Recuerdo de las Víctimas de la Esclavitud y la Trata Transatlántica de Esclavos”.

El motivo era más que justificado: se estima que durante 400 años se traficó desde África, mayormente hacia el continente americano, a más de 15 millones de hombres, mujeres y niños. Del siglo 16 al siglo 19, este tráfico transatlántico de esclavos africanos era en proporción de 4 a 1, en relación a los europeos que por otros motivos cruzaba el Atlántico. En esta “ruta de la esclavitud” murieron muchas personas por las condiciones ominosas del traslado, y posteriormente, por el maltrato recibido en las plantaciones en las que trabajaban. El reconocimiento de este hecho histórico dio pie a que la propia ONU sugiriera una serie de mecanismos para prevenir y atender las secuelas de este tráfico indiscriminado de población africana.

Lamentablemente, hay que reconocer que las modalidades de esclavitud han evolucionado y se han diversificado, en proporciones inaceptables. La “esclavitud del siglo XXI es manifiesta en lo que se conoce como “trata de personas”, definida como “…la captación, el transporte, el traslado, la acogida o la recepción de personas, recurriendo a la amenaza o al uso de la fuerza u otras formas de coacción, al rapto, al fraude, al engaño, al abuso de poder o de una situación de vulnerabilidad o a la concesión o recepción de pagos o beneficios para obtener el consentimiento de una persona que tenga autoridad sobre otra, con fines de explotación”. Los principales motivos para esta aberración son la explotación sexual, la explotación laboral, y la extracción de órganos”.

En la actualidad, la trata y tráfico de personas en sus diversas modalidades y propósitos es sin duda un problema mundial. Los múltiples flujos migratorios continentales que existen hoy en día por motivos de hambre y guerra suelen estar acompañados, organizados y promovidos por auténticos “traficantes de personas”. Es un negocio sustentado en sufrimiento, dolor y muerte.

Si dicho problema se quiere al menos atenuarse, se debe tener claridad sobre sus causas. En efecto, los intentos de atender problemas mundiales suelen fracasar, porque no se quiere enfrentar las causas que los provocan y sólo se actúa sobre algunos de los efectos resultantes.

No hay duda de que el desorden mundial en el que vivimos se debe a que los modelos impuestos de “crecimiento económico y de generación del bienestar social” en los últimos cincuenta años sólo han beneficiado a unos cuantas personas y corporaciones, y sin embargo, las “fuerzas del mercado internacional y sus cómplices en los gobiernos nacionales, se resisten a cambiar las normas y prácticas que los han beneficiado, sin importarles los daños humanos y ecológicos que han resultado.

Uno pensaría que no habría fuerzas poderosas que se opusieran a que la gente desarrollara su propia vida en el lugar en donde nació, en el marco de su propia cultura, y en fórmulas de sustentabilidad económica y ecología. Por desgracia, sí existen y lo único que le interesa es el disfrute del poder y de la ganancia. Prueba de ello es lo que sucede con el impune genocidio palestino, transmitido “en vivo y a todo color”, con la complacencia e indiferencia de prácticamente todos los mediocres, indignos y decadentes gobiernos occidentales del “norte global”. Sin duda esto no sería así, a no ser por los cinco o seis conglomerados de la industria bélica de “clase mundial”, que están bien apuntalados por el sistema financiero mundial el cual oficializa la esclavitud moderna de naciones enteras, a través de las eternas e impagables deudas nacionales, bien cobijadas también en el sesgado y amafiado “derecho internacional”.

En ese encuadre hay que entender, en este caso, la trata de personas en sus múltiples modalidades, problema que difícilmente tendrá alguna solución, si no se modifican los actuales modelos globales de economía y política, y nos avocamos a encontrar modelos propios, pertinentes y viables a auténtica escala humana. Todo lo demás es discurso vano, esfuerzo perdido y frustración asegurada, con etiqueta de “realpolitik”.

*Interesado en temas de construcción de ciudadanía.