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De regreso al centro

Alfonso Valenzuela Aguilera

El centro es un concepto relacional, es decir, que mantiene una vinculación con las partes que conforman la ciudad y que confluyen hacia él. Es por ello que la importancia del centro histórico de Cuernavaca tiene una estrecha relación con el resto de la zona metropolitana, sirviendo como punto de origen, núcleo de actividades económicas, y corazón de la ciudad. Al mismo tiempo, el centro refleja los fenómenos sociales que se producen en el territorio, siendo el lugar emblemático para legitimar y visibilizar las luchas sociales, los reclamos ciudadanos y las manifestaciones culturales.

Dado que la ciudad latinoamericana se funda y organiza a partir de éste lugar emblemático que alberga un conjunto de edificios patrimoniales y de monumentos, el simbolismo que entraña es significativo no solo para los residentes sino también para los visitantes. Este conjunto mantiene la memoria histórica de toda la región y lo preserva –en el mejor de los casos– para que las nuevas generaciones se reconozcan en el pasado común de sus ancestros.

Si embargo, el centro histórico también es un espacio complejo en donde existen intereses varios que aprovechan la valorización del territorio para potencializar sus capitales. La paradoja no es fácil de resolver, ya que por una parte la antigüedad de los edificios requiere labores de conservación y mantenimiento –bajo la amenaza de la destrucción del patrimonio– mientras que por la otra, el mejoramiento del entorno aumenta el valor del mercado inmobiliario que genera la expulsión de residentes con capacidades económicas limitadas.

Si bien no estamos ante la primera vez que un centro histórico tiene que resolver estos retos, existen distintas alternativas de intervención pública en donde se crean instancias específicas para la gestión de las centralidades: fideicomisos, asociaciones público-privadas, empresas de desarrollo local, etc. Dichas figuras, además de promover la creación de actividades económicas locales, el turismo y la cultura, también pueden integrar esquemas de mejoramiento barrial en donde una serie de normativas evitaría el desplazamiento de la población local.

Actualmente existe una discusión en torno a la UNESCO en donde se consideran los conjuntos patrimoniales como parte de un “paisaje cultural”, y sin embargo, especialistas como Fernando Carrión argumentan que esa visión despoja a los habitantes de su rol como actores o sujetos patrimoniales, desde el momento en que estos se convierten en parte de dicho paisaje. Es decir, que estos son vistos como ajenos a las problemáticas sociales, políticas y económicas inherentes a la vida en el centro, de modo tal que bajo esa perspectiva, no existen espacios para la participación de los usuarios, trabajadores y residentes, dejando fuera el conjunto de relaciones sociales que conforman y producen el entorno construido.

Frente a la complejidad de los vínculos y relaciones que tienen lugar en las centralidades urbanas, es necesario identificar instrumentos de planeación o gestión del territorio que puedan articular los distintos intereses de manera equitativa y transparente, en donde al tiempo que se capten inversiones de los sectores público y privado, se desarrollen estrategias para mantener a la población local a pesar del repunte del mercado inmobiliario. Es por ello que queremos dar la bienvenida a la reapertura del Palacio de Cortés, ahora como Museo Regional de los Pueblos de Morelos, el cual servirá como detonante para que los visitantes y residentes se reapropien del primer cuadro de la ciudad, contemplando la posibilidad de construir una estrategia de gestión para alcanzar un centro histórico inclusivo, dinámico y atractivo para la ciudadanía.