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Palimpsestos y ciudades intangibles

(Segunda parte)

 

Con respecto a la memoria de la ciudad, es interesante la visión de John Ruskin, quien trata de recuperar y revalorar los vínculos de identidad en Las piedras de Venecia, libro escrito a partir de sus viajes a la laguna cuando era muy joven, donde le impresionó el rápido deterioro del Canal Grande así como la construcción de la estación ferroviaria, ahí “donde un tiempo atrás Venecia aparecería como por un encantamiento”. Ruskin identificaba las labores de restauración y limpieza de los edificios emblemáticos como la cancelación de los signos de la memoria, cuestionando con ello la renovación de lo antiguo: “Desaparecen así todos los antiguos y gloriosos signos del tiempo, provocados por el contacto con la intemperie, ni tampoco los ricos colores de la naturaleza a pesar de su potencia, han empleado diez siglos para conferírselos al mármol”.

Sin embargo, aun cuando las ciudades capitales en distintas partes del mundo eligieron reemplazar sus referentes históricos por la modernidad arquitectónica característica del siglo XX, Venecia permaneció inmutable, salvo por alguna adición al cementerio antiguo de San Michele, la renovación de un puente cercano a la ferrovía, o la construcción de algunos hoteles en las playas del Lido, por lo que los signos de la memoria son aún inteligibles en el tejido urbano de la ciudad.

Como ciudad milenaria, Venecia atraería a comunidades diletantes de armenios y judíos, entre otros. Los armenios, como exiliados de las islas griegas a partir de la ocupación turca en 1715, se establecieron en la isla entonces conocida como San Lazzaro delgli Armeni, en donde habrían de levantar un monasterio en el que se custodia la versión más antigua de la Biblia, escrita en arameo. Desde la edad media, los judíos se establecieron como comerciantes en otra isla importante, que es la Giudecca o “isla de los judíos”, que concentró a esta población hasta 1516, cuando se decretó su relocalización en el llamado gueto (vigilado por cristianos) en el sestiere (distrito) de Castello.

La ciudad se forma mediante “sedimentos”, es decir, la superposición de distintas funcionalidades, ritmos y velocidades, creando disonancias en el territorio. Como sugiere Dezzi Bardeschi, en la parte baja se encuentra la ciudad funcional, la del presente y de la supervivencia cotidiana. Ahí no existen cualidades ni espesor, perfectamente indiferente a los valores sedimentales y cada vez más privada de historia y de memoria, como si se tratase de un simple bien de consumo. En cambio, en l aparte superior se encuentra la ciudad-escena, aparato de superficie, pelicular, casi inmaterial máscara vacía de manipulación perpetua por las ‘restauraciones en curso’, perdiendo con ello su contenido y su referente más profundo”. ¿Acaso la memoria se rompe en fragmentos o es que más bien está formada de una serie de segmentos?

Una visión alterna sugiere que los fragmentos de memoria tienen un valor por sí mismos. Los vestigios de arquitectura o de ciudades nos explican, mediante su destrucción o atomización, elementos de la historia imposibles de interpretar por otros medios (por ejemplo, ciudades durante las guerras, vestigios de los templos arqueológicos, entre otros). La tradición conservacionista italiana tiene entre sus referentes a Aldo Rossi, quien destaca y reinterpreta en su trabajo el valor de los fragmentos ejemplificados en la columna de Filarete, vestigio de una tradición arquitectónica anterior que permanece incrustada en los muros de Venecia:

“Una mañana, al pasar en Vaporetto por el Canal Grande, alguien me señaló de repente la columna de Filarete y el callejón del Duca, y las pobres casas construidas sobre los restos de lo que debía haber sido el ambicioso palacio del señor Milanés. Me gusta contemplar esta columna y su basamento. Esta columna que es principio y fin. Documento o reliquia del tiempo, me ha parecido siempre, en su absoluta pureza formal, un símbolo de la arquitectura devorada por la vida que la rodea. He vuelto a ver la columna de Filarete en las ruinas romanas de Budapest, en la trasformación de algunos anfiteatros, pero ante todo, como fragmento posible de miles de construcciones”. En este caso, la columna funciona como signo de una intención constructiva irrealizada, sin que por ello deje de ser un referente ubicuo o un fragmento constructivo de la humanidad.

Edificio en frente de agua

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Columna del Filarete, Palazzo del Duca, Venecia. Imagen Z Thomas