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En la actualidad, persiste la arraigada concepción de que la creación científica está reservada exclusivamente para una élite de privilegiados, debido a su posición económica y supuesta mayor inteligencia. Si bien es cierto que figuras como Charles Darwin y otros grandes científicos, disfrutaron de recursos económicos y tiempo para dedicarse al estudio del mundo natural sin las preocupaciones cotidianas, históricamente esta no ha sido la norma. La mayoría de los científicos han financiado su formación e investigación a través de subvenciones estatales e incluso fondos privados.

La idea persistente de que solo individuos excepcionalmente talentosos pueden aspirar a ser científicos es errónea. Quizá provenga de estereotipos como el encarnado por Albert Einstein. La ciencia es una disciplina que demanda una educación prolongada y rigurosa, ordinariamente más extensa que la mayoría de las profesiones. Lo que realmente distingue a los científicos es su perseverancia, resistencia a la frustración y una atención meticulosa a las observaciones, entre otras cualidades que requieren disciplina y organización. Un poco de perspicacia, otro tanto de curiosidad y una inteligencia habitual, ayudan a desarrollarse en la profesión pero el aprendizaje obtenido de los tutores científicos y la experiencia práctica de la ciencia es crucial.

Por otro lado, la desafortunada percepción de que las mujeres tienen poco que aportar a la ciencia es inexacta. Aunque esta noción ha sido refutada repetidamente a lo largo de la historia de la ciencia, las oportunidades para las científicas modernas aún no son equitativas, lo que no se debe a una falta de capacidad sino a barreras sociales y preconcepciones arcaicas.

También es común que algunos sectores, especialmente en el ámbito político, limiten el quehacer de la ciencia a la producción de bienes y servicios, como medicamentos o tecnologías aplicadas, obviando su verdadero alcance y valor. Marcelino Cereijido, destacado científico mexicano de origen argentino, resalta la importancia de la ciencia al imaginar cómo sería la sociedad sin ella: una vida mucho más corta y frágil. Seguramente –dice Cereijido– moriríamos, si no al nacer, probablemente a los 20-23 años de vida. Paulatinamente la investigación científica nos ha proporcionado elementos para alargar nuestra vida. Hoy la esperanza de vida es mayor a los 70-80 años en diferentes países del mundo debido al desarrollo científico sin precedentes en los últimos siglos. Hemos aprendido a sobrevivir a las infecciones, y para los males mayores como el cáncer, la ciencia es optimista en que tarde o temprano se encontrarán los medios para combatirlo. También hemos aprendido a matarnos entre nosotros de maneras mucho más sofisticadas que antaño, a lo que infelizmente la ciencia ha contribuido junto a los políticos de todas las ideologías.

Existen quienes consideran a los científicos como conspiradores neoliberales, sin tener en cuenta su papel esencial en la búsqueda del conocimiento y el progreso humano, con todos sus inconvenientes. Estrella Burgos, editora de la revista de divulgación científica ¿Cómo ves? decía que hay que abogar por una imagen de la ciencia que desmitifique su figura sin menospreciar su labor, reconociendo que si bien a menudo conlleva beneficios tangibles, su verdadero propósito es el enriquecimiento cultural y el avance del conocimiento. Esto es, sacar a la ciencia de los laboratorios e insertarla en la sociedad.

Las condiciones sociales y económicas en las que se desarrolla la ciencia tienen un impacto significativo en sus resultados. Países como Japón, Corea, Alemania, y Estados Unidos, por citar algunos realizan inversiones sostenibles en la ciencia. En nuestro país, las desacertadas políticas científicas a lo largo de décadas, la falta de diversidad en la financiación de las investigaciones, así como las limitaciones en las becas para estudiantes, se adosan a la postergada nivelación salarial de los investigadores desde la creación del Sistema Nacional de Investigadores. La incertidumbre laboral de los científicos mexicanos actualmente trabajando como investigadores posdoctorales y catedráticos CONAHCyT, ocasiona profundas desigualdades y debilidades en el sistema científico del país. Aunque la mayoría de los científicos se embarcan en esta empresa simplemente por saber más de la naturaleza o encontrar la cura de una enfermedad – cada uno de ellos tiene su propia motivación– es fundamental reconocer su labor como un trabajo altamente calificado y valioso para el bienestar de la sociedad y de la cultura en general.

vgonzal@live.com