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El mito de la ciudad inteligente

 

Alfonso Valenzuela Aguilera

El impacto de la tecnología en la vida cotidiana es contundente y hasta cierto punto irreversible, en el sentido de que muchos procesos se han amoldado a las nuevas herramientas y sería ya impensable prescindir por ejemplo, de los teléfonos inteligentes. Las tecnologías como instrumentos al servicio del individuo en colectividad han sido estudiadas por pensadores como Iván Illich, quien destacaba la importancia de definir umbrales críticos del desarrollo, es decir que las nuevas herramientas estuvieran bajo el control de las personas y no a merced de estas. Dicho control permitiría asegurar la convivencialidad entre los ciudadanos y darle un sentido social al uso de estas nuevas herramientas.

 

De acuerdo con Illich, el  desarrollo tecnológico pude convertirse en un imperativo en el momento en que se adopta de manera acrítica y se busca adoptarlo a cualquier costo, sin importar los objetivos que cada sociedad definiera como prioritarios. En ese sentido es que Jean Robertcomenta que de las nuevas tecnologías se deriva una racionalidad propia que va más allá del invento mismo. Es decir, que si tomamos como ejemplo la digitalización de la vida cotidiana, de esta se deriva una racionalidad laboral (con el teletrabajo o el co-trabajo), una social (con redes sociales y de entretenimiento), y una académica (con programas híbridos, bibliotecas digitales, cursos y conferencias virtuales). Aún cuando estas nuevas variantes de la vida cotidiana requieren espacios e infraestructuras particulares en la ciudad, esto no quiere decir que estas necesidades se atiendan de manera equitativa, expedita o racional.

 

Estamos ante una transformación de la racionalidad económica precedente, basada en la propiedad de los medios de producción a una que controla la información, en donde los datos se convierten en activos con altos rendimientos que controlan empresas multinacionales y que obtienen sin el consentimiento informado de los ciudadanos. Esta información permite predecir el comportamiento de los individuos mediante algoritmos, que según Yuval Harari,pueden imitar las funciones intuitivas que reconocen patrones para la toma de decisiones. La capacidad de identificar patrones y calcular probabilidades es algo que la inteligencia artificial puede calcular de manera relativamente rápida y es por ello que se le atribuyen capacidades que van más allá del funcionamiento de una máquina.

 

Después de este preámbulo es que podemos cuestionar la tendencia actual de querer dotar de “inteligencia” a las ciudades, implementando tecnologías sin discutir a fondo el propósito de estas y sobre todo, su impacto en el bienestar de los habitantes. Es así que bajo el argumento de no quedar rezagados en la carrera tecnológica, se fortalecen las estrategias ocultas que están reconfigurando el espacio urbano, como la vigilancia o la prevalencia del capital sobre el mercado inmobiliario. Hasta ahora, las ciudades inteligentes se presentan como aquellas en donde se están integrando las tecnologías digitales en la gestión de redes, servicios e infraestructuras para que funcionen de maneramás eficiente. Sin embargo, dicha transformación se reduce mayormente a convertir a los ciudadanos en simples usuarios de servicios o en proveedores involuntarios de información para empresas, agencias públicas y cadenas productivas. Lo más preocupante quizás no sea esto último, sino la posibilidad de identificar nuestras preferencias y aversiones, lo que abre la posibilidad de manipular de manera programada la opinión de distintos sectores de la población sobre temas concretos.

 

Las llamadas “ciudades inteligentes” no tienen bajo su radar los elementos que valora la ciudadanía en su vida cotidiana como la transparencia, la colaboración o el sentido de lo colectivo. A este respecto es que surgen cuestionamientos sobre la llamada brecha digital, las inequidades persistentes o sobre el futuro de la democracia frente a la automatización de los procesos de lectura de la opinión pública. Es por ello que son importantes los primero cuestionamientos de Illich y Robert sobre la importancia de que el individuo mantenga el control de las herramientas para asegurar la convivencia en medios urbanos complejos,en donde lo importante no es la tecnología por sí misma, sino las posibilidades de conexión que esta ofrece a los ciudadanos.

 

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