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(Parte 1 de 3)

 

Siempre he creído que cualquier tema que nos involucra a nosotras las mujeres debe ser abordado en todo momento y sin importar el espacio; sin embargo, la conmemoración del Día Internacional de la Mujer, cada 8 de marzo, nos brinda un recordatorio para seguir cuestionando, desmotando y remontando sobre los mitos que se han arraigado en un sistema plagado de desigualdades y con una exacerbación de la violencia que enfrentamos las mujeres. Así que, retomando algunos escritos que ya ha compartido la colega Cristina Giraldo en estos espacios sobre igualdad de género, me permito plasmar otras reflexiones más desde la Economía Social y Solidaria (ESS).

Me tomo la libertad de recordarles que esta economía convencional, la capitalista, parte de una mirada que ha contemplado exclusivamente la experiencia masculina; es decir, que prevalece una visión androcéntrica en la cual lo femenino tiene poca cabida (a esto le podemos sumar la experiencia blanca, urbana y de lugares con un capitalismo más avanzado); en otras palabras, lo femenino no encaja adecuadamente por estar vinculado a lo no mercantil o no monetizado; por ello, nos han enseñado que economía es únicamente aquello que está dentro de los mercados (plataforma en la cual se gesta el intercambio mercantil para el lucro) y por ende, identificamos espacios, roles, tareas; históricamente asignados a las mujeres; que se conciben como algo no económico.

Lo anterior, es un mito cuya falsedad ha quedado al descubierto y más si tomamos en cuenta las consecuencias nefastas o heridas profundas dejadas por el capitalismo salvaje impuesto en las economías de nuestros países de América Latina, y de casi todo el mundo, desde los años ochenta con el llamado proceso de ajuste estructural. Así lo económico debe ser admitido como procesos orientados a la reproducción de la vida y no a la reproducción del capital; por consiguiente, debemos aceptar y analizar la diversidad de experiencias que podemos encontrar en el terreno de lo que verdaderamente se considera “lo económico” y que, de hecho, ya he aclarado en varios de mis escritos.

Precisamente la ESS, es una de esas manifestaciones de la diversidad económica que involucra procesos de desarrollo local y sostenible basados en la solidaridad, trabajo, ayuda mutua, colaboración orientados a la producción, distribución, circulación y consumo de bienes y servicios que tienen por finalidad atender las necesidades y deseos legítimos de todas y todos e intergeneracionalmente – considerando a las generaciones venideras – y a su vez se trata de prácticas que promueven condiciones favorables para el medio natural. Por ende, si resignificamos ese concepto de economía, que ha sido cooptado por la llamada economía ortodoxa, podemos transformar la realidad que nos aqueja y sobre todo en temas tan sensibles como la incorporación de la mujer en la auténtica economía para la vida.

Otro sesgo que arrastra el sistema económico hegemónico consiste en considerar al género como una cuestión meramente simbólica y cultural pero no material; sin embargo, ha quedado ampliamente demostrado que las relaciones de género pueden condicionar el marco de lo económicamente posible y, por otro lado, esos procesos socioeconómicos transforman las relaciones de género. En esa línea, trabajo es mucho más que empleo y en este sistema actual hay una gran cantidad de tareas asignadas a las mujeres que no son debidamente valoradas; y es que como menciona la economista feminista Amaia Pérez Orozco, a quien me permito parafrasear, no se trata solo de que cada quien (hombre y mujer) haga una cosa, es decir, dividirnos las tareas y con eso basta; sino – y es uno de los puntos medulares – que en este sistema impuesto hay trabajos que sí son valorados y otorgan derechos sociales como una pensión y otros no. Precisamente, las mujeres nos insertamos mayoritariamente en ese trabajo no remunerado y mucho menos valorado.

Surgen, entonces, los cuestionamientos ¿cómo favorece la ESS al empoderamiento de la mujer? ¿Qué vínculo encontramos con la igualdad de género? Las respuestas a estas preguntas las abordaremos en nuestras siguientes dos entregas.

* Investigadora Asociada C de Tiempo Completo del Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias de la Universidad Nacional Autónoma de México (CRIM-UNAM). tatianag@crim.unam.mx